“El rito de vivir

Es un mirar

Oyendo sagradamente”

Diez años hace hoy que se apagó la luz de Leda Valladares. La vida mía se llama el sustancioso libro que el Instituto Nacional de la Música editó meses atrás sobre ella. Una y otra circunstancia no tiene vínculo aparente entre sí. No es que el libro aprovechó el aniversario redondo para que lo editen. Es más, es una publicación tardía vinculada a su natalicio. Lo que sí viene al caso es que uno y otro motivo, aniversario y libro, son causa suficiente para volver una vez más sobre ella.

Y volver sobre ella, a través de palabras que la valoraron. Por caso, las de León Gieco, Gustavo Santaolalla, Litto Nebbia, Suna Rocha, Clara Cortázar de Goettmann, Rubén Cruz, Miriam García, Silvia Iriondo, y un largo etcétera que la evoca mediante unas de las definiciones de la identidad: alguien es como otro u otra lo ve. Y si el otro que lo ve, lo quiere bien, la identidad toma un cauce más genuino.

Entre todos y todas reconstruyen entonces vida y obra de esta mujer nacida como Leda Nery Valladares allá por el año 19 del siglo XX en Tucumán. Que de beberse la adolescencia escuchando blues, jazz y música clásica, terminó emborrachándose hermoso con las músicas originarias del país, al punto de transformarse en la más importante recopiladora de músicas de raíz, con catas estéticas entre medio que la fueron guiando por el camino de vidalas, bagualas y joi jois… del canto vallisto.

Desde aquel lejano y revelador proyecto que integró con Gustavo “Cuchi” Leguizamón, Adolfo Colombres, Enrique “Mono” Villegas, Adolfo Abalos, Manuel Gómez Carrillo y Louis Blue (Folklóricos, Intuitivos, Jazzísticos, Originales y Surrealistas), el dúo que formó con María Elena Walsh, o sus aportes sonoros al cine de Jorge Prelorán, hasta las épocas de Grito en el Cielo, o América en Cueros y los mil quinientos niños y niñas cantando con sus maestras en el Anfiteatro del Cadillal, como postal fuerte de De Ushuaia a la Quiaca, ellos y ellas revisan el peregrinar de esta letrista, musicóloga, cantora, poeta, recopiladora, escritora, compositora que, de no haber existido, las músicas de raíz argentina carecerían de la luz que gozan hoy.

Entre estas múltiples franjas se mueven entonces discípulas, músicos, educadoras, editores y cantoras vallistas –cómo habrían de faltar ellas—, focalizando cada quien en un aspecto puntual de la larga vida de Leda. Amparadas en fotos emblemáticas de la tucumana –su universo icónico es también maravilloso--, juegan palabras, conceptos y evocaciones. Del Santaoalla que la piensa como “un puente perfecto” entre la música ancestral ejecutada por “artistas alternativos al folklore instituido” y el mundo contemporáneo, a un Gieco emocionado al evocarla cantando en un salitral y luego bailando con los Stones dentro de un ómnibus de gira. De su discípula Miriam García que replica lo dicho por el ex Arco Iris (la lee como nexo entre el pasado más remoto y una mirada futurista) al músico e investigador Alejandro Iglesias Rossi, que cruza el camino de Leda con los de Isabel Aretz, el imprescindible Rodolfo Kusch. O el mismo Nebbia, cuyas palabras pasan por agasajar los últimos trabajos discográficos de Leda: el antedicho América en Cueros y La montaña va a la escuela, ambos publicados por Melopea

El libro de autoría colectiva –como le gustaría a Leda-- no tiene un fin comercial, sino el de ser distribuido en escuelas y espacios de educación artística argentinos, y del mundo. Su propósito didáctico, precioso bonus del contenido histórico-periodístico, radica en la publicación de partituras de sus recopilaciones (en línea con Canciones Arcaicas del Norte Argentino y Canto Vallisto con Caja, ambos publicados por la tucumana Leda), y un cancionero anónimo de bagualas, tonadas y vidalas en el que hombres y mujeres que --Anastasio Quiroga y la campesina de Amaicha del Valle, Gerónima Sequeida, entre otros-- “hablan con sus propias palabras y acordes musicales” (Adolfo Colombres dixit).

A tal e imperioso material de partituras se puede acceder vía digital a través de la web del INAMU: www.inamu.musica.ar/descarga-libro-la-vida-mia, o de los códigos QR, que figuran en el libro. “Los materiales editados por el INAMU resultan una herramienta pedagógica valiosísima, constituyéndose en un modo de sistematizar los conocimientos y una referencia para proyectar las prácticas desarrolladas día a día en los espacios de nuestra educación”, explica María Carolina Romero, coordinadora de la modalidad educación artística del Ministerio de Educación de Tucumán.

El hilo conductor que ata los cabos entre las diferentes secciones del trabajo consiste en frases que la misma Leda escribió en Autopresentación, un libro nodal, publicado en 1978. Amerita replicar desde él ciertas frases tal vez desconocidas, u olvidadas. Al menos tres. Una: “Antes de mirar al mundo, me puse a oírlo”. Dos: “Los folklorólogos no lo dicen, pero es evidente que bagualas y vidalas son cantos esotéricos y metafísicos”. Tres: “El grito indígena, el negro, el amarillo y el asiático, son alaridos milenarios que cuentan otra historia del ser humano, otra visión de la vida y la muerte”.

La suya, que fue así, está escrita en lo todísimo que dio en vida a partir de que una siesta cafayateña le sacudió la modorra, entre vidalas, carnavales y bagualas, entre “jadeos y trepidaciones” captadas por un primal grabador Geloso. Y reescrita en este libro que la refrenda como resucitadora de un profundo patrimonio. De eso que su amigo Kusch llamada “el hedor de América”