Desde Atenas

Como el de Argentina en Buenos Aires, el kilómetro cero de Grecia está en Atenas. Aunque no se trata de la Plaza de los Dos Congresos sino de Plaza Constitución. Naturalmente no se la llama en castellano sino en heleno: Syntagma. Ahí, cuentan, el pueblo griego se alzó en septiembre de 1843 contra el rey para exigirle una Carta Magna que, a las obligaciones conocidas, le añadiera derechos adquiridos. La plaza queda exactamente al lado del barrio Plaka, sobre el cual se erige el Partenón de la Acrópolis. En definitiva, el nacimiento de la nueva Grecia fue justo al lado de donde se sepultaba la vieja, la de la inocente (y, aunque su nombre engañe, excluyente) democracia ateniense.

Casi 170 años después de aquella gesta popular, Syntagma volvió a ser el kilómetro cero del descontento griego tras un asfixiante paquete de medidas de ajuste que su Parlamento votó en 2011. Recetas que revuelven el estómago de sólo recordarlas: aquellas que ordena el FMI para aleccionar a los países que deben devolverle millonarios préstamos. Entonces, se impuso en la península helénica un hit que hoy se convirtió en clásico: “Acá pasa lo mismo que en Argentina”. No hablaban del fútbol, cortes de carne o tango, claro, sino de la crisis social, política y económica que a fines de 2001 revolvió los cimientos culturales e institucionales de nuestro país.

Desde aquellos estallidos en mayo de 2011 pasaron redondos seis años. Y nada parece haber cambiado. Ni la situación económica, ni la turbulencia política. Tampoco las salidas escogidas, siempre orilladas hacia más ajustes fiscales y más “rescates” financieros. El espejo de aquella Argentina prendiéndose fuego desde Plaza de Mayo parece volverse confuso y dilatado en una Syntagma todavía ardiendo.

Porque, como nada cambió, naturalmente tampoco cambiaron los mecanismos de protesta. Por eso, en una especie de cover del 2011, los griegos volvieron a copar Syntagma para hacer lo que hasta ahora vienen haciendo (aunque, por lo visto, sin grandes éxitos): armarse en bloque y conservar al menos el dominio de la “calle”, ese capital simbólico que poco parece importarle al Capital.

En aquellos años iniciáticos de agitación, granadas lacrimógenas y bancos vandalizados, Grecia lideraba con España el movimiento de “indignados”, franquicia que llegó en balsa hasta Europa desde el otro margen del Mediterráneo, allí donde casi todos los países de la medialuna islámica azuzaban la Primavera Arabe. El NO cubrió toda esa faena y le consultó a Sevi Triantis, una chica ateniense de 26 años que estudiaba Historia y Arqueología y que participaba de las protestas, si creía que podían picar con su aguijón a los molinos de viento: “Nuestra pelea acaba de comenzar y nos queda un largo camino. Me cuesta pensar en un mundo mejor, pero si luchás, quién sabe…”.