“Nicholas Le Clerk perdió la vida a los 14, en 1432, arrastrado a la muerte por un caballo que se había asustado por un pajarito”. “Agnes Perone, medio año de edad, murió en 1396, asesinada por un cerdo que se comió su cabeza hasta la nariz. El cerdo fue arrestado”. “William Scrym, muerto en 1382, cayó de un árbol tratando de derribar un nido de urracas”. “John de Bois falleció en 1300 cuando una madera cayó sobre su cabeza, infligiendo una herida de 4 pulgadas de largo y 2 de profundidad. El precio de la madera: 1 penique”. “Henry Costentin pereció en 1267, después de que sus pies resbalaran y cayera sobre un poste de su carro de trigo, que penetró su base (léase, sus nalgas)”. “Henry de Stodley murió en 1346; muy borracho, tropezó al ingresar a su cámara y cayó sobre un cuchillo sin funda que le cortó la garganta”. Estas son apenas algunas de las tantísimas muertes posteadas regularmente por la insólita cuenta de Twitter Medieval Death Bot, especialmente diseñada para publicar en forma sucinta, macabra y efectivamente hilarante peculiares y fatales accidentes de antaño. Más puntualmente, del Medioevo en Inglaterra, período estudiado por el autor e ilustrador Soren Häxan, creador de la cuenta, amén de rescatar los fallecimientos reales más extraños de la época. Registrados por las autoridades de entonces, transcritos y parafraseados por el mentado muchacho para la virtual ocasión. “Los documentos en los que me he basado no son obituarios, en el sentido de que no enumeran todas las muertes; solo aquellas que involucran algún tipo de crimen o accidente, implicando una investigación. Estos tuits no son representativos de las estadísticas generales de la muerte medieval”, se ataja el estudioso Häxan, “gótico a tiempo completo”, según propia definición. Que acorde a su bio, nació en 1989 y “aunque proviene del infierno, ahora reside en el Noroeste del Pacífico, donde vive con su gata gigante Lily y su hijo adolescente Rowdy, un esqueleto de plástico tamaño real”. Gustosos todos de releer y compartir lóbregos relatos de tiempos en los que caer al río era casi sinónimo de RIP.