¿Qué nivel de emisión de gases efecto invernadero tiene la producción triguera argentina? ¿Cuánto aporta a dicha emisión cada eslabón de la cadena, incluyendo la manufactura de derivados de la harina? ¿En dónde se ubica el país en relación a otras economías cerealeras? Los investigadores Rodolfo Bongiovanni (INTA-Córdoba) y Leticia Tuninetti (INTI-Córdoba) desarrollaron una herramienta de cálculo de huella ambiental para el sector triguero que puede ser utilizada por los diferentes actores de la cadena y responde a varias de las preguntas anteriores.

Esta información es útil no solo por el objetivo ambiental en sí mismo, sino porque los mercados de destino son cada vez más exigentes en relación a la emisión de gases efecto invernadero. Pero además, por lo general la reducción de la huella de carbono está asociada a un incremento de la eficiencia en la producción, que al final del día redunda en una mejora de la rentabilidad económica.

"Todas las actividades económicas, en la medida en la que utilizan energía a lo largo de sus cadenas de producción, son responsables de una cantidad más o menos significativa de emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. La actividad agrícola y la producción de alimentos no son una excepción, al utilizar diversas fuentes energéticas para producir, fundamentalmente gasoil para mover la maquinaria. La suma de esas emisiones de gases es lo que se denomina huella de carbono. Existen estándares internacionales para medir la huella de carbono. En el mercado internacional cobra mayor fuerza cada vez este tema y cumplir esos estándares se convierte en una herramienta estratégica y comercial", explican.

La huella

Según el trabajo, la huella de carbono de la producción primaria del trigo de Argentina es de 148,5 kg equivalente de dióxido de carbono (CO2) por tonelada en la puerta del campo. A ese valor se le suman 37,9 kg CO2 eq/t por el transporte para llegar al puerto de exportación, lo que resulta en un total de 186,4 kg CO2 eq/t de trigo en el puerto. Ese número resulta de la aplicación de una tecnología promedio. En cambio, con un nivel tecnológico bajo, la producción primaria del trigo en la puerta del campo sube hasta 171,7 kg CO2 eq/t, sin contar el transporte.

“En la producción primaria de trigo, el principal punto caliente desde el punto de vista ambiental son las emisiones por los residuos de cosecha, que representan el 33 por ciento del trigo en el campo y 26 por ciento del trigo en puerto. En segundo lugar, se encuentra la suma de las emisiones por la fabricación y uso de fertilizantes, equivalentes al 33 por ciento del trigo a campo y 27 por ciento del trigo en puerto. En tercer lugar, la huella por el uso de combustibles para las labores agrícolas (19 por ciento del trigo a campo y 15 por ciento del trigo en puerto). El transporte aparece en tercer lugar, con un 20 por ciento de la huella”, detallan Bongiovanni y Tuninetti.

Según los investigadores, “los valores encontrados por este trabajo se encuentran por debajo de los internacionales, utilizando los mismos métodos y protocolos”. Detallan que resulta 15 por ciento inferior a la calculada en 2014 para Bangladesh y 75 por ciento menor a la estudiada en 2011 para Finlandia. También es inferior a Suecia, España y Reino Unido. Respecto de Canadá, hay estudios que ubican a la Argentina con una huella más baja, y otros indican lo opuesto.

En diálogo con Página/12, Leticia Tuninetti, Ingeniera Industrial y Especialista en Ingeniería Ambiental (INTI Córdoba) y coautora del informe, explicó que "el trigo argentino tiene un desempeño ambiental bastante mejor que el mismo trigo producido en otras partes del mundo. Esto se debe al tipo de ecosistema, clima y suelo que  tenemos en el país, que permite que con una relativa poca cantidad de fertilizantes nitrogenados y agregados químicos a los suelos se obtenga buena productividad. Además, en nuestro país no se hace riesgo artificial, que también requiere energía. Por último, el método de siembra directa es favorable en términos de huella de carbono porque consume menos combustible que la siembra convencional".

Agroindustria

En el caso de la harina de trigo, la etapa de producción primaria del grano de trigo representa el 50 por ciento de la huella de carbono, seguido por el transporte al cliente (14 por ciento), el transporte del trigo desde el campo hasta el molino (12 por ciento) y el uso de aditivos a la harina (12 por ciento).

En tanto, los resultados de la huella de carbono de la pasta seca muestran que la etapa agrícola es responsable por el 34 por ciento del impacto de la cadena productiva, mientras que el total del transporte explica el 36 por ciento de la huella. La producción industrial de la pasta, que involucra a la molienda y la elaboración, es responsable del 20 por ciento de la huella.

Puntos críticos

Según el trabajo de los técnicos del INTA, “la fertilización nitrogenada es el punto crítico más importante sobre el que se debe actuar para reducir la huella de carbono en la producción primaria”. Sugieren “introducir leguminosas en la rotación de cultivos y usar fertilizantes de los residuos orgánicos que puedan estar disponibles”.

El consumo de gasoil es el segundo punto crítico sobre el que actuar para reducir la huella de carbono, advierten. “Para ello es decisiva la elección del sistema de laboreo, así como del tractor adecuado y el manejo más conveniente. La bibliografía consultada indica que un factor de reducción de emisiones es el mantenimiento preventivo de la maquinaria, como así también el uso de motores diésel de nueva generación. En el futuro, se prevé que la incorporación de maquinaria agrícola con motores eléctricos tenga un gran efecto sobre la disminución de las emisiones”, indican. En las industrias harinera y fideera, “se pueden lograr disminuciones de las huellas de carbono a través de la optimización del packaging y de los transportes”.