Pasaron tres años entre el primer disco de Indios y el flamante segundo, Asfalto, y eso le generó ansiedad a más de uno. Por un lado, de parte de la compañía, veían que se les iba la posibilidad de “aprovechar el momento” ante un disco bastante esperado por sus fans que se demoraba, pero la situación también generó ansiedad en los músicos, empeñados en seguir siendo ellos sin convertirse en su propia caricatura. Nicolás de Sanctis, guitarrista y principal compositor de esta banda que de alguna manera es la excepción que confirma la regla –porque los grupos nuevos que logran que el sueño de ser una banda pop exitosa no se convierta en pesadilla se cuentan con los dedos de la mano–, cuenta que no fue fácil manejar la tensión y la presión de hacer un segundo disco a la altura de las expectativas generadas por su disco debut.

Indios tuvo buena estrella desde su inicio, pero aunque la voz dulce e impostada de Joaquín Vitola resulta inconfundible, y el estilo elegante, económico y apolíneo de sus interpretaciones es innegable, su secreto son sus canciones. Nicolás cuenta que, aunque canciones había de sobra, el tema fue elegirlas: “Cuando empezamos a grabar el disco hubo que tomar una decisión sobre qué camino tomar: o dejábamos contenta a cierta gente o intentábamos salir de ese lugar un poco más conocido y ver si yo, como persona, podía hacer algo distinto. Yo al componer represento un poco el espíritu de la banda”.

Producido por Coti Sorokin, Diego Uma, Gustavo Iglesias y ellos mismos, el disco tiene toda la ductilidad persuasiva y sonora de una banda pop, y a pesar de su aparente falta de carácter, canciones como Me da miedo el amor o Fragilidad (palabra clave que De Sanctis repetirá durante toda la entrevista) resultan sinceras: “Cuando compongo, siempre me sale un sincericidio: no soy muy irónico ni sarcástico. Por eso traté también de hacer algunas líricas como Asfalto, El extranjero o Luz azul, para intentar ponerme en un lugar más sensible y hablar de algo que veo y que no es tan personal”, diferencia el violero.

“Como nos fue bastante bien con nuestro primer disco, al poner esto como una forma de vida y una profesión me surgió mucho el pensar cuál era la función que tenía que cumplir haciendo canciones. Y llegué a la conclusión de que es tratar de sensibilizar a la gente, que vea un poco más su lado más frágil. Hay muchos discos de rock muy descriptivos de la realidad, y está bueno, pero creo que el hombre moderno ya está cómodo con esa sensación y quizás con otra, de algo más vulnerable, se lo puede perturbar más. A alguno capaz que le parece una cagada, pero a otros les genera algo más tierno. Hay una búsqueda de humanizar un poco al que escucha”, admite de Sanctis sobre este disco que acusa el impacto de haberse venido a vivir a Buenos Aires.

“Cuando vinimos de Rosario no teníamos un contrato con nadie y había cierta ilusión, una cosa de pensar cómo sería eso de tener un contrato discográfico y salir de gira, había una idealización o una expectativa. Y fue loco porque finalmente muchas de esas cosas nos pasaron. Y quizás también eso hizo surgir un momento, después del éxito del primer disco, de confusión sobre qué teníamos que hacer con este disco nuevo. Había gente alrededor que nos decía cosas del tipo ‘mirá que el tren pasa una vez y hay que aprovechar’, re capitalistas, y había una presión fuerte de que teníamos que sacar un disco como el anterior, lleno de hits. Pero preferimos jugárnosla por algo distinto.”

Aunque el disco difícilmente decepcione a sus fans, canciones como El extranjero (inspirada en el libro del francés Albert Camus) o Asfalto (que De Sanctis dice haber compuesto influenciado por Sally Can’t Dance de Lou Reed) demuestran que, sin haber perdido jovialidad, se animaron a madurar y a no repetir yeites adolescentes de aquel primer disco ya bastante lejano: “El extranjero es la historia de alguien que no duerme y mira todo desde afuera. Me interesó leer a Camus porque también tiene que ver con el existencialismo; y estoy empezando a leer La náusea, de Sartre, y tengo por ahí La peste, también de Camus. Viniendo de Rosario, yo también tenía ese sentimiento: al ser del interior quizás somos más ingenuos. Pero en el buen sentido, porque el que vive en la ciudad a veces maneja cierto cinismo o ironía, y el del interior tiene una ingenuidad que en un punto es más pura. Viviendo acá conocimos la idiosincrasia porteña y nuestra reacción fue exponer esa fragilidad como una respuesta a esa cosa de que todo tiene que ser cool y tener onda. Para nosotros la salida a eso está en esa búsqueda de la ternura y la fragilidad, más que en responder con violencia a la violencia”.

Inevitablemente, Asfalto también tiene algo de volver a las fuentes de la canción rosarina, a Fito Páez o Litto Nebbia. “Tuve un reencuentro con ponerme a escuchar cosas que escuchaba más de pibe, como Fito Páez. Al venir a vivir acá y experimentar esta situación de gran ciudad surgió una necesidad de hacer una especia de crítica a nuestra manera, como las de Páez en Giros o Ciudad de pobres corazones, que quizás son más power o más oscuros pero en un punto son muy rosarinos. Me gusta bastante Lisandro Aristimuño, que tiene algo rosarino sin darse cuenta, y una mirada tierna de la ciudad.”

De Sanctis cuenta que se sorprendió hace poco al leer una crítica que decía que Indios perdió personalidad: “Yo siento que más que perder personalidad adquirimos otra. Tengo 27 años, y nuestro primer disco lo compuse viviendo en la casa de mis padres. El contexto fue muy distinto, era todo mucho menos violento. Y éste lo compuse acá, en mi departamento, con 800 vecinos, tocando bajito para no despertar a nadie y tomándome el subte seis veces por día. Aunque a la banda le estuviese yendo bien y todas fueras cosas buenas que disfruté, también pasé muchos momentos de soledad y angustia. Me chocó bastante cómo es la gente acá y cómo se vive. Y eso me llevó a asilarme, a un sentimiento de mucha melancolía. Esa cosa de encerrarme y no querer salir está en el disco: estar en tu casa solo y hacer una canción de amor porque si no te va a estallar la cabeza. Para mí eso es igual de rebelde que algo rockero”.

Nadie esperaba algo demasiado rockero de Indios, pero sí se percibe su recorrido en un disco claramente mejor que su debut, con coqueteos con el bolero (Fugaz, fruto de sus experiencias en México) y con sutilezas armónicas compositivas que no abundan, y que los terminan distinguiendo: “Tenía canciones más rockeras y violentas, pero iban a salir desde Indios, así que también tenía que tener en cuenta la voz de Joaco, que es muy particular. Y llegamos a un balance que estuvo bueno: él también tuvo que intentar cantar canciones más rockeras, algo que tampoco es parte de su lugar de confort porque tiene una voz más dulce”.

Indios tampoco busca dejar de ser una banda de canciones. “Ninguno de nosotros es un virtuoso, pero queremos que suene moderno, aunque no nos volvamos locos por un sonido ni por hacerte escuchar el audio del último sinte. Nuestro atractivo es una cosa más casera de la composición y de agarrar un tema nuestro y sacarlo en la viola, y ver los trucos que tiene, las modulaciones, nos gusta mucho jugar con eso. Esa cosa de la estrofa y el estribillo siempre la respetamos, y para las armonías nos damos mucha maña.”

Lejos de los clichés del disco o de las sustancias de moda, De Sanctis saca sus ideas de la música misma: “Me sirve mucho tomar clases: cuando tengo mucho universo para explorar me pierdo, así que tomo clases y sé que de esas pequeñas tareas terminan apareciendo canciones”. El compositor se entusiasma y habla sobre los acordes semidisminuidos de canciones como Noche de hoy o sobre las modulaciones armónicas de Lucidez, pero no hace falta ser experto para disfrutarlas: ahí está el mérito de este astuto orfebre del pop que cuenta con el carisma y la voz de Vitola y la sutileza de una banda que completan Patricia Sánchez Almeyra (guitarra), Guillermo Montironi (bajos), Agustín Caizza (sintes) y Federico Pellegrini (batería).

“Uno deja todo ahí, en el ejercicio de ponerte todos los días a componer”, celebra Nicolás. “Por eso, más allá del concepto confiamos en las canciones que nos gustan. En ese sentido estoy re orgulloso de la banda. Podríamos haber hecho un disco más arriba pero no hubiéramos logrado que tuviera un poco más de sensibilidad. Tampoco el rock tiene que hacer pensar o llorar, porque hay canciones que son para bailar, para gritar, saltar y sacarte la bronca, pero yo veo que la música actual es muy dance todo, y hay poco lugar para conmoverse, para algo más introspectivo. Escucho letras de bandas nuevas y nadie muestra ninguna sensibilidad, todos son muy cool. Nosotros le damos canciones frágiles a la gente para que se den cuenta de su fragilidad, porque la verdad es que estamos todos muy locos.”

* Viernes 23/6 a las 21 en La Trastienda Club, Balcarce 460.