Desde sus inicios, la edificación del Estado argentino quiso hacerse a imagen y semejanza de un modelo blanco y europeo. Un país sin negros y con pocos indios es la imagen que el relato etnográfico dominante ha inyectado en el sentido común de forma tan efectiva que aún hoy se suele sostener que “los argentinos llegamos de los barcos”. A pesar de la ideología del blanqueamiento y de que las corrientes antropológicas tradicionales las hayan decretado extintas, las identidades originarias resisten y siguen formando pueblo, aunque sus prácticas culturales se transformen, como las de cualquier comunidad en un mundo cambiante.

Claudia Briones, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y profesora en el Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (IIDyPCa) de la Universidad Nacional de Rio Negro (UNRN), conversó con el suplemento Universidad y expuso los distintos procesos de estigmatización que pesan sobre las comunidades originarias.

-¿Cómo han operado los mecanismos de invisibilización de los pueblos indígenas a lo largo de la historia?

-Son procesos de larga duración. Argentina fue de esos países cuya construcción de nación pujó desde el inicio por ser blanca y europea. Más allá de los exterminios, las políticas iniciales del siglo XIX luego de la conquista militar, incluyeron campos de concentración que buscaban destribalizar o argentinizar a los indígenas. Era tal el intento de no ver lo que había que se negó su existencia. El relato maestro de construcción de nación en Argentina es el de un país sin negros y con muy pocos indios. A partir de ahí, nace todo un discurso que se repite y que es repetido por las autoridades del país que reza que “los argentinos venimos de los barcos”. No son los barcos esclavistas, por supuesto, si no los de la migración transatlántica del siglo XIX en adelante. Se habla mucho del crisol de razas, pero yo sostengo que hay dos crisoles. Tenemos el crisol europeo, el único visibilizado, con el que se trató de fundamentar la idea de la argentina blanca, hija de la inmigración, europeizada y homogénea, y luego está el crisol productor de cabecitas negras, que se hace evidente a mitad del siglo XX con el llamado aluvión zoológico por algunos, y grasitas por otros. En este segundo grupo entró todo lo que no quería la nación: los indígenas, los afros y los inmigrantes de países limítrofes, a los que se silencia.

-¿Cuál es el tratamiento que desde el ámbito académico se hace de estos procesos?

-Desde finales del siglo XIX hasta mitades del siglo XX, los que eran considerados como académicos eran intelectuales orgánicos de la construcción de nación de la que estamos hablando. Aunque no todos los discursos son completamente idénticos, se puede decir que hay una forma de subjetivación cívica que hereda estos relatos maestros y no logra convertir reflexivamente esas nociones en un objeto de análisis. Los actúa. Les da letra. La idea de la extinción académica de las identidades originarias viene de una antropología muy clásica que sigue considerando a cultura y a identidad como una misma cosa. Siguiendo esa lógica, bastaba ver transformaciones en las prácticas de los pueblos para asumir que esas identidades estaban perdidas.

“La idea de la extinción académica de las identidades originarias viene de una antropología muy clásica que sigue considerando a cultura y a identidad como una misma cosa”.

-¿De qué forma existen las identidades originarias en la actualidad?

-Como todo colectivo humano, independientemente de su potencia demográfica, hay mucha heterogeneidad entre los pueblos indígenas. Cuando uno va viendo los procesos de incorporación al Estado nacional, las migraciones forzadas en busca de trabajo y los desplazamientos por desalojos, observamos que las trayectorias de las personas se van diversificando. Hay muchas formas de pertenecer al mismo pueblo. Por culpa de las migraciones, mucha de la vida de los pueblos indígenas tiene que trasladarse a las ciudades. Se cree, entonces, que por estar en la ciudad los sujetos pierden la pertenencia y esto no es así. No es que no son, son de otra manera y en otro lado, pero siguen formando comunidad, siguen formando pueblo. Eso es lo que le cuesta ver a la ideología del blanqueamiento, que decreta que si se van a las ciudades o dejan de hablar la lengua dejan de ser indígenas. Eso no funciona así.

-¿Qué consecuencias tiene para los pueblos esta ideología del blanqueamiento?

-Es tan fuerte esta visión de que los pueblos que cambian dejan de ser indígenas, que aparte de ocultarlos compulsivamente, algunos indígenas silencian su pertenencia para no ser discriminados. Se asume, entonces, una extinción como proceso irreversible. Después, la sociedad se sorprende cuando aparecen auto-identificaciones de pertenencia a pueblos. Surge la sospecha: “debe ser por interés” o “son indios truchos”, son algunas de las cosas que se dicen. Sus transformaciones son inevitables en los mundos cambiantes. Con determinados pueblos, como nunca se pudo poner en duda su existencia, lo que se hace es dividirlos entre buenos y malos. Es lo que sucede con los mapuches. Se los escinde entre verdaderos o advenedizos, originales u oportunistas. El problema es pensar que cultura e identidad son lo mismo; las prácticas culturales cambian, pero las identidades pueden permanecer.

-Es habitual que en la actualidad se hable de la reemergencia de los pueblos indígenas, ¿existe este proceso?

-A mí no me gusta mucho el concepto. Se viene usando, pero peca de dar la idea de que los pueblos salen de la nada, aunque se le ponga el “re” antes de emergencia. Es un concepto que no logra dar cuenta de que muchas pertenencias no se manifestaban en público por distintas razones. Gracias a la lucha de las comunidades, a medida que se habilitan espacios para una identificación no tan denigrada, las pertenencias empiezan a mostrarse y a enunciarse públicamente. Puede parecer que hoy hay más potencia en los pueblos, pero es porque pelearon y lucharon para poder manifestar una pertenencia sin sentirse tan degradados. Esto no quiere decir que la situación de los pueblos al día de hoy sea la que las constituciones han prometido. Seguimos teniendo infinidad de limitaciones para aplicar los marcos jurídicos que garantizan los derechos indígenas. En eso Argentina viene muy atrasada. La idea de reemergencia no ve las historias silenciadas. En la Patagonia se suele decir que los mapuches ahora salen por debajo de las piedras. No. Quisiéramos verlos o no, los pueblos indígenas siempre estuvieron ahí.