La mesa de la cervecería donde tiene lugar el encuentro se transforma en un conciliábulo de críticos cinematográficos. Pero no se trata de una reunión post privada de prensa o de una cita para discutir el estado del cine mundial, aunque algo de esto último se deslice entrelíneas. Natalia Trzenko, María Fernanda Mugica y Juan Manuel Domínguez, –periodistas del diario La Nación, las primeras; del periódico Perfil, el segundo– acaban de publicar sendos libros, lanzados por la editorial Paidós, que ya pueden conseguirse en las librerías de todo el país: Súper Hollywood - Los héroes del cómic salvan al cine y Amar como en el cine - Comedias románticas de ayer y de hoy. Se trata, en realidad, de las puntas de lanza de una nueva colección de cine popular dirigida por el también crítico de cine Leonardo D’Espósito, que continuará en los meses venideros con un volumen dedicado al cine de los años 80 y a otro donde se analizará el consumo hogareño de películas. Los que ya están impresos y distribuidos reflexionan –como sus respectivos subtítulos lo certifican– sobre distintos aspectos de un par de géneros muy consumidos por el público contemporáneo: los films de superhéroes y la comedia romántica.

“La idea general de la colección, que nace del cerebro de D’Espósito, es pensar el cine en términos populares. Algo que, si bien suena un poco redundante, no lo es tanto si se piensa en los libros de cine que se editan en el mundo”, comenta Domínguez, que además de su trabajo como crítico programa la sección de cine de animación del Bafici. Y es, desde luego, un fan empedernido del mundo de la historieta. “Por esa razón partimos de estos dos tópicos: un género como la comedia romántica, que cualquier fanático del cine conoce, ya sea por rechazo o por enamoramiento, y el de superhéroes, que es un poco el elefante en el cuarto, del cual intenté hablar de una manera amable, pero un poco menos condescendiente de lo que suele leerse”. María Fernanda Mugica aclara que, además de la popularidad de los temas, “la idea era que cualquiera pudiera leer los libros. Que parten de la crítica, con opiniones, pero están pensados, a partir de su estilo, para un público general”. “Por otro lado, hay que aclarar que, inevitablemente y por una cuestión de espacio, tuvimos que hacer un recorte”, acota Natalia Trzenko. “Hablamos de las películas más vistas, las más reconocidas, las más populares. Hay comedias románticas en casi todas las cinematografías del mundo, comenzando por la argentina, pero la idea era destacar la masividad y analizar el fenómeno a partir de allí”.

–Los libros parten de una estructura cronológica que no es respetada a rajatabla: los capítulos van y vienen en el tiempo para analizar el fenómeno en el pasado y hoy en día. ¿Les pareció importante pensar en ese formato para transmitir las ideas centrales?

–Juan Manuel Domínguez: En mi caso, se hacía casi indispensable pensarlo en términos cronológicos para explicar cómo un fenómeno cultural estadounidense –la historieta– fue reabsorbido por otro fenómeno del mismo origen, Hollywood. Hubo intentos, exabruptos, pequeños aciertos a la hora de llevar a los superhéroes al cine desde los años 40, pero es realmente a partir de comienzos de la década del 2000 cuando se establece esa cosa sistemática que confirma la idea de género cinematográfico. A pesar de que todavía muchos no lo leen como tal. Pero es indiscutible que hasta ese momento la súper-película era una excepción, no parte de un entramado.    

–María Fernanda Mugica: Con la comedia romántica nos pasaba algo similar. Para explicar el género teníamos que hacer un breve repaso de cómo había ido cambiando con el paso del tiempo, para llegar a Cuando Harry conoció a Sally, que para nosotras da inicio a una nueva era. Y de allí pasamos a la idea de estructura y otros detalles de las películas.

–Natalia Trzenko: En un punto creo que los dos libros conversan. Nosotras comenzamos con una pregunta: ¿qué pasa con la comedia romántica contemporánea, luego de esa época dorada en los años 90? Si hoy las películas de superhéroes están marcadas por la masividad total, con la comedia romántica ocurre casi lo contrario. Cada vez hay menos películas y muy pocas resultan interesantes, más allá de algunas experiencias televisivas, en particular, o en el cine independiente. Por esa razón nos vimos obligadas a viajar hasta la screwball comedy de los 30, a Katharine Hepburn, de quien se podría escribir un libro entero, desde luego.

–De alguna manera, están afirmando que los superhéroes mataron al amor cinematográfico. En determinados capítulos se habla del cine como industria y negocio.

–N. T.: Resulta indispensable mirar la taquilla para entender los cambios, qué hacen los estudios, porque salvo excepciones siempre se trató de un cine industrial. De todas formas, para que Juan Manuel no se ponga mal, hay que aclarar que la decadencia comenzó un poco antes de la llegada de los superhéroes, algo que tiene que ver con el género en sí mismo y con los muchos malos ejemplos que se produjeron por pura especulación económica. Pero la secuela, la secuela de la secuela, la precuela, el merchandising y la cajita feliz no son conceptos que se presten a la hora de hablar de la comedia romántica. Y nunca lo harán.

–J. M. D.: A la hora de hablar del canon de la comedia romántica no hay mucha discusión respecto de las mejores películas de la historia. Es algo tremendamente cinematográfico. Y tiene más historia.

–M. F. M: Y está el tema del público: si las películas basadas en comics piensan en un espectador masculino de catorce años como su ideal, en el caso de la comedia el target está más cerca de la mujer de mediana edad.

–Así como en Amar como en el cine se destaca Cuando Harry conoció a Sally como película seminal de estos tiempos, en Súper Hollywood ese rol lo cumple X Men. Sin embargo, daría la impresión, al leer el libro, que nada se compara a Superman y Superman II.

–J. M. D.: Creo que lo que tienen esas dos películas, a las cuales sumo el Batman de Tim Burton, es que se trata de films de superhéroes todavía tangibles, pensados más desde el cine que desde el efecto especial. Tangibles en el sentido de que tienen la misma textura que La guerra de las galaxias, la película original, o Indiana Jones. Un cine que uno siente que está armado en frente del espectador. Creo que nadie está enamorado de las películas de superhéroes; es un fenómeno que se consume, al que atendemos, pero nadie puede decir “esta es la obra maestra del género”.

–Algo a destacar en ambos libros es que no resultan voluntaristas: no todo es genial o extraordinario. No es tan común en textos sobre cine popular.

–N. T.: Se trata de verlo, en lo posible, dentro la realidad. Cuando uno se concentra para buscar ideas en las comedias románticas se topa con cosas brillantes, geniales y otras que hacen agua por todos lados. Lo cual no quita que, de todas formas, las disfrutemos. O que sean íconos y que hayan ayudado al avance del género. Pero no puede dejar de decirse que Mujer bonita, vista hoy, tiene muchos problemas, no necesariamente cinematográficos, pero sí temáticos e ideológicos. Al mismo tiempo, fue una caja de sorpresas: transformó definitivamente a Julia Roberts en la súper estrella de los 25 años siguientes y recuperó la carrera de Richard Gere, un actor que no veía precisamente en ascenso.

–M. F.  M.: Hay un lugar común de la crítica: la frase “sólo para fanáticos del género”. Lo que ocurre es todo lo contrario: cuanto más fan se es de un género, más se notan los problemas de las películas. Con el libro quisimos hacer eso, precisamente.

–J. M. D.: En mi caso, la pregunta esencial era la siguiente: ¿cómo llegamos de un tipo que está levantando un auto en la tapa de una revista de 1938 a la segunda película producida por Disney, gastando 300 millones de dólares, con un mapache y un árbol que habla? ¿Qué ocurrió? ¿Ganó el género o perdió? ¿Ganó el absurdo del género o perdió? ¿Cómo definir el elástico que describe qué está pasando con los superhéroes? Eso es lo más sorprendente, que Batman pueda ser Adam West o Michael Keaton o Christian Bale. Y así el personaje gana y pierde en su contacto con el público que no es específico. Lo importante es cuán superficiales o profundos pueden ser los superhéroes, cuánto de eso entiende o no Hollywood. De alguna manera, la industria del cine sí entendió algo clave: que esto es algo que se puede vender y mucho. Los relatos particulares son otro asunto, pero lo cierto es que el cine expandió la conducta del fanático de la historieta al mundo entero, lo universalizó. Es casi un absurdo cultural que vale la pena analizar. De todas formas, al cine de superhéroes le falta todavía su obra maestra.

–¿Matarán los grandes estudios a la gallina de los huevos de oro con tanta acumulación de películas súper heroicas? ¿Triunfará nuevamente en el futuro la comedia romántica?

–J. M. D.: Creo que hay algo que comenzó a aparecer recientemente, con Guardianes de la galaxia, entre otras películas, que es clave en el diseño de los superhéroes, y es el hedonismo. Porque es una invención hedonista, cuyo mayor estandarte es usar el calzoncillo por fuera del pantalón. Creo que ese factor, que se está comenzando a comprender, puede llegar a salvar al género. La tendencia era la contraria: apagar los tonos del diseño original, llevarlos a un lugar más oscuro. Siento que pocas películas fueron disfrutadas al momento de su realización.

–N. T.: ¿Hay una obra maestra en la comedia romántica? Sí, hay muchas. Desde la década del 30 en adelante. En esa década y la siguiente hubo autores, actores, guionistas, directores de fotografía que lo llevaron a un nivel muy alto. El problema es que después el mismo contexto social y la autocensura de Hollywood comienzan a obturar el arte. Cuando logra liberarse de eso ya estamos prácticamente a mitad de los años 60, donde el romance ya parecía algo olvidado, no era prioritario. Ahí aparece Woody Allen con Dos extraños amantes, como ruptura del género en todo sentido, en principio de su propia estructura, porque la comedia romántica es, en principio, muy rígida.

–M. F. M.: En los ochenta llega la cuestión capitalista de conseguir amor y dinero al mismo tiempo, todo junto. Algunos films fueron muy buenos, como Secretaria ejecutiva o Un príncipe en Nueva York. Y en 1989, al filo de los 90, aparece Cuando Harry conoció a Sally, que tiene todo lo que tiene que tener una buena comedia romántica: personajes perfectos, diálogos perfectos, timing perfecto. Y un romance que es creíble para la época. Y equilibrado. Y ese es un problema, porque fue una película que puso la vara en un nivel muy alto.