Desde hace unos años, la pitanga y la guavirá figuran como frutales comestibles en el Código Alimentario Argentino. Esta decisión impulsó a muchos productores a demandar cada vez más esas semillas. “Este panorama fomentó la revalorización de los frutales nativos. La gente va redescubriendo esos sabores”, explicó la ingeniera forestal Cecilia González, directora técnica del Laboratorio de Semillas (LabSe) de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Nacional de Misiones (FCF-UNaM).

“Hay varias cooperativas que procesan frutales nativos para helados, jugos, vinagres, licores y suelen cosechar de árboles del monte nativo, lo que les genera inconvenientes, porque están dispersos unos de otros”, señaló González al Suplemento Universidad.

La provincia de Misiones tiene menos del 1 por ciento de la superficie total del país, pero alberga casi el 40 por ciento de la biodiversidad y produce más del 70 por ciento de la madera que se industrializa. “El avance de la frontera agrícola provocó una importante pérdida de la biodiversidad. Esto se debe a que las condiciones climáticas y de suelo son propicias para el crecimiento y desarrollo de la producción agrícola-ganadera, lo que genera que muchos propietarios de parcelas opten por estas oportunidades económicas”, remarcó Paola Duarte, secretaria de Ciencia y Técnica de la FCF-UNaM.

Con el objetivo de salvaguardar el acervo genético de las especies de plantas, la FCF-UNaM cuenta desde 1995 con el Banco de Semillas Activo, donde se almacenan a corto y mediano plazo semillas cosechadas en Misiones, que se destinan a la donación y distribución a viveristas, educadores y productores locales y del resto del país, a quienes se les ofrece talleres gratuitos. Esa dependencia forma parte de la Red Argentina de Bancos de Germoplasma de Plantas Nativas (Red ARGENA), que vincula a distintas instituciones académicas y de transferencia tecnológica.

Las especies más solicitadas son cañafístula, timbó colorado, cedro misionero, lapacho negro, lapacho amarillo, loro negro, loro blanco, cancharana, araucaria, guayubira, anchico colorado y los frutales comestibles cerella, yaboticaba, ivapority, guabiyu, ubajay, pitanga y guavirá, detalló Duarte.

Un equipo de la UNaM constituido por docentes investigadores, personal de apoyo técnico, becarios y estudiantes trabaja según protocolos de almacenamiento para especies nativas de mayor demanda. Con el permiso de los productores, la cosecha se realiza generalmente en remanentes de monte que tienen en sus chacras, que son visitadas “en varias oportunidades para observar los árboles semilleros y determinar el momento óptimo de cosecha”, indicó.

“Realizamos salidas a campo prácticamente en todos los meses del año”, afirmó y aclaró que una parte de las semillas cosechadas se retiene para el uso en investigaciones y producción de plantines, y luego se almacena en una cámara de frío, donde se mantiene la viabilidad alta el mayor tiempo posible, según la especie de que se trate.