Con humor y desconcierto, la escritora Graciela Perosio (Buenos Aires, 1950) narra en su nuevo libro el tránsito por una enfermedad a lo largo del crudo invierno de 2018, cuando la elite gobernante en la Argentina estableció la “necesidad perentoria” de ahorrar en calefacción. En los textos, que se asemejan a una farmacopea poética, se presentan además episodios de la conocida crueldad del sistema de salud en la Argentina: “’¿por qué no se va en la combi a Saavedra / a ver si se la pueden hacer allí?’ / (Saavedra queda a tres cuartos de hora de viaje) / agradezca –pienso– que no voy a hacerle caso / porque usted cometería femicidio”. Por un lado, el coro de voces médicas; por otro, el de amigas y fantasmas familiares, con la asistencia del arte, figurada en el amor a la ópera, confluyen en Fresias de octubre (partes de enferma), publicado por el sello El Jardín de las Delicias. Citas de escritoras que pensaron sobre “la carta de ciudadanía” que otorga la enfermedad, como Virginia Woolf y Susan Sontag, operan como dosis reflexivas sobre el significado personal y social de la salud.

“Estaba débil y sentada durante muchas horas, observando detalles leves, sutiles: cómo se deslizaba la luz del borde de una hoja al de la maceta –cuenta Perosio–. Recibo una llamada de Claudia Schvartz y le empiezo a contar lo que veía y de pronto una oleada de perfume llega desde el balcón: ‘Clau, alguien trajo un jazmín. Qué maravilla, no lo veo pero se huele’. Y ella: ‘Anotá estas cosas, va a ser tu próximo libro y se va a llamar Partes de enferma’, que quedó como subtítulo, porque después de ganar la batalla no podía cederle a la enfermedad la tapa del libro. ¡De ningún modo!”. El período que abarcan los poemas se extiende de fines de abril a octubre de 2018.

Para la autora, que lleva publicados once títulos de poesía, además de ensayos sobre escritoras como Alfonsina Storni, Norah Lange y María Elena Walsh, este es un libro distinto de los anteriores. “Hay una historia, hay suspenso –dice–. La primera lectura de los borradores la hizo Dolores Etchecopar que me recomendó separar los párrafos fuertemente líricos de las partes más prosísticas. Le dije que no podía porque era un solo poema, un poema épico que pide ser leído de una sentada. Muchas veces, la épica cuenta la conquista de un territorio. Hoy la humanidad está luchando por conquistar su cuerpo como territorio. Su salud como conquista. Cuando me fui dando cuenta de esta posibilidad de significación, pude vencer el pudor de escribir detalles íntimos porque les vi un sentido para el público en general”.

Con la pandemia, la salud se convirtió en un asunto que dejó de estar reservado a lxs expertxs, en parte porque se reveló la escasa experticia de muchxs. Perosio alterna un registro etnográfico (“adelgazo entre 700 y 800 gramos por día / la armonía de un esqueleto de curvas suaves / reaparece tras la piel”) con otro sarcástico; ambos encuentran síntesis líricas en grandes poemas como el alucinatorio “El paraíso”, “Nessun dorma” y “El corazón”, donde se postula la existencia de un “corazón Perosio”. 

“Es un homenaje a la memoria de mi hermana Beatriz [secuestrada por la dictadura militar en 1978] y de mi tío, Albino Perosio, ambos ideológicamente muy distantes, pero los dos con sincera vocación por el arte de curar –dice–. En 2018, había estado el Día de la Memoria en Ascensión, provincia de Buenos Aires, donde una calle recibió el nombre de Beatriz Perosio. Creo que es el primer caso de una calle con nombre de una desaparecida y de una psicóloga. Poco tiempo después, tuve un enfriamiento y empecé este recorrido que cuenta el libro”.

En las primeras “jornadas” del poemario se representan escenas con médicxs. “No son un señalamiento personal –confía la autora–. Denuncio que la salud considerada mercancía vuelve ineficaz el trabajo médico y que ellos son también víctimas de lo que se les exige. La salud, la educación y la justicia no pueden ser tratadas con criterio de empresa. Por eso que más allá de la anécdota personal, este es un libro marcadamente crítico del neoliberalismo. Aquí hay material para un ensayo, pero mi primera y más comprometida versión es la poética”.

Coexisten dos sistemas de grafías en Fresias de octubre. “Con la cursiva, se marca el devenir de la historia en tono de diario íntimo; con la redonda, paréntesis que se abren hacia un pasado y que incorporan citas de libretos de ópera. La ópera en mi casa era habitual, mamá podía entrelazar cualquier conversación con una frase entonada de las arias más conocidas”, cuenta la autora, para quien la poesía expresa método e ideología. “Una puede elegir partir de la poesía e ir hacia la narración o hacia el teatro, pero nunca desaparece cierta ‘epistemología’ propia del género. Mi modo de pensar es muy musical, en mi obra hay mucha imagen visual y halla una fuerza fundante en lo sonoro. Y en el pensamiento reflexivo”. Tres versos de “El paraíso” ilustran el modo perosiano: “desde el barco va llegando a puerto / todo lo perdido / en su forma más bella liberada”.