Tanta conciencia de clase, tanta preocupación por las minorías, pero nadie piensa en la felicidad de nosotros, los intelectuales. Ni siquiera nos dejan tomarnos unas merecidas vacaciones. Hace calor y quieren saber qué opinamos del calentamiento global. Mandan un satelito a la estratósfera y nos llaman de radios y televisión para atosigarnos a preguntas sobre cosas de las que no tenemos ni idea. Así con los antivacunas, Putin y el regreso de Mirtha a los almuerzos. ¡Basta de preguntas! ¡Queremos vacaciones!

Este año me propuse descansar como cualquier obrero que trabajó duramente todo el año. Así que antes de navidad puse una caja de sidra en la heladera y después les escribí a varios de mis colegas para combinar acciones. Intelectual que huye sirve para otra polémica.

Zizek me contestó un mail de trescientas cuarenta y cinco páginas. “Que el descanso de los trabajadores como extorsión… bla… bla…”. Leí dos párrafos y le mandé un like con un emoticón de risas. El que estuvo cariñoso fue Vargas Llosa. “Hola, Javi, gusto saber de ti…”, me dijo, y después me contó off the record que en vacaciones graba unos postcast y cuando le preguntan algo, elige uno al voleo y lo manda.

A los tropezones, logré reunir a varios colegas en mis reclamos. Incluso hablamos de hacer un piquete, pero uno estaba en Katmandú, el otro en Chicago y yo en el culo del mundo. Así que lo dejamos para algún mayo próximo, en París…

A pesar de todo, nada iba a ser como yo había planeado. Nada más abrir la primera sidra, con las patas metidas en la fuente de la Pelopincho, me llamaron por lo de Djokovic. Cinco diarios, dos multinacionales que lo esponsorean y el gobierno de Australia querían conocer mi opinión. ¡Match point! Yo me demoré en contestar, a modo de protesta. Pero cuando vi que Australia esperaba mi opinión para saber qué hacer, no tuve más remedio que salir de la Pelopincho y esgrimir mi arma: la pluma, es decir el word.

Cuando ya las cartas estaban echadas, y echado estaba Djokovic de Australia, me llamó Novak. Quería que lo asesorara sobre lo que tenía que decirles a los periodistas. Mi respuesta no pudo ser más oportuna: “Novak, fierita, qué podés esperar de un país donde el mejor amigo del hombre ¡es un canguro! y el agua del inodoro gira al revés. No es un país normal, como Argentina”. Ahí se cortó la comunicación. Hubo una interferencia porque se oyeron risas.

Yo no sé si el mundo nos escucha o nos toman para el churrete. Para mí nos convocan para llenar espacios gratis en los medios. Nos llaman para saludarnos para las fiestas y a los dos segundos quieren tu opinión sobre algo. No entienden que a nosotros la mayoría de las cosas nos importan un bledo. Criticar al capitalismo… Ufff, qué embole. ¿Las plataformas petroleras en el mar! Qué me importa si tengo el tanque del auto lleno. ¿El FMI? Como si no supiéramos que son delincuentes.

De este rifirrafe surgió la idea de crear nuestra propia red social. Un Facebook para inteligentes. Para participar tenés que tener libros publicados, usar lentes y haberte sacado fotos con una biblioteca detrás y una mano en el mentón. No sabíamos si ponerle “alquelequepaelsayo.com”, “rajaturritoraja.com”. El nombre más votado fue “empardameesta.com”. Varguitas no sabe lo que significa pero se ríe cuando me oye decir la frase.

¿Y obra social? ¿Por qué los intelectuales no tenemos obra social? ¿Qué quieren de nosotros, que nos consigamos un trabajo como cualquier otro? Le mandé estas dos preguntas a Chul Han y al rato me mandó un audio: “Como la respuesta me salió un poquito larga ya tengo otro libro de veinte páginas listo para el invierno. Gracias, Gavier (la jota no le sale ni a palos)”.

A ver si con estas acciones logramos hacernos respetar un poco más. ¡Queremos vacaciones! Es que si uno está mirando el mar se creen que estamos definiendo lo que va a suceder en el mundo en los próximo cien años. ¡No! Estamos pensando en lo divertido que sería meterse en el agua y chapotear como chicos.

Por qué siempre hay que hablar de ustedes. ¿Y nosotros? ¿Y nuestros corazoncitos azotados por las pestes reales y simbólicas que hay y hubo y habrá en la Tierra? Nadie nos pregunta si somos felices. Nooo… Siempre hay que hablar de los problemas suyos. ¿Problemas de amores? Llaman a un intelectual. ¿Guerra en Siria? Llaman a un intelectual. ¿Una peste azota la tierra? Llaman a un intelectual ¡y después le hacen caso al quiosquero!

Un día yo los voy a llamar a ustedes para preguntarles si son felices. Y seguro que al rato me devuelven la llamada para preguntarme qué es la felicidad.

Le erran los meteorólogos y los médicos, y ahí estamos. Suben los precios, baja la temperatura y nos llaman. Y si algún gil le pone nombre a una época, después tenemos que salir a explicar qué es “chanchullogate”, el “superneoliberalismo” y el “recontracalentamiento global”. Recontracalentamiento es el que tengo yo. ¡Los intelectuales queremos vacaciones!

Algo bueno es que los gobiernos no nos joden tanto como antes. Ahora tienen a las redes para saber lo que hay que decir y pensar, además están los panelistas de la televisión que lo saben todo.

Qué envidia me da vivir en esa época donde escribías un librito y estabas en vigencia doscientos años. A lo Marx. Ahora escribís algo a la mañana y a la tarde es viejo. O te mandás la nota de tu vida pero alguien hizo un meme y lo dijo más rápido y más divertido y tu trabajo fue a parar a la papelera de reciclaje en un abrir y cerrar del Chrome. Ja, ja… qué risa.

Al fin, de tanto hablar y hablar se nos están pasando las vacaciones y no descansamos nada. Lo que quedó de estas charlas fue una idea que nos garantiza trabajo por años. Funciona así: uno escribe algo, el otro escribe lo contrario y el otro lo contrario de lo contrario. Y así nos garantizamos seguir vendiendo libros hasta que el mundo explote. Que también tenemos una familia que mantener. Por si no me entendieron bien, lo explico claramente en mi próximo libro. Si citan esta nota en la librería recibirán un diez por ciento de descuento.

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