En uno de esos giros irónicos sobre los que gustaba cantar Alanis Morissette, una causa ha unido a feministas y a machistas que, aunque con argumentos diametralmente opuestos, claman a viva voz: ¡Devuélvanle las botas a la M&M Verde! Cierto es que resulta imposible dejar a todo el mundo contento, ¿pero sacar a todo el mundo de sus casillas?, ¡eso sí que es un milagro!, obra y desgracia de Mars Wrigley. En Estados Unidos, esta empresa fabricante de golosinas -incluidos los colorinches M&M- decidió aggiornar a sus “mascotas”, como en marketing le llaman a los personajes, generalmente humanizados, creados para estrechar vínculo con la audiencia, darse ínfulas de marca confiable y amistosa en pos de generar más ventas (ejemplos abundan: el sospechosamente sobreestimulado conejito de cierta pila; el tigre cerealero; el -siniestro- payaso de las hamburguesas; Joe Camel, aquel dromedario aventurero que fue obligado a jubilarse cuando un estudio descubrió que era tan popular como Mickey Mouse entre chicuelos y chicuelas de primaria, que con 6, 7 pirulos ya pensaban en prenderse un pucho).

En el caso de los M&M, la troupe de dulces antropomorfizados la componen 6 confites redondos u ovalados con piernas, ojos, cejas, manitas, también personalidades diferenciadas. Entre los “tipos”, figuran: Rojo, un líder demasiado mandón y pagado de sí mismo; Azul, seductor que le arrastra el ala a las señoritas; el muy tímido y un poco pavote Amarillo; y Naranja, atacado de los nervios constantemente por el pavor que le genera ser morfado. Entre las muchachas, está Marrón, la más inteligente y sofisticada del grupo (cómo no, ¡si usa anteojos!), y la susodicha Verde: cautivadora y sugerente, femme fatale que exuda sensualidad hasta por los poros -crujientes, ojo, dada la cobertura azucarada, abundante en colorante-, cuya frase de cabecera es: “No me derrito por nadie”.

Al menos, así era hasta ahora: como parte de una rimbombante campaña para posicionarse como marca “más inclusiva”, atraer audiencias más jóvenes y capturar “el espíritu progresista de esta época”, Mars Wrigley alterará la idiosincrasia de sus grajeas en venideras publicidades, amén de no tocar ningún nervio potencialmente sensible. Ningún confite será engreído ni coqueto, se trabajará en equipo, primará la amabilidad, etcétera. Claro que con el makeover espiritual llegó el cambio de look, que tiene a mortales penando a lágrima viva. El drama nacional se resume así: a Verde le cambiaron las botas… por un par de zapatillas.

Apenas algunas de las tantas manifestaciones de indignación, que se han visto multiplicadas en redes. Donde también ha habido enojo por cómo pretende la firma chocolatera “corregir el desbalance de género” entre sus mascotas: les van a dar “un lugar más prominente en los avisos gráficos” a Marrón y Verde. Sumar más personajes femeninos está fuera de discusión; significaría tener que producir dulces de otros colores para sumar al paquete, y eso -bueno- es demasiado esfuerzo.

Lo más bizarro del caso es que voces misóginas también pusieron el grito en el cielo por el flamante calzado de Green. Por dar tan solo un ejemplo, el comentarista conservador Tucker Carlson, de la señal Fox News, se mostró abiertamente enfurruñado porque no se siente “atraído” (sic) por el personaje desde que lleva zapatillas. “No estarán satisfechos hasta que todas las caricaturas femeninas sean tan andróginas y tan poco atractivas que los varones ya no queramos invitarlas a tomar una copa. Ese es el objetivo: que sintamos rechazo. Solo entonces se habrá logrado la equidad”, la desquiciada lectura del rancio señor frente al quite de botas que le ha bajado la libido. Mientras tanto, en Mars, probablemente más de un miembro del área de marketing y de comunicación esté buscando nuevo empleo…