El miércoles, cumpliría 89 años Ernesto Che Guevara. A partir de las 18, el Centro de Estudios Latinoamericanos Che Guevara (CELChe, dependiente de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario) los conmemora inaugurando su nuevo espacio en un sector del subsuelo del Galpón del Centro de las Juventudes (San Martín y el río) con una muestra permanente de fotos, en el marco de la Semana del Che.

El CELChe es un espacio multidisciplinario de investigación, intercambio y difusión del pensamiento latinoamericano con énfasis en la vida y obra de Ernesto Che Guevara. De entre su colección de fotos, producto principalmente de las donaciones de la familia del Che, el curador Pablo Silvestri seleccionó y organizó en el espacio las fotografías y películas que integrarán la muestra permanente: Che, poética de un hombre nuevo. Con montaje de Matías Laino y Juan Perassi, y acompañadas de inspiradores textos tomados de lo que el Che escribió o leyó, estas imágenes documentales patrimoniales recorren aspectos de la vida de Ernesto Guevara a través de cuatro núcleos: la infancia, los viajes de juventud, el Che revolucionario y el Che lector. Habrá además una sección interactiva, bibliografía y videos.

El guión de la muestra es una "traducción sensible" del material histórico producido por el CELChe. "El criterio fue mostrar lo que el Centro de Estudios produce, traduciéndolo a la escena de un espacio expositivo", contó Silvestri a Rosario/12. "Se trata de desandar la figura del Che para llegar a Ernesto. Por eso el núcleo de la infancia está al final, y se le da bastante espacio; incluye una película en Súper 8 filmada por su padre, Ernesto Guevara Lynch. Los viajes han sido una constante en su vida; cuenta Guevara Lynch que el primer viaje fue en el vientre de su madre. Otro capítulo es el capital intelectual que constituyen no sólo los libros que escribió, sino los que leyó, sus lecturas", concluye Silvestri. Y Gerosa habla de una lista de sus lecturas que Ernesto Guevara redactaba a medida que leía.

Hay también fotos ampliadas sobre diversas superficies, incluso sobre las mamparas traslúcidas que delimitan arquitectónicamente el nuevo espacio. Lo primero que llama la atención, al fondo y a la izquierda, es un rincón verde intenso, un tragaluz de ladrillo visto donde reciben el sol necesario helechos y otras especies de plantas que coexisten formando un clon artificial de la selva boliviana donde Guevara fue herido y tomado prisionero en su último combate en 1967.

Esta selva no es natural sino obra del paisajista Emiliano Arévalo.

Otro espacio acogedor es la sala de lectura de la nueva biblioteca de consulta, en cuyos estantes, entre más de 80 libros y DVDs del Che y de otros autores, se multiplica en varios idiomas la biografía "Mi hijo el Che", por Guevara Lynch. Un libro de fotos de la guerra civil en Guatemala por Jonathan Moller y una caja de videos de Fernando Birri, sumados al mate y las facturas, dan ganas de quedarse.

 

"En el espacio hay una réplica de una selva que no hay modo de saber si a Ernesto le hubiera gustado recordar".

 

"Queremos que sea también una biblioteca de pensamiento latinoamericano, además del material videográfico, histórico y biográfico", cuenta Pamela Gerosa, coordinadora del CELChe junto con el coordinador Juan José Noé. Selva y libros: no se diría una yunta muy frecuente, pero sí se unieron en la vida cuyos azares reconstruyen los investigadores y los técnicos de montaje en este lugar. Una vida que fue muchas en una. "Hay fotos de antes de que el Che fuera el Che", dice Gerosa con una sonrisa junto a la réplica de una selva que no hay modo de saber si a Ernesto le hubiera gustado recordar. ¿Habrá alguien detrás de la máscara, de su icónico retrato tomado por Korda, ese rostro de un hombre que encarna el ideal por el que lucha y muere?

Mientras la coordinadora recibe un envío de vidrios, la cronista contempla algo que podría ser un inmenso óleo de tema épico en un salón de pintura del revolucionario siglo diecinueve: un joven barbudo avanzando con un libro abierto entre las manos al frente de un hueste de campesinos armados, todos con las frentes en alto. La escena heroica y sublime no es producto de la imaginación sino que sucedió, tal como se la ve. Es una foto, documento y testigo de una época: la segunda mitad del siglo veinte, cuyo vigor político resuena aún hoy.