Hoy escribimos para homenajear a nuestra compañera Maite Amaya, luchadora travesti, piquetera, anarquista, feminista. Con 36 años, se fue la Maite. Falleció la mañana del 13 de junio. Con congoja en el corazón, pero con el puño en alto y el compromiso intacto, te recordamos, querida hermana, y escribimos estas humildes palabras para despedir a una compañera fundamental.

 Fueron nuestras ideas libertarias las que hicieron que nuestros caminos se encuentren, nosotras piqueteras, vos piquetera. Cómo olvidar el modo en el que nos alojaron vos y lxs compas de la Casa Caracol en aquel Encuentro Nacional de Mujeres en Córdoba, allá por el 2007. Compartir ese techo nos trasformó a todas. Cuando llegamos, algunas de nosotras dejamos aflorar nuestra violencia y miseria “¿¡cómo nos vamos a quedar en la casa de travestis?!”. Otras, con corrección política, morimos de vergüenza. Vos, con paciencia, convicción y amor nos diste una clase de pedagogía militante, más aún, una clase de vida. Te pusiste a cocinar para recibir e invitar a tus compañeras. Las distancias y prejuicios terminaron en la mesa que compartimos. Tu hacer desanudó nuestras rigideces y nos enseñó de respeto, diversidad y compañerismo. Ese Encuentro en Córdoba fue un paso más hacia el camino que luego emprenderíamos juntxs en la Federación de Organizaciones de Base (FOB).

 Lxs piqueterxs no pedimos favores, llevamos adelante acciones directas para exigir recursos que nos pertenecen. En este hacer aprendimos mucho de tu coraje travesti. La sociedad patriarcal, racista, burguesa y oligarca supone una violencia desmesurada sobre nuestros cuerpos y vidas. Vos tenías muy claro eso. No pedías permiso. Mucho menos perdón. Tu modo de plantarte en la lucha llevaba consigo la presencia de lo legítimo. Tu presencia en la calle irradiaba esa convicción de quien se anima a pensar en que otro mundo no sólo es efectivamente posible sino que nos lo merecemos.

 La condescendencia no era para nada tu estilo. Fuiste una luchadora que sabía que al cielo había que tomarlo por asalto y que para ello eran fundamentales las alianzas de clase, especialmente, decías, entre quienes llevamos en el cuerpo marcas de la femineidad. Porque la clase y el patriarcado se trenzan para hostigar y saquear nuestras vidas. Pero que esas alianzas debían militarse, construirse. La alianza de nuestros cuerpos de negras, indias, migrantes, mujeres, travestis, lesbianas entrecruzadas en los piquetes implica desandar el lenguaje y los modos de vida atomizados y escindidos que nos impone el neoliberalismo. Pensarnos juntas en un proyecto de transformación social fue, es y será un enorme desafío y una acción política en sí. Hacer de ese otro mundo que soñamos un presente, un aquí y un ahora, allí está quizás nuestro pendiente más doloroso.

Toda esa vitalidad luchadora tenía encontronazos con otra parte de tu vida travesti. Tantas hermanas, compañeras, amigas que hubo que despedir. Tanta violencia cotidiana, tanta zozobra. Producir las condiciones materiales y abrir un imaginario de vida posible para que este mundo sea un lugar para las travestis sigue siendo una cuenta tan pendiente como urgente. Nos duele pensar cuánto camino nos falta. También nos duele pensar en los descuidos y postergaciones a las que nos sometemos lxs militantes que asumimos responsabilidades en las organizaciones sociales. Cuánto por aprender. Y qué dolorosa lección es la muerte.

Maite, gracias por tu valentía, lucidez, sensibilidad. Gracias por enseñarnos de solidaridad, de ética y compromiso. Tu enorme lucha antirrepresiva, por la autogestión, la igualdad y la libertad queda grabada a fuego en nuestros cuerpos e ideas.