Marcelo Sebastián D’Alessio fue, en algún momento, un panelista estrella o una fuente de primer nivel para medios de comunicación de alto impacto. Recluido en la cárcel de Ezeiza, ahora apuesta a que el examen mental que ordenó el juez federal Julián Ercolini lo muestre como una persona vulnerable o una víctima incapaz de afrontar un juicio oral por la red de espionaje ilegal y extorsión que investigó en Dolores el juez federal Alejo Ramos Padilla. Las posibilidades de D’Alessio no parecen ser elevadas, ya que el año pasado fue condenado a cuatro años de prisión y los jueces entendieron que estaba en perfectas condiciones para afrontar el juicio oral. Pero, aún así, el falso abogado se entusiasma con el fin de sus días en la cárcel.

A principios de enero, Ercolini --que recibió el expediente después de que la Cámara de Casación se lo sacara al juzgado federal de Dolores-- ordenó que se realizaran los exámenes psicológicos a quienes están detenidos al igual que D’Alessio en la causa. El análisis no es extraordinario, sino una medida que se dispone siempre para aquellas personas que están imputadas en delitos que pueden tener penas mayores a los diez años de prisión. A D’Alessio se lo acusa de ser parte de una asociación ilícita.

D’Alessio y su abogado, Claudio Fogar, no dejaron pasar la oportunidad y pidieron que los expertos del Cuerpo Médico Forense dijeran si los casi tres años de detención le habían dejado al falso abogado alguna secuela que le impida defenderse. La nueva estrategia de D’Alessio es al menos curiosa: a él no se lo investiga por sus dichos, no fue nunca aceptado como arrepentido, sino que toda la imputación en su contra se debe al enorme caudal de evidencia que Ramos Padilla secuestró en el allanamiento que hizo el 6 de febrero de 2019 en el country Saint Thomas, donde D’Alessio vivía con su familia.

Desde el primer día, D’Alessio reclamó irse a su casa y, cada tanto, reedita estos planteos. Ahora el escenario parece óptimo: tiene un nuevo juez y quiere aprovechar la tensión y el tironeo que existió entre Dolores y Comodoro Py. Por eso, acusa al Servicio Penitenciario Federal (SPF) y al Poder Judicial de haberlo sometido a tratos crueles e incluso torturas.

D’Alessio describe sus días en la celda del Hospital Penitenciario Central (HPC) de Ezeiza como un calvario. Dice que pasó 300 días sin salir de esos ocho metros cuadrados, donde incluso tiene su baño y una ducha, que ni siquiera estiró sus piernas y que únicamente podía socializar con sus celadores. Su única compañía, describe casi con estilo poético, eran unos insectos que recorrían y picaban su cuerpo. La defensa del falso abogado sostiene que a D’Alessio le colocaron un “chaleco químico” por los psicofármacos que toma en la cárcel.

En noviembre, D’Alessio insistió en salir del penal de Ezeiza e ir a la fiscalía de Dolores en un intento para que el fiscal federal Juan Pablo Curi lo aceptara como arrepentido. No lo logró pese a haber llegado con una caja con papeles y anotaciones. En agosto, D’Alessio recibió su primera sentencia por el intento de extorsión al empresario Gabriel Traficante. El falso abogado siguió todo el proceso desde un salón de la cárcel de Ezeiza y conectado a través del Zoom con el Tribunal Oral Federal 2 de Comodoro Py. Ante los jueces, D’Alessio despotricó contra el fiscal Carlos Stornelli, su compinche de andanzas, porque había dicho que era un charlatán y fabulador.

Pese a que la Casación sacó la causa de Dolores --y si no hay ningún golpe de timón--, D’Alessio debería seguir su camino hacia el juicio oral. Distinto es el caso de Stornelli. A mitad de febrero, Ercolini deberá tomar una decisión importante. En esa fecha se cumplen los tres años en prisión preventiva y D’Alessio --un hombre con probadas terminales en la Agencia Federal de Inteligencia macrista-- percibe que ésa podría ser una oportunidad para finalmente salir de Ezeiza.