“Hay lucha y hay respuesta de distintos lugares y sectores, pero al mismo tiempo hay un ostensible retroceso cultural, en sentido profundo. Es una extensión de un proyecto de aniquilamiento, una consecuencia proyectiva de algo que viene de mucho arrastre. Que tiene una visión del mundo y para la Argentina. Y nosotros, la generalidad que no piensa de esa manera, está destinada desde ese proyecto a ocupar un lugar doblegado: de rodillas, de imposición autoritaria, ante un proyecto cultural de atontamiento, idiotez y anemia intelectual. Es absolutamente gozoso, simpático, divertido y aprovechable, poder decir los textos de Pavlovsky en ciertas condiciones”, manifiesta Bartís. “Desde hace años estamos atacados por una cantidad de gente idiota, absolutamente elemental, profundamente reaccionaria, conservadora, a través de horas de radio y televisión; gente absolutamente inculta. Tenemos que otorgarle un campo de actividad intelectual, para defendernos de una producción desfalleciente”, apunta. Bartís estará al frente del primer laboratorio de creación que ofrecerá el Teatro Nacional Cervantes, dirigido a actores. Además, continúa en cartel Hambre y amor, versión de Hedda Gabler, de Henrik Ibsen. “Tengo bastante conflicto con la obra, porque es un ejercicio de discusión con un texto clásico, excesivamente literario. Pero va a seguir, es un éxito horrible, está viniendo muchísima gente”, cuenta. Las funciones son los viernes a las 21 y los sábados a esa hora y también a las 23, en el Sportivo, Thames 1426.