La figura del desocupado suele ser escurridiza para los estudios socio-históricos. La desocupación, como fenómeno, sí ha tenido un lugar importante en el estudio de la clase obrera, pero ¿desde qué perspectivas se puede analizar al sujeto que, por cesante, parece quedar expulsado de la categoría de proletario? Un abordaje novedoso es el que propone Trabajadores y pobres: la cooperación entre el activo y la reserva de la clase obrera en Argentina (1994-2004), el nuevo libro coordinado por el historiador Nicolás Iñigo Carrera –investigador principal del CONICET en el Instituto Ravignani de la Universidad de Buenos Aires (UBA)–, que recorre las distintas formas de vinculación entre las capas pobres, marginadas del sistema laboral formal, y el movimiento sindical argentino.

La publicación, editada por Imago Mundi, de la que participaron los investigadores Fabián Fernández y Davisson Cangussu de Souza, profundiza una de las líneas de análisis fuertes del Programa de Investigación sobre el Movimiento de la Sociedad Argentina (PIMSA) –del que forman parte los autores–, y pone su foco en un decenio de tránsito entre los siglos XX y XXI, “uno de los momentos de mayor desocupación en la historia argentina”, según detalló Iñigo Carrera.

Trabajadores y pobres explora las mediaciones entre las organizaciones sindicales y la población desocupada, en un ciclo de rebelión que va desde el Santiagazo (diciembre de 1993) hasta mediados de la primera década de este siglo, luego del clímax de 2001.

Los que sobran

La clase obrera, en general, es uno de los blancos predilectos del análisis de PIMSA. Ya en 2010 habían lanzado una publicación en la que se reunía gran cantidad de material acerca de la desocupación durante la crisis de los años treinta del siglo pasado. Para Iñigo Carrera, ese es uno de los dos momentos más críticos en cuanto a desempleo; el otro es el decenio del que se ocupa su nuevo libro.

“Es un proyecto en el que trabajamos hace tiempo. La publicación de 2010 está centrada en tres estudios de casos en Chaco, Santa Cruz y Jujuy, sobre la situación de los desocupados y su relación con el movimiento sindical. Es un tema sobre el que no había nada. Nos quedó material y ahora pudimos organizarlo en este nuevo trabajo”, explicó el investigador al Suplemento Universidad.

Para desentrañar los matices de este nexo complejo entre ambos universos, los autores se basaron en el gran acervo de declaraciones y noticias que provee la base de datos de conflictos de PIMSA, una hemeroteca en la que se registra el tratamiento que los diarios Página|12, Clarín, La Nación y Crónica dan a los acontecimientos vinculados a la clase obrera. El archivo existe desde 1993 –año de inicio del programa de investigación– y fue central en la construcción del libro.

El texto analiza el vínculo entre ocupados y desocupados a partir de sus acciones callejeras. En ese sentido, el registro “sirvió mucho, porque una de las maneras de medir si había o no vinculación entre los dos campos es ver la cantidad de hechos de unos que reciben la adhesión de los otros”, señaló Iñigo Carrera.

Los años álgidos que toma como universo este trabajo son el desenlace de un proceso que el historiador ya había detectado en los datos censales de finales de los ochenta y comienzos de los noventa.

“El capitalismo argentino tiene como característica la generación de una población relativa que le sobra al capital y que tiene magnitudes crecientes en algunos momentos”, subrayó y agregó: “A fines de los ochenta, esa masa de población sobrante crece y hoy puede observarse no sólo en los desocupados, sino en otras facciones sociales que están integradas en ramas del trabajo que no tienen fuerza, viven de subsidios o que no pueden encontrar un espacio en el capitalismo actual”.

Las mediaciones necesarias

Para registrar el pulso de estas negociaciones, el libro ofrece un background teórico que va desde Mijaíl Bakunin y Karl Marx hasta Álvaro García Linera y la experiencia de Hugo Chávez en Venezuela. Se explora el problema más general de la superpoblación dentro del capitalismo mundial y argentino y se perfilan las transformaciones que los sujetos sociales fueron sufriendo a lo largo de la historia. También incorpora reseñas acerca del surgimiento de las organizaciones obreras y de las capas pobres en nuestro país.

Los análisis son respaldados con declaraciones y entrevistas a representantes de las distintas centrales sindicales, y para cada uno de los momentos del período estudiado se definen las posiciones de la Confederación General del Trabajo (CGT), la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), el Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA) y de distintas corrientes del espectro sindical con respecto a la desocupación.

Según Iñigo Carrera, este vínculo es complejo y varía dependiendo del segmento histórico que se elija para analizarlo. La perspectiva del movimiento sindical antiguo era que el que quedaba desempleado dejaba de formar parte del sindicato y perdía su respaldo.

“Por ejemplo, salvo excepciones, tanto en la década del treinta como en el segmento que estudiamos ahora, la CGT no se encarga de los desocupados. Hace propuestas para resolver la desocupación, pero el que queda desempleado queda fuera del sindicato y que Dios lo ayude. En cambio, la CTA sí se planteó desde el principio permitir a los desocupados formar parte del movimiento sindical”, destacó.

El nexo, como muestra el libro y expone el historiador, no está exento de momentos de cortocircuitos y otros de fluidez.

La clase obrera sin paraíso

Si bien el estudio en profundidad de Trabajadores y pobres tiene a 2004 como límite, la investigación se cierra con un epílogo que diagnostica la situación de este lazo en el tiempo transcurrido desde ese momento hasta 2019. Al respecto, Iñigo Carrera comentó que “en los últimos cinco o seis años, se ha generado una relación mucho más fluida entre las organizaciones de desocupados o de capas pobres y el movimiento sindical”.

La tendencia es hacia la sindicalización. Hoy, distintas agrupaciones de los sectores marginados del sistema laboral formal trazan contactos con las múltiples corrientes del movimiento obrero. El investigador vaticinó que la propensión es hacia una organización más sólida de los desocupados y a una confluencia con el movimiento sindical y graficó: “Ese avance hacia la sindicalización les permite establecer comunicación con las centrales sindicales. Un caso de este proceso es el de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) que ha pedido adherirse a la CGT”.