“Desde 2018 no toco en Buenos Aires. Este reencuentro es volver a un canal energético vital que me es absolutamente imprescindible”, dice el uruguayo Daniel Drexler, en diálogo desde Montevideo. El vínculo fuerte con Buenos Aires, dice, tiene que ver con la cercanía, con la familiaridad del lenguaje, y con una forma de ver el mundo y la música. “Mi espacio vital va y viene entre ambos lados”, sostiene este cancionista y médico otorrinolaringólogo que ha reflexionado largo y tendido sobre la canción del Río de La Plata. “En Buenos Aires hay una sensación de dinamismo vital y Montevideo es medio zen. Y yo necesito ese equilibrio”, redondea Drexler, que se presentará este jueves 23 de junio a las 20.30 en Café Berlín (Av. San Martín 6656).

El músico y compositor acaba de lanzar el primer adelanto de su nuevo disco, que saldrá completo en septiembre. La nueva canción, “En esta cama”, captura con tono poético el recuerdo de una encuentro íntimo entre dos amantes, y tiene un video “almodovariano” realizado por Dante Martínez y Diego Stickar. “Es una sorpresa enorme el video, porque es una estética que no tiene nada que ver conmigo y sin embargo me sentí absolutamente ahí adentro. Me abrió un canal comunicativo que no existía. Es importante saber asumir riesgos, saber que esto es ensayo y error. Y entender el error no como un fracaso sino como parte de un proceso en el que uno va aprendiendo”, dice Drexler, que en su canción logra conectar la “dimensión emocional, instintiva y racional”.

La idea melódica surgió de una manera cotidiana y telúrica: “En el fondo de casa hay un montón de pájaros y anoté en el piano una de esas melodías y le cambié un par de notas”, cuenta. “Esa idea de incorporar la musicalidad que es particularmente rica en el Río de la Plata. Me interesaba poder incorporar el canto de los pájaros, esa forma de armar las melodías que tenía el estilo pampeano, que tenía Gardel en su primera época. Hay una delicadeza melódica en el estilo pampeano que cuando sobrevivió en el tango fue el punto máximo de lo que dio a nivel canción el Río de la Plata. Y creo que ‘En esta cama’ está construida un poco sobre esas bases. Que las palabras tengan un sentido semántico pero también un sentido de musicalidad”, dice.

En este concierto, el músico adelantará varias canciones nuevas y repasará los clásicos de su repertorio, como como "Salvando las distancias", "Palermitana", "Lo que siempre fue", "Vacío" y "Febril remanso". Entre manos, trae para mostrar un espectáculo nuevo, con una estética renovada. “Toda la puesta sonora es nueva; estoy yendo con toda una serie de secretos acústicos que me permiten moverme de una manera mucho más fácil por el escenario: no va a haber cables ni monitores”, adelanta. ”Hay todo un juego que nos venimos planteando con el diseñador de sonido, con el iluminador, con el que maneja el Ableton, y es toda una experiencia nueva para mí. No tener monitores ni cables arriba del escenario es una sensación muy liberadora”, sostiene.

“Mi vínculo con la música tiene una cosa trascendental: siento que si no sigo creando se me muere  mi vida social, por ejemplo. Mi capacidad de viajar e ir abrazando amigos por ahí se muere”, resalta. “Jamás me hubiera dedicado a la música si hubiera tenido una intención económica. Tenía por delante un camino en la medicina altísimamente redituable y en la época en la que tomé la decisión de dedicarme a la música Eduardo Mateo se estaba muriendo en el piso 3 del Hospital de Clínicas de indigencia. Veía a mis colegas, admirados de la vida, y eran tipos que llevaban una vida prácticamente como si fueran monjes budistas. Estoy hablando de Fernando Cabrera, Darnauchans, Rubén Olivera, Mauricio Ubal, toda la gente a la que admiraba y a la que quería parecerme. Entonces, de entrada entendí, en el Uruguay de fines de los ’80 y de la década del ‘90, que dedicarme a la música era como una especie de sacerdocio. Después pasó que la música empezó a ser redituable, pero el motor inicial estuvo puesto ahí…”.

-Y ahora que también has desarrollado una carrera como investigador en el campo de la medicina, ¿la motivación dónde está puesta?

-Hoy volvió a estar puesta mucho más todavía en esa dimensión en la que estoy en conexión con algo que me hace bien y me genera un tipo de vínculo humano lindo. Con el paso de los años, esa dimensión empezó a crecer más y la pandemia -estos dos años de estar encerrado y no poder subirme a un escenario- me terminó de reafirmar un montón de intuiciones que tenía. ¿Cómo sería mi vida si no pudiera juntarme a ensayar con amigos, subirme a un escenario o tener los encuentros de La Serena (La Paloma)? Mi vida social está estructurada alrededor de la música. Era natural para mí que los eventos sociales sucedieran y cuando eso se perdió, tratar de generar de nuevo un evento o moverte en una reunión donde hay 300 personas y sentirte cómodo era difícil. Pero hay que hacer el esfuerzo para recuperarlo. Hay otro factor más que hace que en este momento esa percepción esté más fuerte: pasé la barrera de los 50, tengo 53 años. Y el título del disco que voy a presentar habla de eso y se va a llamar La voz de la diosa entropía.

-¿Cómo se relaciona la entropía con el concepto del disco?

-Una cosa es un científico y otra cosa es un artista. Un artista se maneja con impresiones. La entropía básicamente es una ley científica, que de todas las que existen los científicos consideran que probablemente sea la única que es inmutable, quizás como una especie de ley de suprema del universo. Las leyes funcionan durante un tiempo hasta que viene alguien y las refuta, y aparece una nueva idea o paradigma. Pero hay una especie de consenso entre los físicos cuánticos de que la ley de la entropía nunca va a ser superada. Y lo que dice básicamente es que todo el universo tiende a desorganizarse. O sea, espontáneamente no se generan grados superiores de orden, sino que, al revés, vos soltás un sistema y si no le ponés un aporte energético de trabajo arriba la tendencia es a que se desorganice. Y el fin del cosmos es un fin disperso y frío. Lo que me interesa a mí es el correlato que tiene sobre nuestras vidas.

-¿En qué sentido, específicamente?

-Nosotros somos sistemas de organización superior; las moléculas de ADN básicamente funcionan como un gran organizador. De hecho, hay personas que plantean que hay una lucha entre la entropía y la biología. La biología es un sistema de organización: vos tomás átomos y moléculas, las organizás y generás una serie de procesos metabólicos complejos, y los grados de organización van aumentando hasta que se hace una cosa tan compleja como un cerebro humano. Y para seguir funcionando, lo que precisa permanentemente es tener un aporte energético, un trabajo continuo. Y aun así, el contrato dice que este funcionamiento tiene una fecha de caducidad. Es decir, por más que te cuides muy bien, todos sabemos que a la larga la tendencia a la desorganización de este sistema complejo que somos va a llevarte a la desintegración. Y en esta lucha entre la biología y la entropía hay un consenso unánime de que a la larga la que vence es la entropía.

-¿Esa idea te permite hacer una especie de balance?

-Entonces, en realidad la sensación que tengo es que pasé por todas esas etapas: miedo de dedicarme a la música, la etapa de estar full time, la toma de decisiones y la incertidumbre; después la etapa de los mundos paralelos, el mar abierto y la de la plenitud de unificar las dos cosas -música y ciencia- y de golpe me apareció una idea en la cabeza diciéndome: "Flaco, pasaste los 50". Y adopté una actitud frente a eso: no voy a dejar de hacer el esfuerzo por ser feliz, de seguir ordenándome y tratar de mantener la maquinaria funcionando. Pero hay que hacerlo sabiendo que a la larga también es una pelea perdida. Y tomárselo hasta con ironía. Porque si realmente te lo tomás demasiado en serio empieza a ser contraproducente.