Un día en la vida de doce personas que corren para mantener una pareja, ganar unos pesos, aprobar ese examen, quedar en el casting, vender una idea, transmitir calma sin tenerla o simplemente porque es el laburo precarizado que consiguieron para sostener aquello que en realidad quieren hacer. Doce vidas aceleradas, a veces frustrantes, imperfectas que simulan perfección en las redes sociales, el revés escénico del complejo día a día en la gran ciudad frente al dios digital que tiene (o se supone que tiene) todas las respuestas. Doce vidas que lo quieren todo, y lo quieren ya.

¿Se puede mantener el ritmo cuando se siente que se es un hámster corriendo en la ruedita? "La obra surgió por la necesidad de hablar de la ansiedad y la frustración de nuestra generación", cuenta Martín Goldber, coautor y actor de Lo quiero ya!. "De estar todo el tiempo intentando llegar corriendo a un lugar porque te dijeron que tenías que hacerlo", amplía junto a Camila Ballarini sobre esta comedia que también es musical y que va los martes a las 21 en la sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660).

"Arrastré a mucha gente con esto, pero para mí es el musical ideal si detestás los musicales", bromea la actriz sobre esta obra coral que entrama esta docena de historias en red a través de Luis, el personaje-app al que cada le plantean sus "objetivos" y él aconseja para cumplirlos. No importa si ese objetivo responde a un deseo propio, hay que decir siempre que sí, sin pensarlo. No importa que sea un laburo precarizado, que estemos incómodxs, cansadxs, aburridxs o simplemente podridxs. Sin embargo, a medida que avanza el día, Luis va quedándose sin respuestas. Un "Ok Google" que no sabe todo.

"Me pareció muy bueno humanizar ese personaje, porque es una aplicación, pero se empieza a frustrar como el resto, y es muy lindo de ver cuando Luis se agota", analiza Ballarini. "Te das cuenta de que es muy loco cómo algunos se ponen objetivos imposibles", dice. Y confiesa: "Hace poco me bajé una app para tomar agua. Me había puesto como objetivo tomar cuatro litros por día. ¡No tomo un vaso y quería tomar cuatro litros!", contrasta. "Terminaba frustrada, y la aplicación obviamente me señalaba que no estaba cumpliendo con mis objetivos. Menos de una semana me duró", asegura.

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¿Se puede vivir así? Ambxs saben de agarrar cualquier cosa porque hay que trabajar. Ballarini vino de Mendoza y empezó comprando telas en Once para una marca de ropa de danza de allá "para pagar cosas", y Goldber animó fiestas infantiles por Zoom durante la pandemia y se angustiaba al "ver pasar los años del IUNA" por su cara: "No se sabía qué iba a pasar", recuerda. "La incertidumbre en la profesión un poco te empuja a decir que sí a todo. Y también a quedar bien con el otro", arriesga. "El personaje de Inés (el de Ballarini) lo pensamos mucho en función de la familia, de las cosas que hacemos para cumplir el mandato familiar", ejemplifica.

Para la actriz, que se ponga acento en la voluntad a veces puede jugar en contra. "Que todo dependa de vos hace que parezca que podés con todo, y que si algo no lo podés hacer es porque no lo querías realmente. Ojalá fuera tan fácil, pero me parece que en el medio pasan un montón de cosas", se planta la mendocina. E ilustra: "En nuestra profesión pasa algo así, te llenás de mil ensayos con los que después no llegás, estás a la mitad con todo... Y decir que no está muy mal visto, pero decir que no no es siempre negativo, es no porque quiero otra cosa; es aceptar que queremos otra cosa y no eso que se nos está brindando", propone. "Cuesta", admite al toque.

Crédito: Tati Boria

La puesta en escena tiene música en vivo (bajo, guitarra, batería y teclado) que le da otra dinámica al espectáculo, y la escenografía construye diversos espacios para la acción articulando las proyecciones y los elementos dispuestos sobre las tablas y en los cuales las historias se desarrollan. Pero a la vez es el marco en el que todxs lxs personajes corren, van y vienen en una especie de laberinto sin salida que incita al movimiento. No es casual: vista de arriba, la escenografía es una réplica de la pantalla del Pac-Man, y le da sentido a fragmentos del texto.

En tono de comedia, las frustraciones, enojos y fracasos de estos personajes se combinan con sus sueños y deseos y permiten identificarse con algunas situaciones. "A veces reir de algo también permite reflexionar acerca de eso", dice Goldber, autor junto con Marcelo Caballero. "Ese segundo que te reís porque te ves puteando por cualquier cosa, que si te ponés a pensarlo no tiene sentido el nivel de gravedad que le estamos imprimiendo a las cosas. Es ahí donde quisimos poner el foco."

Camila y Martín definen el espectáculo como "muy argento", donde la platea puede identificarse con distintos personajes y quedarse pensando sobre la obligación de tener que aceptar todo o también aprender, a veces, a decir que no como decisión movida por el deseo. "Recibimos mensajes en Instagram de chicas que nos dijeron que se separaron después de ver la obra, o gente que renunció a su trabajo. ¡Una locura!", apunta Goldber. Y Ballarini suma que después del estreno le mandaron por WhatsApp: "Estoy en el baño de la oficina. Me hizo re mal ir a verla. Me quiero ir a la mierda", cuentan y estallan.

La obra giró por Latinoamérica (Colombia, Perú, México, Uruguay), les pidieron los derechos para llevarla a España, y también se presentó en Mendoza, Córdoba, Rosario y Tucumán. Goldber afirma que en todos lados "se sienten identificados con lo de la frustración y la vorágine", pero cada ciudad tiene su idiosincrasia, y el acelere es diferente. "En Uruguay, donde pudimos ir a los ensayos, la obra duraba 15 minutos más porque tienen otro ritmo de ciudad", analiza. "Les preguntaba si eso era ansiedad para ellos y me respondían que sí, o le decía al director que podía tener un poco más de vorágine algunas partes y él me preguntaba: '¿Más?'", cierran riendo.


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