Desde Barcelona

UNO Hubo un tiempo en que no es que haya sido hermoso pero al menos sí tenía algún sentido práctico, alguna razón de ser. Una de las tantas formas del auto-convencimiento, una (ah, esta palabra) variante de la auto-hipnosis, una especie de placebo religioso de baja intensidad y fecha de caducidad señalada. Pero ahora, cada vez más cerca y pronto, lo que no convence se vence a la vez que vence más rápido. Y lo que solía durar más o menos hasta marzo, por estos días ya se despide a finales de enero. Rodríguez se refiere aquí al cada vez más leve poder residual de todas esas promesas findeañeras. A toda esa enseguida gastada energía para fantasear con la posibilidad de cambio y renovación por el sólo hecho de que se cambie de año y de agenda.

Y, claro, enseguida las perturbaciones y las dudas. Porque no es lo mismo decir promisorio (según la RAE "que encierra en sí una promesa") que prometedor (equivalente a un que "que promete, esperanzador") por más que, por lo general, se usen ambos términos indistintamente y en un sólo sentido.

En resumen: para Rodríguez --ahí, en noticieros, ocupando roles de responsabilidad variable-- cada vez hay más personas prometedoras de cualquier cosa y cada vez menos personas promisorias para ocuparse de lo más importante.

DOS Rodríguez piensa en esto luego de ver/escuchar una vez más a Pedro "Tengo Un Nuevo Slogan Para Todos Ustedes" Sánchez, presidente del gobierno español, refiriéndose a eso de "gripalización" del covid. La idea, claro, es prometer que a la brevedad (o ya mismo, si se puede y cuela) la pandemia será una endemia y no una pandemia. Y que así será lo mismo que "covidizar" la gripe apostando ya no a un modelo de gestión de crisis sino de control de crisis. Es decir: la Nueva Normalidad Extended Play Director's Cut. La idea suena más o menos no bien pero sí plausible en los papeles siempre y cuando se pueda alcanzar un grado de negación suficiente como para no pensar demasiado en más de cien muertos diarios y en récords de contagiosy en que no se presente nueva cepa y próximo cepo y... En cualquier caso, los "especialistas" han advertido que, una vez más, se está comunicando de manera por lo menos "confusa" y que "es como si dijéramos que no nos preocupamos de la tuberculosis porque es endémica. Que sea endémica no significa que deje de ser un problema". Por su parte, la OMS --organización que tampoco es que inspire mucha confianza en sus procederes a Rodríguez-- ya ha avisado que es un poquito temprano para proponer/prometer finales (como lo fue a mediados del 2020 y una vez alcanzada la tan mugida "inmunidad de rebaño" a finales de 2021). Y que lo mejor sería andarse con cuidado y no andar prometiendo con boca abierta y palito de test en nariz. Y Rodríguez siempre se acuerda de lo que se leía en una de sus camisetas adolescentes favoritas: "Tu ego firma cheques que tu cuerpo no puede cobrar". O algo así. Después, claro, vio Top Gun; y Rodríguez se promete este año no ver la secuela de esa película. Pero...

TRES Días atrás Rodríguez leyó una artículo en The New Yorker acerca de este atávico y ancestral impulso más prometedor que promisorio. Y allí se recordaba ese momento en El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde en el que el protagonista se lamentaba por la muerte (se supone que por suicidio) de aquella chica a la que había prometido matrimonio e incluso se había convencido, demasiado tarde, de que cumpliría con su compromiso. Entonces, escuchando sus más o menos creíbles lamentaciones, el decadente y hedonista y libertino y corrupto y corruptor Lord Henry "Harry" Wotton (a quien alguien acusa y casi admira porque, al nunca proferir una idea moral jamás hace algo mal o malo) le da una palmadita en el hombro y con una sonrisa le explica a Dorian que "las buenas resoluciones son siempre no más que inútiles intentos de interferir con las leyes de la ciencia. Por lo que sus resultados son, claro, absolutamente nulos".

El mismo artículo informaba también que quienes se dedican a la detección de semejantes cuestiones habían detectado una progresivamente decreciente intensidad de promesas en los últimos fin de años, por lo que el llamado "Efecto Enero" podría estar en los bordes de la extinción. La especie comprometiéndose cada vez menos con el prometer, parece. Menos gente comenzando dietas y más gente ya ni siquiera intentado poner algún tipo de límite a sus actividades en redes sociales, etc.

CUATRO Así, el pasado 31 de diciembre, Rodríguez se prometió no prometer nada para el 2022. No va a escribir su demorada novela. No intentará recomponer su cada vez más fragmentaria estructura familiar. No procurará olvidar de una buena vez por todas al tan excitante como paralizante fantasma de su ahogada y argentina prima Mirta. No leerá por fin, coincidiendo con centenarios de publicación de uno y nacimiento del otro, el Ulises de James Joyce o el En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. No buscará otro trabajo para así liberarse de la publicitaria tiranía de los también argentinos mellizos Fagliacce-Stein. No se jurará no leer noticias on linea cerca de lo que sucede (acaba de enterarse del pánico de los jóvenes millenials, o "generación muda", a hablar por teléfono en lugar de escribir mensajes y entablar de este modo "una comunicación asincrónica" porque, en el momento, para ellos, "el tono de voz o la manera de expresarse revelan demasiado del cómo son en verdad"). Ni sobre las cada vez más delirantes ocurrencias y desencuentros en la Derecha Opositora Ibérica o los carnales (des)encuentros entre unos y otros en la "Coalición de Gobierno de Izquierdas". Ni acerca de las idas y vueltas de asteroides o de jerarcas de la Iglesia. Ni del precio fijo por decreto de las pruebas de antígenos. Ni de los independentistas catalanes por más que se le hagan muy divertidas (la última fue el, parece ser, gran fiasco de metaverso catalán, el llamado CatVers, para promoción de la cultura local pero donde ni los controles parecen estar en la amenazada y a salvaguardar lengua de la región). Ni de lo que piensan todos los que reflexionan acerca de No mires arriba. Ni de lo que hizo o dejó de hacer o dice que hizo o que no hizo Novak "Nole-Error Humano" Djokovic. Ni de que la Ómicron es/no es el último acto, más bien fallido, de la efectiva peste.

Sí: nada de reeditar ese reflejo y físico gesto infantil (Rodríguez no recuerda dónde lo vio por primera vez, ¿en una película de su juventud?, ¿fue en Stand By Me?) que hace mucho adoptó: eso de enganchar meñiques (no en vano el primer dedo a romper a la hora de la tortura) no conpromisorio hermano de sangre sino con prometedor y sangrante uno mismo. Algo tan fácil de anular superponiendo tras la espalda al señalado índice con el descorazonado mayor.

Nada prometido para así conseguir que nada no se haya cumplido.

En resumen: durante las campanadas, los ojos en la pantalla del televisor con ese reloj en la Puerta del Sol, la boca llena de uvas y estornudando --tal vez por culpa de la gripid o del covpe-- Rodríguez prometió no prometerse nada y de este modo, roto, cumplir (in)felizmente con todo lo prometido.

 

Promisión cumplida.