“Soy un ser de tipo sanguíneo que oscila mucho. Tengo momentos de extrema alegría y momentos de profunda depresión”, le decía la cantante brasileña Elis Regina a la poeta Clarice Lispector, en 1969. “No obedezco a una agenda: ‘hoy voy a sentir esto, mañana voy a sentir aquello’. Reacciono por el ambiente en el que estoy, soy hipersensible”, confesaba la intérprete gaúcha en la misma entrevista publicada en la revista Manchete. Esas palabras reflejan, en parte, la fascinante personalidad de Elis Regina, una de las artistas más representativas, innovadoras y peculiares de la música popular de Brasil. Este miércoles se cumplen 40 años de su muerte, que ocurrió de manera sorpresiva cuando apenas tenía 36 años y se encontraba en el esplendor de su carrera.

Nació en Porto Alegre, Río Grande do Sul, el 17 de marzo de 1945. A los 7 años, se encontró frente a un micrófono en un programa de radio pero no le salió una sola palabra. Pánico escénico. La voz se soltaría después. A los 14, firmó su primer contrato con un sello discográfico de la mano de Wilson Rodrigues Poso. Acompañada por su padre, se mudó a los 19 años a Río de Janeiro, esa estimulante ciudad por la que todo artista tenía que pasar para encontrar oportunidades en la música. Pero duró poco en Río y en 1965 se trasladó a San Pablo. Ese mismo año, por ejemplo, interpretó una recordada versión de “Arrastão”, una canción de Vinicius de Moraes y Edu Lobo que se transformó en su primer éxito musical.

Luego empezó a nutrirse de la bossa nova que sonaba en la radio, cuando comenzó a popularizarse el movimiento con Vinicius de Moraes y Tom Jobim. "Tom revolucionó toda la música de Brasil", sostuvo Regina, quien le aportó innovación e irreverencia a la música popular de su país. Se hizo famosa a través de presentaciones en radio y televisión en la década del sesenta. Era espontánea, simpática y lúcida para expresarse. A veces contradictoria. Quienes la conocieron, dicen que era dueña de una personalidad fuerte y no le temblaba el pulso a la hora de poner en su lugar a cualquiera que la incomodara. Movía con desenfreno los brazos cuando se plantaba en el escenario, con su voz magnética y dramática, su pelo corto y su sonrisa siempre brillante.

Regina llegó a Río de Janeiro al tiempo que irrumpía la larga dictadura militar brasileña, que se extendió entre 1964 y 1985. Si bien se había referido al gobierno de facto como una "camarilla de gorilas", luego aceptó cantar el himno nacional durante un acto para conmemorar la independencia de Brasil, organizado por el Ejército. Según cuenta, fue obligada por las autoridades.

En varias entrevistas, decía que cantaba como una forma de “afirmación” y para vencer las inseguridades y carencias de su infancia. “Me preocupo mucho por todo, por el futuro, por mi carrera, por los chicos. Creo que es porque mi infancia no fue fácil desde el punto de vista material”, le dijo a la televisión mexicana sobre las necesidades económicas que sufrió en la casa familar. Tuvo tres hijos con dos parejas distintas. Su hija María Rita siguió sus pasos y se convirtió en una reconocida cantante popular.

Un dato curioso es que varios de sus discos se titulan Elis. El primero salió en 1966 y es uno de los más significativos de su obra. Luego se publicaron discos con el mismo nombre en 1971, 1972, 1973, 1974 y 1977, todos con el sello Philips. Y en el medio, uno con nombre similar, Ela (1971). El disco de 1966 es especialmente recordado por los estudiosos de la MPB porque en el repertorio se encontraban obras de, por entonces, jóvenes compositores: Caetano Veloso (“Boa palavra” y “Samba em paz”), Gilberto Gil (“Lunik 9”), Edú Lobo ("Estatuinha” y “Veleiro”), Chico Buarque (“Tem mais samba”) y Milton Nascimento (“Cançâo do sal”). De este modo, la intérprete realizó un trabajo clave como organizadora de un repertorio y difusora de autores que estaban empezando a escribir una de las páginas más importantes de la historia de la música brasilera: el Tropicalismo.

El primer Elis es un disco con arreglos orquestales y espíritu alegre y tropical, acompañado en distintos momentos por el Bossa Jazz Trio, el quinteto de Luiz Loy, el Regional de Caculinha y Paulo Nogueira. "Se todo mundo sambasse / seria tão fácil viver", canta en “Tem mais samba”, de Buarque. En su extensa discografía –casi 30 discos grabados en vida y unos tantos más póstumos-, se destaca el álbum que grabó a dúo con Tom Jobim, uno de los próceres de la bossa nova que logró expandir el género por todo el mundo. Elis & Tom (1974) es un disco que se convirtió en uno de los principales clásicos de la música popular brasilera –y la región- y su riqueza radica en la explosiva combinación entre ambos artistas.

Un cruce, en ese momento, entre un autor consagrado –que en ese tiempo tenía la energía puesta en el mercado musical estadounidense- y una joven cantante con una enorme proyección. Musicalidad, elegancia, swing, dulzura, complicidad y belleza. Todo eso (y más) refleja este disco que encuentra su punto máximo en joyas como “Águas de Março”, tal vez una de las canciones más populares y trascendentales de Brasil. Un tema con una simpleza envidiable que narra escenas e imágenes cotidianas en el ocaso del verano. Con arreglos del pianista César Camargo Mariano y grabado en Los Ángeles, Elis Regina se sumerge en la obra de Jobim y juntos se funden en canciones bellísimas e intimistas como “Inútil paisagem”, "Soneto de separação" o "Retrato em Branco e Preto".

En Falso Brilhante (1976), otro de sus clásicos, da cuenta de su versatilidad y despliega su paleta de colores e influencias musicales, que van del choro al jazz y al soul. El disco abre con el rock "Velha Roupa Colorida", incluye la lúdica “O cavaleiro e os moinhos”, el vals “Fascinação” y contiene la emblemática “Como nossos país”, del compositor Antonio Carlos Belchior. Y sorprende con dos magníficas versiones: “Los hermanos”, de Atahualpa Yupanqui; y “Gracias a la vida”, de Violeta Parra, que en su voz suenan esperanzadas y filosas en tiempos de dictadura. Con este proyecto, la artista monto un espectáculo que se presentó en el Teatro Bandeirantes entre 1975 y 1977.

"Siempre se sufre un poco. La vida no es solo sonrisas y cosas agradables. El momento más triste fue cuando pensé que estaba por perder a mi primer hijo. Con veinte días de vida tenía problemas de deshidratación. Y pensé que podía no tenerlo más; su enfermedad fue la cosa más importante que ocurrió en mi vida y que ha cambiado todo", dijo en una entrevista en la televisión mexicana en 1981, unos meses antes de su muerte, que sucedió de manera inesperada el 19 de enero de 1982. La encontraron muerta en su dormitorio, en su departamento de San Pablo, a causa –dicen- de una sobredosis de alcohol y drogas. Luego, una multitud asistió al velatorio en el Teatro Bandeirantes. Sus restos descansan en el cementerio de Morumbí. Y su música orbita en el firmamento de la música popular del mundo.