Frente a la casa del fiscal Fernando Cartasegna no hubo un tiroteo en la noche del miércoles al jueves. Las pericias demostraron que ningún supuesto atacante disparó en esa madrugada: las vainas servidas y los rastros de tiros son únicamente tres y los tres corresponden al arma del cabo de la Policía Federal integrante de la custodia. Este nuevo dato se suma a la cadena de hechos que no cierran en torno a la supuesta persecución del fiscal. La Gendarmería determinó que panfletos amenazantes contra el fiscal fueron impresos en la impresora de su fiscalía y está buscando el rastro de la computadora en la que se diseñó el volante. Los primeros indicios –recogidos por Gendarmería– también marcan una computadora que está en la fiscalía. Igualmente se habla de una laptop que el fiscal alega que le robaron. El hecho que menos cierra es el ataque que Cartasegna dice que sufrió en su propia oficina: no vio al agresor, pese a que éste le ató las manos por adelante y además le hizo escribir en el piso el nombre Nisman con una azucarera. Para colmo –siempre según el relato del fiscal– le hizo corregir alguna de las letras con la lengua.

Tiroteo

Como es público y notorio, durante la jornada del jueves se difundió que hubo una nueva y gravísima intimidación contra Cartasegna, frente a su casa en Gonnet, en 505 entre 24 y 25. En la versión difundida se señaló que poco después de las cinco de la mañana tres individuos en un auto negro exhibieron un actitud sospechosa. El custodio, cabo primero Solís, les dió la voz de alto a los gritos y como respuesta le habrían disparado dos veces. Ambos tiros –de acuerdo a su versión– dieron en la pared de la casa de Cartasegna. El uniformado contestó al ataque con tres tiros y eso llevó a que los agresores emprendieran la fuga. Según dijo Solís, le pareció que uno de los individuos tenía un chaleco anti-balas. 

El ministro de Justicia bonaerense, Gustavo Ferrari, se ocupó de aclarar que no hubo tal tiroteo frente al vivienda de Cartasegna porque nadie disparó contra la casa del fiscal sino que el incidente fue con personas que, supuestamente, estaban en la esquina de 505 y 24, a 50 metros del domicilio de Cartasegna. Ferrari dio a entender que tal vez pudo haberse tratado de un hecho de inseguridad, es decir delincuentes que iban o venían de robar en otro lado. 

La causa por el hipotético ataque quedó en manos del fiscal platense Marcelo Martini quien ordenó que la Gendarmería se ocupe de la balística. Sin embargo, de entrada ya se sacaron conclusiones:

  • Los dos disparos de los atacantes no dieron en la pared de la vivienda del fiscal. El muro fue revisado cuidadosamente. 
  • En la escena sólo aparecieron tres vainas y las tres se corresponden con el arma del cabo Solís. 
  • Hay testigos, vecinos, que declararon que sólo escucharon tres disparos. 
  • No hay impactos de bala en ningún otro lugar ni rastros de proyectiles de los presuntos atacantes.
  • Por lo tanto, no hay ninguna evidencia de que los agresores hayan disparado. 

Con estos datos, tal vez la hipótesis más sólida es que el cabo vio siluetas en la esquina, se asustó y disparó. Ya le había pasado a Solís en 2015 y también se excusó diciendo que sufrió un ataque. Los otros dos custodios, que estaban dentro del patrullero estacionado frente a la casa del fiscal, no dispararon. No hubo tiroteo ni intimidación ni chalecos antibalas, según las primeras conclusiones del expediente. Lo único que parece real es que agrandaron lo ocurrido, presentándolo como otra amenaza a Cartasegna.

Hostigamiento

Desde hace dos semanas Cartasegna viene argumentando que sufre gravísimos ataques y alega que se debe a causas delicadas que estaba instruyendo. El fiscal se ocupa de delitos relacionados con la trata de personas en La Plata, por lo que se hizo cierta fama por cerrar prostíbulos. Hay otros locales, en cambio, que seguirían funcionando. También Cartasegna recibió un expediente sobre policías que estaban combinados con abogados caranchos en casos de accidentes de tránsito, pero el fiscal ni siquiera había empezado a instruirla. Otro fiscal, ahora a cargo de esa causa, ya realizó dos detenciones. 

En realidad, el caso teóricamente más peligroso es el investigado por Martini, quien pidió –y consiguió– la prisión de nueve comisarios en relación con los sobres que se encontraron en la Departamental La Plata con supuestas coimas provenientes de delitos. Pese a lo delicado de ese expediente, Martini no recibió amenazas ni, afortunadamente, fue blanco de ninguna intimidación. Por el contrario, Cartasegna se ubicó en el centro de la escena merced a hechos que no terminan de cerrar: dos ataques físicos, volantes donde se supone que a Nisman lo mataron y que el próximo fiscal muerto sería Cartasegna, un empleado de su fiscalía al que se sorprende en un baño donde se encontró un panfleto y el tiroteo que no fue tiroteo. 

Impresión

Las fiscales encargadas de investigar los ataques, Ana Medina y Betina Lacky, ordenaron que las pericias estén a cargo de la Gendarmería dado que una de las hipótesis es que hombres de la Bonaerense podrían ser quienes estén detrás de la intimidación a Cartasegna. 

El primer análisis determinó que el volante en el que amenazaron con que el próximo fiscal muerto será Cartasegna fue impreso en la impresora de la propia fiscalía. El dato fue adelantado por este diario durante la semana que pasó. Pero, además, los técnicos informáticos de la Gendarmería estudiaron las computadoras para ver de dónde salió la orden de impresión. Pese a que de entrada se evaluó la posibilidad de que haya salido de una laptop, en las últimas 48 horas se determinó –en forma preliminar– que la orden de impresión salió de una computadora de mesa que está en la fiscalía. 

En las pericias informáticas aparece también una laptop del mismo fiscal. Se ve que el aparato estuvo conectado con alguno de los accesorios de la fiscalía. A la Gendarmería le hubiera gustado inspeccionar el aparato, pero casualmente, justito, habría ocurrido un incidente que impidió acceder a esa computadora: según parece estaba en el baúl del auto del fiscal y la habrían robado de allí, forzando la cerradura.

Baño

Otro incidente relacionado con los panfletos llama la atención. Un penitenciario retirado, a cargo de la custodia del edificio del Poder Judicial, inspeccionó un baño del que salía un joven, Matías Romero, empleado de la fiscalía de Cartasegna. El penitenciario, de apellido Alzamendi, encontró en ese baño, después que salió Romero, un volante amenazante contra Cartasegna. Estaba pegado en uno de los cubículos. Cuando se dirigió con el panfleto a la fiscalía, se encontró allí con Romero, pero le dijeron que no se preocupara, que ellos arreglarían las cosas. Al día siguiente argumentaron que en realidad habían mandado a Romero a sacar los panfletos, pero resulta que el volante que encontró Alzamiendi estaba allí después que el empleado de Cartasegna dejara el baño. 

Al menos por ahora, las fiscales le creyeron a Romero y descreyeron del penitenciario. “Fue una confusión, el pibe no tiene nada que ver”, dicen en La Plata. 

Ataque

El hecho más llamativo de los sufridos por Cartasegna fue el ataque en su oficina el miércoles 3 de mayo. Impacta el relato que el fiscal hizo en su declaración, aunque el propio procurador Julio Conte-Grand consideró que hay cosas que “no cierran”. 

El primer dato es que Cartasegna se deshizo aquella tarde de su custodia: la mandó a revisar su casa en Gonnet. La hipótesis es que quiso recibir a alguien sin que hubiera testigos y algo salió mal en esa entrevista. Lo cierto es que Cartasegna –que denunció haber sufrido un ataque el fin de semana anterior– justo se quedó solo en su despacho. 

Según su relato, un único atacante lo sorprendió desde atrás, pero después le maniató las manos por adelante. Pese a semejante movida inaudita –para inmobilizar a alguien, se lo maniata por atrás–, Cartasegna dijo que no vió al atacante. 

Luego vino la situación más dramática y teatral: el agresor obligó a Cartasegna a arrodillarse y a escribir el nombre Nisman con el azúcar que el fiscal debía vertir desde una azucarera con pico, como las antiguas de confitería. No conforme con esa humillación, el único atacante forzó al fiscal a mejorar alguna de las letras con su propia lengua, en el piso. Toda esa operación impide que se haga una prueba caligráfica a la palabra Nisman ya que no fue escrita por el agresor sino por el fiscal. 

Para redondear las maniobras asombrosas, el atacante habría salido del despacho de forma llamativa. Una vez del lado de afuera, abrió la ventanilla de atención al público, metió la mano hacia adentro y cerró la puerta con llave. Después volvió a correr la ventanilla de atención al público hasta cerrarla. Es lo que explicaría por qué la oficina estaba cerrada, con llave, desde adentro. Lo que no se explica es por qué un agresor, que seguramente debía tener cierto miedo de que lo vieran en el pasillo, se tomó todo ese trabajo, que –a primera vista– no tenía ninguna utilidad. Cartasegna no pudo aportar nada para esclarecer la huida del sujeto porque –según declaró– se desmayó unos segundos antes.  

Expediente

Las fiscales Medina y Lacky instruyen la causa en un clima difícil: investigan los avatares de un colega. No faltan quienes apuestan a que el expediente termina en una especie de empate: los hechos podrían haber ocurrido como están declarados, pero no se pueden probar y menos todavía se puede encontrar a algún responsable. 

Las fiscales probaron que es fácil entrar al edificio a las 17 de un día hábil, cuando terminó la actividad, aunque no es sencillo meterse en una fiscalía sin que nadie lo advierta ni lo escuche. Las cámaras de seguridad, al menos hasta ahora, no aportaron gran cosa y, por supuesto, impacta el hecho de que Cartasegna se haya liberado de su custodia. No está claro si Cartasegna recibió una visita prefijada de antemano y, si existió, quién fue el visitante. Un fiscal con tantas supuestas amenazas se convierte en una especie de intocable. 

Hoy por hoy, en el edificio del Poder Judicial son pocos los que se animaron a dudar en público de las versiones de Cartasegna. En privado hay más signos de interrogación que certezas. Tal vez sirva como dato que  ni la gobernadora María Eugenia Vidal, ni el ministro de Justicia, Gustavo Ferrari, ni el de Seguridad, Cristian Ritondo, se pronunciaron hasta ahora. El procurador Conte-Grand, jefe de los fiscales, ordenó un sumario interno y el próximo viernes 26 Cartasegna será sometido a estudios psiquiátricos y físicos para ver si vuelve a su fiscalía. El fiscal aceptó los estudios y quiere volver cuanto antes a su trabajo. 

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