La segunda edición del Festival Borges expande su propósito inicial de revisitar la obra del autor de El Aleph y acercarla a nuevos lectores y públicos. El encuentro se realizará desde este lunes 8 hasta el viernes 12 y se emitirá en vivo a través del canal de Youtube del Festival, en el marco del 123° aniversario del nacimiento del autor (que se celebrará el próximo 24 de agosto). Participarán los escritores españoles Javier Cercas y Luis García Montero; el académico italiano Federico Favali –-que trazará paralelismos entre los textos borgeanos y las piezas musicales de los siglos XIX y XX--; y también autoras argentinas como Beatriz Sarlo y María Rosa Lojo y los autores Alberto Manguel, Alberto Rojo (que también es físico) y Jorge Fondebrider (traductor), entre otros. Además, habrá dos talleres, gratuitos y con inscripción previa, sobre cuentos emblemáticos como “El jardín de senderos que se bifurcan”, por el comunicador Marcos Liyo; y “Emma Zunz”, a cargo de Silvia Hopenhayn.

El Festival Borges, organizado por la editora Marisol Alonso y la escritora Vivian Dragna, tuvo en su primera edición en 2021 38.000 inscripciones de personas provenientes de 60 países. La apertura de esta edición será el lunes a las 18 con “Borges y la física cuántica”, a cargo de Alberto Rojo, quien desplegará la provocadora idea de que la ciencia (discurso metafísico por excelencia) tal vez no esté del todo divorciada del arte. En el cierre, el viernes 12 a las 20, Beatriz Sarlo indagará en el conflicto permanente entre la apuesta cosmopolita (visible en las citas, apropiaciones, las traducciones, la red de libros reales o imaginarios que pueblan sus ficciones) y el “destino sudamericano”. 

También habrá charlas sobre “El cine según Borges”, con el director y guionista de cine Sebastián Cardemil Muchnik; “Borges lector”, a cargo de Alberto Manguel; “En busca del habla de Borges”, por la investigadora Mariela Blanco; “La conexión francesa”, con la investigadora Magdalena Cámpora y la profesora francesa de Literatura Latinoamericana Mariana Di Cío; y “Borges pop”, de la mano del profesor y doctor en Letras Lucas Adur.

La poesía de Borges, cuerpo extraño

¿Por qué la reputación de Borges poeta no es la misma entre los poetas extranjeros y los poetas argentinos? ¿Por qué se lo aprecia afuera y acá es más cuestionado? El escritor y traductor Jorge Fondebrider advierte a Página/12 que no hay una respuesta única ni simple. “Borges, en Argentina, tiene una historia que no tiene en el extranjero y sus contemporáneos, primero, y las generaciones que lo siguieron, después, vieron su manera de ‘operar’ y no se sintieron a gusto”, precisa Fondebrider y menciona que en la década del 20 del siglo pasado Borges publicó 3 libros de poemas y entre 1929 y 1944, sólo seis poemas. “Cuando ese mismo año (1944) reunió todo en una primera edición de su poesía completa, eliminó el 60% de los poemas escritos en su juventud y los reemplazó por poemas escritos cuando ya era un escritor maduro, atribuyéndole, ingenuamente, esos poemas a un joven que recién empezaba. Muchos lo criticaron por eso. (Raúl González) Tuñón, por ejemplo”.

Fondebrider suma que “el violento viraje” que le dio a su poesía a partir de la década de 1940 --con vuelta a las formas fijas y abandono del verso libre-- coincidió con el cambio de mitología: “Borges abjuró de la Buenos Aires que había inventado y que tanto le festejaron sus contemporáneos, dejando a todo el mundo mal parado”, repasa el escritor y traductor. “Más cerca en el tiempo, para cuando hubo otros momentos de vanguardia en la poesía argentina, Borges ya se había convertido en un poeta elocuente --y podría pensarse que la elocuencia suele ser mala amiga de la poesía--, a contramano de los jóvenes, que, si bien aprendieron de su prosa, dejaron de lado su poesía que se había convertido en un cuerpo extraño para el presente. Nada de esto fue percibido en otras provincias de la lengua castellana, cuya tradición es otra, y mucho menos cuando se lo lee traducido, sin contexto alguno, y con el apoyo de su reputación como cuentista y ensayista”, explica Fondebrider y aclara que tiene la impresión de que Borges “alentó esta serie de malentendidos porque siempre, desde el principio, fue consciente de que un escritor no sólo debe construir una obra, sino también una imagen de sí mismo que eventualmente ayude a su reputación”.

Impaciencia juvenil

Desde Madrid, Luis García Montero confiesa que cuando era adolescente lo deslumbró un soneto de Borges, “La lluvia”, “ese en el que escribe que la lluvia ‘es una cosa que sin duda sucede en el pasado’”, subraya el poeta y director del Instituto Cervantes. “Cuando uno quiere ser escritor, necesita preguntarse por todo lo que cabe en una palabra y en la palabra lluvia, además de un fenómeno atmosférico, cabe una parra de uvas negras, el patio de una casa y la voz de un padre. Como nos enseñó en su ‘Arte poética’, la poesía es una forma de recuerdo y conocimiento, un espejo ‘que nos revela nuestra propia cara’ más allá de cualquier mirada superficial -plantea García Montero-. A un profesor de la Universidad de Granada, maestro mío, le debo la pasión por el ‘Hombre de la esquina rosada’. Y a un comentario erróneo de Américo Castro, le debo la respuesta deslumbrante de Borges que me enseñó mucho sobre la riqueza de nuestro idioma: El idioma de los argentinos”.

El poeta y director del Instituto Cervantes tuvo la suerte de conocer a Borges en 1984 y pasar una mañana con él. Horacio Rébora, un íntimo amigo argentino de García Montero que se exilió en Granada, abrió un bar, La Tertulia, que se convirtió en un centro cultural de esa ciudad española; también puso en marcha un Festival de Tango y organizó un viaje de hermanamiento entre Buenos Aires y Granada, cuando se recuperó la democracia. “El escritor Roberto Alifano se ofreció una noche a hacer de intermediario y nos llevó a casa de Borges. Iba yo muy nervioso. Tenía una profundísima admiración por él, pero la dictadura estaba muy cerca, y había hecho comentarios tristes sobre García Lorca, el franquismo y la política argentina. Temía comentarios hirientes y temía mi impaciencia juvenil. Cuando me presentaron como joven poeta español de 24 años, dijo sonriente que él tuvo 24 años alguna vez, pero que no sabía si fue poeta. Magnífico modo de poner a un joven en su sitio”, define Montero lo que hizo Borges en ese encuentro en el que estuvo “generoso, brillante y encantador”.