Tomando los últimos datos publicados por el Ministerio de Hacienda y Finanzas con respecto a los ingresos y egresos del Sector Público Nacional no Financiero (base caja) a septiembre pasado y haciendo una proyección para los meses de octubre a diciembre, se verifica un déficit primario sin rentas del 6,33 por ciento, más un déficit cuasifiscal del 2,11 por ciento del PIB para el 2016. Por lo que se proyecta un déficit fiscal de la administración nacional consolidado del 8,45 por ciento del Producto. 
Para estas estimaciones se utilizó los índices de precios de la Dirección General de Estadísticas y Censos de la Ciudad de Buenos Aires, que según proyecciones propias, terminará en diciembre con una inflación interanual de más del 43 por ciento. Cabe destacar que el IPC del Indec y el índice de precios de la Ciudad de Buenos Aires vienen teniendo diferencias poco significativas, aparte de que de noviembre a abril el Indec no difundió los indicadores de precios.
Cabe destacar que el déficit primario, con rentas, del 2015 finalizó en 1,9 por ciento del PIB. El actual aumento del déficit está explicado por los impuestos que el actual gobierno dejó de cobrar, como retenciones, y por el shock depresivo sobre la actividad económica que tuvo la devaluación a fines del año pasado. Esto produjo una estanflación, caída de la actividad con altos niveles de inflación, que tal como lo explica el efecto Olivera-Tanzi, ante aumentos elevados en los niveles de precios, se evidencia una caída relativa en los términos de recaudación fiscal. 
En los momentos en que se disparó el déficit fiscal, se sucedieron crisis económicas que tuvieron efectos profundos sobre el país. En el Rodrigazo, el déficit primario pasó de 6,62 por ciento del PIB (1974) a 12,67 por ciento del PIB (1975), mientras el déficit financiero se incrementó del 7,75 al 13,84 por ciento en esos mismos años. 
En la crisis de sobreendeudamiento de 1982, el aumento del déficit financiero que alcanzó el 11,36 por ciento del PIB, generado por mayores pagos de intereses de deuda, hizo disparar la inflación y la devaluación de la moneda. En la crisis de hiperinflación de 1989, el déficit financiero se mantuvo en el orden del 8 por ciento del PIB. En 2001 se produjo la crisis de la Convertibilidad y el déficit fiscal alcanzó el 7,03 por ciento del PIB. 
Con relación al déficit cuasifiscal, que es el déficit que tiene el Banco Central, fue producto de una política monetaria contractiva, que aumentó las tasas de interés del sistema y que absorbió liquidez mediante la colocación de Letras de la entidad monetaria. Al 9 de noviembre el Banco Central tenía emitido la cantidad de 703.612 millones de pesos de Lebac y Nobac. Los intereses que deberá pagar el Banco Central por esas letras se acercan a 2,8 por ciento del PIB en 2016. La Base Monetaria (la circulación de moneda más los pesos que tienen los bancos en el BCRA) era al 8 de noviembre de 724.286 millones de pesos. Al 10 de diciembre del año pasado, las letras del Banco Central representaban el 48 por ciento de la Base Monetaria, cuando en la actualidad representan el 97.
El 84 por ciento de las letras del BC vencen en menos de 3 meses. Si el mercado no convalidara las actuales tasas que está pagando la autoridad monetaria, esos excedentes de liquidez irían hacia el dólar. Por lo que se estima que habría una fuerte corrida contra el peso. Una nueva devaluación acrecentaría los niveles de precios, produciendo mayor caída de la actividad económica.
El déficit fiscal, que sostiene el gasto corriente, es financiado con emisión de deuda en dólares y en pesos. Se estima que la nueva deuda tomada en las dos monedas es equivalente a 90.000 millones de dólares. La deuda tomada en dólares con privados asciende a aproximadamente 50.000 millones de dólares en lo que va del año. 
El actual esquema se sostiene vía endeudamiento, apertura de la cuenta de capital, libre entrada de importaciones, con el objetivo de contener los niveles de inflación, y fuerte distribución regresiva del ingreso. Esto tiene como consecuencia el aumento del desempleo y la pobreza, junto con la destrucción del aparato productivo interno. 
Tras el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos se avizora un giro de la principal potencia hacia su propio mercado interno. Esto fortalecerá el dólar y producirá un vuelo de los capitales (flight to quality) de los países emergentes a Estados Unidos. Si ese giro significara un regreso de capitales a su propio país, esto producirá consecuencias en el corto plazo en el actual esquema de financiamiento en las áreas fiscal y monetaria del sector público en la Argentina. 
El ajuste feroz que pide a gritos el neoliberalismo significaría aumentar las tensiones sociales sobre las cuales el actual gobierno transita sobre una cornisa. Todas las posiciones a futuro del dólar registraron subas significativas desde el triunfo de Trump. Se espera que se incremente la salida de flujos de capital de la Argentina, en la medida que se siga fortaleciendo el dólar. Cabe esperar que el gobierno recomponga los ingresos fiscales, anulando la baja de las retenciones agropecuarias y busque otros impuestos progresivos, que no le quiten capacidad de consumo al conjunto de la población, para que imágenes del pasado no se vuelvan a repetir.

* Economista (UBA, UNR).