El cuento por su autor

Este cuento salió en la revista V de Vian en 1991. Lo considero mi primer cuento. Había escrito y publicado uno que otro. Pero creo que es el primero que tiene forma de cuento. Gusto a cuento. Empieza como un cuento y termina como un cuento abierto, en suspenso. Apesta a Carver, a realismo sucio, a minimalismo y a barrio. Es lógico: andaba en eso en el arranque de los 90. No soy yo el protagonista, pero el patio es el de mi casa de Mataderos. Y sigo pensando eso que quedó escrito hacia el final: el patio es lo que menos cambia en una casa.


UN POCO ANTES DE SEGUIR VIAJE

1

Volví a Buenos Aires porque me había cansado de andar yirando. Venía del sur, sin plata. Había estado dando vueltas meses, estaba cansado. Flaco.

Una vez, allá, un tipo de cuarenta años me dijo que yo me había equivocado.

-Ya no hay que venir para acá. Hay que irse a Brasil. Acá no hay más nada que hacer. Andate para allá.

En el sur se me dio por fantasear con Brasil. Estoy de paso, pensaba, y quiero conocer de todo. Pero empecé a sentirme cada vez más cansado. Brasil se iba alejando, como si cada noche alguien agarrara el mapa y estirara un poco más las fronteras.

Volví a Buenos Aires.

-Por lo menos descanso, pienso- pensé. –Desde Buenos Aires puedo decidir más fácil, irme o no a Brasil.

Antes del sur me había ido a vivir solo. Un decir, porque compartía una casa vieja de muchas habitaciones con otras personas. La habían alquilado “para refaccionar” y en parte con esos arreglos pagar la estadía de un año, pero a la vuelta me di cuenta que ni ganas tenía de estar ahí.

Volví un domingo, a la tarde temprano, con dos bolsos grandes. Uno en cada mano, y una mochila montada en la espalda. Fui para casa.

Tico, mi hermano, me abrió la puerta. Nos abrazamos. Mami estaba recostada. Dejé los bolsos y la mochila en la sala y fuimos para el patio. Tico me contó un par de cosas. Parecía contento de verme.

-¿Y en el colegio cómo te va?

-Más o menos me arreglo.

Le pregunté por la vieja, pero mami no le dio tiempo a contestar. Apareció en el patio, nos abrazamos, me besó mucho, lloró y después fue a preparar el mate.

-¿Y la moto?

Tico no contestaba. Me imaginé.

-¿La vendiste?

-Sí, la vendí, sin papeles, stop.

Me quedé en el patio. No tenía ganas de ir para la pieza, ni de ponerme a recorrer la casa. No quería quedarme mucho tiempo.

-Necesitaba el filo, Dani. Vos me dijiste, cualquier cosa, dejaste los papeles, ahí están.

Vino mami con el mate y nos pusimos a charlar, los tres, les di unos regalos, les hablé del sur. Hablé mucho tiempo. Hacía rato que no hablaba tanto.

Después Tico se puso a tomar sol en mitad del patio. Se había sacado la remera y tenía los ojos cerrados. De a ratos sacudía los brazos, y entonces le caían gotas de sudor de las axilas.

-Me preocupa, Dani, me preocupa mucho.

-¿Por qué tanto?

-Se pasa las tardes en el bar, vieras los amigos.

-¿En el colegio cómo va?

-Lo echaron hace tres meses.

Tico se dio vuelta. Bailaba en el sol.

-Vieras los amigos… todos iguales. Hablan igual. Se visten igual. Un día va a venir otro en lugar de él y ni me voy a dar cuenta.

Tico estiraba el cuello, movía los brazos, parado en el último pedacito de sol del patio.

-¡Qué bárbaro!- dije. –Cómo se le notan las costillas.

2

Pero cuando empezó a oscurecer yo no sabía qué hacer.

Estuvimos tomando mate un montón de tiempo hasta que ninguno de los tres quiso más.

Mami miró el reloj.

-Tengo que empezar a preparar la cena.

Levantó las cosas del mate y le habló a Tico.

-Viene Ana.

-Ahh- hizo Tico.

No parecía muy entusiasmado.

-¿Es tu novia?

-¿Escuchaste, vieja, lo que pregunta Dani?

Mami ya estaba en la cocina.

-¿Quién es Ana?

Tico sacó un cigarrillo del paquete.

-Un personaje de aquellos.

-¿Amiga de mami?

-Sí, un poco sí.

-¿Cuántos años tiene?

Tico se rio fuerte.

-Quien sabe, quien sabe…

-¿Y a vos qué te pasa?

Yo también me reía un poco.

-No sé, no sé.

De golpe me acordé.

-Escuchame, pendejo ¿por qué me mentiste con lo de la escuela?

-¿La vieja te lo dijo?

-Más vale. ¿Cómo voy a saber si no?

-Bueno. Es así.

-¿Y ahora qué vas a hacer?

-¿Qué querés que haga? Ana me ayuda un poco para dar las materias, alucina que tengo cerebro.

-Tenés cerebro.

Al rato el patio estaba del todo oscuro. Tico y yo fuimos para el comedor. Di unas vueltas, tocaba los muebles, me había olvidado un poco de las cosas de la casa. Tico puso un caset de los Rolling.

-Siempre lo mismo- lo jodí.

-Qué querés, si lo de ahora es mierda.

Tico se tomaba en serio todo eso.

Mami preparaba un matambre en la cocina. Le robé unas aceitunas y le di plata a Tico para que fuera a comprar una cerveza. Tico salió y yo me metí en la cocina.

-¿Qué vas a hacer acá?

-Todavía no pensé.

Estaba apoyado en la heladera, pero mami sacaba las cosas a cada momento y tuve que correrme. Cuando dije “todavía no pensé” ella paró de cocinar y me miró:

-Tenés miedo.

Me hizo correr otra vez y agarró un repasador. Se puso a espantar las moscas.

-¿Y quién es esa chica que va a venir?

-¿Anita? Ah, una bendición para esta casa. Será de tu edad. Bueno, tiene tu edad. La conocí en un lugar al que voy yo. Nos hicimos muy amigas. Justo hoy viene a comer, dicho sea de paso, tendría que estar acá.

-¿Es linda?

Me apuntó con una cuchara.

-¿Qué es linda para vos, se puede saber?

-Qué se yo… fuerte, flaca, pero no tanto. No esquelética.

-Mmmm… entonces es bastante linda.

Cuando volví al comedor prendí el televisor. Allá en el sur casi no había visto tele. Seguía Sofovich.

Volvió Tico con la cerveza, traje vasos y nos pusimos a tomar. Apagamos la tele y Tico prendió la radio. De la cocina ya venía olor a comida. Me sentí relajado, cansadísimo. Cómodo. Al rato Tico me habló.

-¿Qué vas a hacer esta noche, te quedás?

-No sé, todavía. Por empezar voy al baño.

Mientras me lavaba las manos me miré en el espejo. No era cualquier espejo. Tenía un poco de barba, la de un día y medio de viaje corrido. Estaba ojeroso, pero mi cara no me pareció de lo peor. (Me pasaban cosas raras con mi cara. Siempre la veía distinta. No siempre me convencía, pero esta vez no era para tanto).

Cuando salí del baño tomé la decisión. Mami había apagado el horno y se había sacado el delantal. Vino y se sentó con nosotros. Parecía inquieta.

-Debe haber pasado algo- dijo. –Bueno, si no viene en diez minutos, largamos.

Me miró y sonrió.

-Hay que festejar que volviste.

Se dio vuelta.

-Tico ¿hay vino?

-Siempre hay vino, mi general.

-Vino del bueno. Fijate.

Hay un lugar en el lavadero donde siempre había botellas de vino reserva. Era una de esas costumbres que quedan, o manías inofensivas que tenía el viejo. Tico volvió con dos botellas y las puso sobre la mesa. Entonces sonó el teléfono.

-¡Ana!- gritó la vieja y fue a atender.

-Cómo se pone cada vez que llama Ana- dijo Tico. –Y cuando viene ni te imaginás.

Mientras mami hablaba por teléfono y Tico elegía música yo los estuve mirando un poco, pero ellos no se daban cuenta de que yo los miraba.

Comimos con la radio bajita. El matambre estaba de primera. Tico estaba de buen humor y con el vino se puso un poco loco. Los tres tomamos bastante vino y nos pusimos alegres.

Ana no iba a venir.

-Por ahí viene a tomar un café. Tuvo un problema con la madre- dijo mami. –La madre es una loca de mierda ¿sabés? Cuando Ana está por salir siempre se inventa una enfermedad.

Con el vino la vieja se aflojó. Se puso a hablar de Ana y de ella. Me contó cómo se habían conocido. Tico decía cosas graciosas hasta que mami lo paró en seco.

-¿La querés terminar? Y pará con el vino.

Tico se rio fuerte y tomó un trago de la botella.

Ana y la vieja se habían conocido en un templo de los evangelistas.

-La cosa es que nos hicimos muy amigas. Raro por la diferencia de edad, pero nos llevamos excelente. Me gusta tener una amiga joven.

Me pidió un cigarrillo.

-Y no te creas que es una de esas bobitas que se pegan a la gente grande. Para nada. Ella es muy independiente.

Cuando terminamos de comer Tico se tiró en el sillón y puso música, la misma, los Stones. La vieja fue a hacer café y yo fui para el baño.

Apoyé las manos en la pileta y me miré al espejo.

Cuando volví del baño estaba sonando el teléfono. Llegué primero, y cuando iba a levantar el tubo me di cuenta que mami y Tico me miraban.

-Sí ¿quién habla?

Al comienzo podía llegar a pensar que se trataba de una voz dulce.

-Ana… ¿Tico?

-No. Daniel.

-Ah, ¿vos sos Daniel? ¿Cómo te fue? Viajaste mucho ¿no?

-Bastante, sí.

-Qué bien. Bueno, un día de estos por ahí nos conocemos. Avisale a tu mamá que no voy a poder ir a tomar el café, tuve un problema en casa.

-Bueno ¿querés hablarle?

-No, está bien. Decile que no es nada grave, que no se preocupe.

Me pareció que se hacía un silencio, y que estaba todo dicho.

-Bueno, chau.

-Chau, yo le digo.

3

Había sido un día caluroso y ahora que era tarde no había aflojado del todo el calor. Fui para el patio.

En verano, cuando el viejo estaba entre nosotros, comíamos en el patio. Nos quedábamos levantados hasta tarde. Tarde, en esa época, eran las doce, la una como mucho. Me acuerdo bien de esas noches, hablábamos de boxeo, su ídolo era Locche. Tomaba vino blanco, con hielo. Tico, el viejo y yo sentados, la espiral en el medio. La espiral se terminaba, el vino también. Tico se moría de sueño. El viejo hablaba de Locche y decía que boxeando era un doctor, un cirujano, un científico. No le gustaba para nada Monzón, ni como boxeador ni como tipo.

Al rato vino Tico y se sentó en el suelo al lado mío.

-¿Cómo estás?

Le pasé una mano por los hombros.

-Estás en re pedo.

Tico se rió pero no dijo nada.

-¿Sabés, Tico?, allá en el sur…

Yo no sé si Tico me estaba mirando.

-Casi mato a un tipo. Estaba en un restaurante, una parada. Salí a la ruta. Un tipo me siguió y no sé qué dijo. Yo estaba en pedo. Como vos ahora. Le tiré una piedra a la cabeza, y otra, y un cacho de ladrillo que había por ahí. Casi lo mato.

-Dani.

Yo no lo miraba, pero me pareció que tenía los ojos cerrados.

-No me cuentes una película.

-No es una película, es verdad. No hay que tomar de más.

Tico se dio vuelta. Lo dejé. Prendí un cigarrillo y en la luz del encendedor le miré la cara. Tenía la cabeza entre las manos.

-Dani.

-¿Qué?

-No te vuelvas a ir.

El patio, se me ocurrió pensar, es lo que menos cambia en una casa. Los dormitorios, la gente, el baño, cambian. El patio está siempre igual.

-¿Y ahora qué vas a hacer?

En realidad, yo ya lo había decidido en el baño. Pero ella no iba a venir y en el fondo no me importaba.

Entonces le di un beso a mi hermano.

-Me quedo, Tico. Esta noche.