En la primera semana de enero, Cristina Tapia entró a la farmacia de su barrio para retirar las dos cajas de Anastrozol, el remedio que no debe faltar en su blister desde hace tres años, cuando la operaron de un cáncer de mama en el Hospital Fernández. Tras su consulta, el farmacéutico fue específico: PAMI todavía no entregó la medicación. Este mismo episodio se repitió durante semanas, hasta que a principios de marzo, Tapia, de 70 años, recibió un llamado de la farmacia. “Me avisaron que la obra social exigía la firma de unos nuevos documentos. Así que fui a sacar número, a las 6 de la mañana, a la oficina del PAMI. Cuando llego, me aseguran que ya no había número. Al día siguiente, lo mismo”, explicó la mujer. Conseguir el turno con un empleado de la obra social fue sólo el inicio de un rompecabezas. “Luego me pidieron los informes preoperatorios y todos los estudios posteriores a la extracción del tumor. Es decir, todas las radiografías, análisis de sangre y lo que te puedas imaginar que tuve que hacer durante estos tres años”, comentó. Tapia persiguió, durante días, a los médicos del Fernández para que completaran estudios, formularios y consultas. Tras completar todo el papelerío, la jubilada finalmente consiguió la autorización del PAMI para retirar en su farmacia los dos tan esperados cajas de Anastrozol. El farmacéutico le dio sólo una. “Ahora el trámite de PAMI es mensual. Vas a tener que repetir todo eso cada treinta días”, dijo.