El señor Bachmann y su clase      8 puntos

Herr Bachmann und seine Klasse; Alemania, 2021

Dirección: Maria Speth.

Guion: Maria Speth y Reinhold Vorschneider.

Duración: 217 minutos.

Estreno en la plataforma Mubi.

Las películas sobre docentes inspiradores al frente de clases problemáticas conforman un subgénero en sí mismas. Usualmente reservados al universo de la ficción, esos relatos incluyen ejemplos tomados de la realidad, como el a esta altura clásico Entre los muros (2008), de Laurent Cantet. El señor Bachmann y su clase, dirigida por la alemana Maria Speth, toma algunas ideas esenciales del film francés para construir desde el más estricto terreno del documental una pintura social y humana con particularidades de difícil traslado a otras geografías, aunque el tuétano del asunto siga siendo absolutamente universal. Durante los primeros minutos de los 217 de proyección queda claro que la clase del señor Bachmann no es cualquier clase: los estudiantes, de unos trece o catorce años, son inmigrantes o hijos de inmigrantes nacidos en Alemania, y el aula funciona como una suerte de opción integradora antes del ingreso a la secundaria. Algunos hablan perfecto alemán, pero tienen dificultades para lograr los objetivos en lengua o matemática; otros, en cambio, no pueden armar frases complejas y su vocabulario está aún en desarrollo.

Ganador del Premio del Jurado en el Festival de Berlín 2021, el film de Speth revela también en las primeras escenas que el profesor Bachmann no es un docente como cualquier otro. Con sus remeras rockeras y gorro de lana perenne, el hombre, que ha pasado los sesenta abriles, parece encarnar la antítesis del típico maestro rígido y siempre atento a los protocolos. Lo cual no quiere decir que no se haga respetar, aunque para ello deba echar mano a recursos poco ortodoxos como obligar a salir e ingresar nuevamente a toda la clase o mandar a dormir la siesta a un alumno dormilón en un colchón dispuesto para tal efecto. Más tarde, cuando la película ingresa en su segunda mitad, Bachmann recuerda ante algunos colegas su pasado familiar y laboral, el rechazo a las instituciones en general y a la educativa en particular y, paradójicamente, la construcción de toda su vida alrededor del duro oficio docente.

Lejos de las grandes urbes germanas, los chicos y chicas que integran el alumnado viven en Stadtallendorf, otrora un minúsculo poblado rural transformado en centro de producción de armas durante la Segunda Guerra Mundial. Como se explica en detalle durante una visita al museo, la construcción de la ciudad como centro inmigratorio tuvo su origen en el pasado, merced al trabajo forzoso de miles de migrantes trasladados a la fuerza desde los países ocupados por el nazismo, aunque la lógica necesidad de mano de obra barata-búsqueda de mejores oportunidades-explotación continúa hasta nuestros días. 

En más de una ocasión los chicos, cuyos orígenes van desde Turquía a Rumania y de Bulgaria a Brasil, explotan silenciosamente en clase ante una nueva mudanza, o se debaten entre la consecución de los estudios y la práctica de un deporte o una carrera artística. Nada es fácil para Cengiz, Hasan o Ayman y el señor Bachmann lo sabe. En la invención de cuentos imposibles y, en particular, durante las clases de música (el maestro también canta y toca la guitarra) algunas de las frustraciones y ansiedades les ceden el lugar al goce y la esperanza.

Rodada a lo largo de un año escolar, con un equipo reducido que intentó invisibilizarse durante las jornadas de filmación (ver entrevista con la directora publicada en Página/12), El señor Bachmann y su clase es un ejemplo superlativo del documental de observación paciente, cuyas tres horas y media de metraje no son ni caprichosas ni redundantes. Hacia el final del camino, el espectador ha comenzado a conocer, comprender e incluso querer a cada uno de esos alumnos, cuyas vidas transitan caminos problemáticos, difíciles. Con la clausura del curso, justo antes de los títulos de cierre, la emoción surge de manera genuina durante las despedidas, sin aditamentos ni impulsos artificiales. ¿Habrá cambiado la vida de sus blancas palomitas ese profesor algo loco? Difícil saberlo de antemano, sólo el futuro es capaz de responder la pregunta. Quien observa todo frente a la pantalla, sin embargo, no puede evitar sentir el deseo de que las semillas de Bachmann germinen y ofrezcan las flores más bellas.