Un libro de Nicola Bottiglieri, reconocido escritor e intelectual italiano. El texto comienza con el pie derecho como suele ocurrir en el ajedrez cuando se inicia la partida con una buena apertura. “No fue la geografía la que me hizo comprender donde se encontraría el fin del mundo, sino la literatura”. Hay un acierto en ese feliz enunciado, en ese embarco en la nave de palabras que transportarán a los lectores al cabo de las rutas de un viaje escrito: la descripción de los lugares, circunstancias y acciones que conformaron los itinerarios de los viajes de Magallanes, Elcano y las misiones salesianas de don Bosco.

El libro se organiza en partes: Primera: Occidente; Segunda: El Estrecho y la Tierra del Fuego; Tercera: El Oriente, Las Filipinas; Cuarta: La China está cerca pero lejos también. Cada parte del libro se divide en capítulos señalados con números. Hay por último una Cronología de la navegación de Magallanes-Elcano.

Los lugares geográficos, las ciudades, las latitudes humanas, pueden ser recorridas desde la literatura, es decir, desde la competencia lectora y la evocación de las obras y autores. Los sitios geográficos así como las ciudades y el pasado también son literatura. Lo inasible, lo intrasmisible e inatrapable de un lugar, sólo puede ser atisbado desde las obras literarias y artísticas, o, desde los sueños.

Nicola Bottiglieri, el autor, nombra al inicio el Liceo Torcuato Tasso y al profesor de italiano que lo hacía recitar de memoria, al igual que a sus compañeros de estudios, los cantos de La Odisea. Ese profesor es quien seguramente inició la serie e indicó el camino: La Odisea es la obra universal que a través de la metáfora del viaje señala la travesía de los hombres sobre la tierra, el devenir de los seres, lo más propio de la condición humana. Se cita aquella profecía de Tiresias, quien le dice a Odiseo que luego de su regreso a Ítaca emprenderá otro viaje, esta vez hacia el fin del mundo.

El texto de Bottiglieri realiza en la escritura la profecía de Tiresias. El viaje hacia el fin del mundo es hacia el sur, en una analogía entre el peregrinaje de Odiseo, la navegación de Magallanes hasta el estrecho en los confines australes, los sueños de don Bosco, sus misiones enviadas a los territorios de la Patagonia, e, inclusive, un viaje, real e imaginado, del propio Nicola Bottiglieri como narrador al extremo sur de la Argentina hace algunos años. Pero surge en el relato la pregunta ¿Dónde está el fin del mundo?, pregunta a la que podríamos agregar otra: ¿Qué es el fin del mundo? Recordemos que cuando Jorge Bergoglio es elegido Papa, dice: “vengo del fin del mundo”. Muchas pueden ser las significaciones que convoca la frase “Fin del mundo”, aunque en todos los casos no deja de remitir a un punto de encuentro con lo real, con lo imposible de decir. No se sale igual después de haber visto el fin del mundo, un itinerario que no es sin consecuencias.

Lo cierto es que el viaje de Magallanes, que prosigue el viaje del héroe griego de la literatura homérica, es hacia el sur. El aludido profesor de italiano afirmaba, lo recuerda el texto, que la civilización mediterránea se desplaza siempre hacia el sur y que habría arribado al estrecho de Magallanes en el hemisferio austral. No podemos dejar de evocar la significación de Sur en Jorge Luis Borges, referida en su caso particular a los barrios sureños de la ciudad de Buenos Aires, o sea, el arrabal, el duelo criollo, el descenso al Hades, la muerte violenta.

Pero Nicola Bottiglieri perspicazmente diferencia entre las expresiones “fin del mundo” y “dar la vuelta al mundo”. No son lo mismo. Podríamos aventurarnos y conjeturar que “Fin del mundo” además de ser una zona geográfica indicaría un final, un término, el arribo a una desembocadura. En cambio “dar la vuelta al mundo” implica la circularidad, un recorrido que reenvía a los inicios, el retorno, el reencuentro con el punto de partida. Magallanes viaja hacia el fin del mundo, pero da un giro, atraviesa el estrecho que une los dos océanos, reúne los extremos. Quizá no sea otra cosa lo que intentaba señalar el profesor de italiano cuando afirmaba que la civilización mediterránea se desplaza siempre hacia el sur, el reencuentro con un punto del que parte a la vez un nuevo lanzamiento, una travesía que insiste.

Tal vez el movimiento propio de la expedición humana sea el caminar en círculo, es decir, dar la vuelta al mundo. Vía de una marcha hacia el futuro y el porvenir, se puede también desembocar en el puerto de partida. Permítaseme una digresión. Muchas veces la “barbarie” de la cual hoy nos quejamos en las sociedades modernas, no consiste en un resto de primitivismo que no alcanzó a pasar por el tamiz civilizatorio, sino en un efecto del mismo movimiento civilizatorio que, arribado a un punto de su recorrido, amenaza con reenviarnos a los comienzos. Esto debería ser tenido en cuenta para evitar que la nave civilizatoria se dirija raudamente hacia los arrecifes. La realidad es dialéctica.

No puedo dejar de evocar a Domingo Faustino Sarmiento, quien no obstante lo taxativo de sus ideas maniqueas, no deja de mostrar a veces en su literatura esa circularidad, por ejemplo, en el Facundo, en el cual termina encontrando virtudes en el “bárbaro” caudillo, a la vez que ve en Juan Manuel de Rosas, hombre de la culta Buenos Aires, la verdadera barbarie. En Magallanes y don Bosco alrededor del mundo, se evidencia, sobre todo en el capítulo que describe la campaña del desierto contra los indios en la Patagonia, esa banda de Moebius que lleva a la alternancia e intercambio de dos planos en principio opuestos, el anverso y el reverso y que convoca a la figura del oxímoron.

Pero ese arribo a los comienzos, también puede entenderse como el regreso a los motivos que impulsaron el viaje, como un retorno a las fuentes, una nueva travesía, una nueva oportunidad luego de haber avizorado el final. La analogía insiste entre Magallanes y don Bosco quien era italiano aunque no extranjero. “Ninguna parte del mundo es extranjera para un salesiano, ya que la congregación está presente en todo el mundo”. El itinerario se repite, reverbera, insiste en ese movimiento propio de occidente. “Podía ver a Magallanes como un precursor de don Bosco y, a Ulises como un precursor de Magallanes (…) Es evidente que Magallanes ha seguido la ruta de Ulises, de hecho, ha seguido la ruta a través del Estrecho de Gibraltar, aquel que conecta el Mediterráneo con el Atlántico, para luego conectarse con el Pacífico. Al mismo tiempo es evidente como don Bosco ha seguido la ruta de Magallanes, fundando casas salesianas en los lugares de desembarco de las naves de la Armada de las Moluscas, en la Patagonia, en el Estrecho y en las Filipinas. Y si los españoles querían civilizar el mundo utilizando el castellano, los salesianos lo harían a través de las lenguas nativas”. Don Bosco y Magallanes tienen un punto de intersección. Ambos tienen en común el viaje, el cuerpo peregrino y las palabras que andan y se desplazan. Pero “don Bosco lleva la ventaja de haber dado la vuelta al mundo dos veces: primero en los sueños y luego con su cuerpo”.

Intuyo que el texto de Bottiglieri, ese peregrinaje a través de la escritura, es un sueño con los ojos abiertos, un largo sueño dictado por los sueños de don Bosco y la navegación de Magallanes, aunque también pueda ser pensado en sentido inverso: este libro editado en 2020 bien podría considerarse en cierto modo un “precursor” de los sueños de don Bosco y de la travesía de Magallanes, aunque más no sea porque viene a resignificar en el presente esos viajes y a otorgarles una nueva significación. En el cuento de Jorge Luis Borges Pierre Menard, autor del Quijote se puede entrever que el Quijote de Cervantes, del siglo XVII, no es exactamente el mismo texto después del Quijote de Pierre Menard, un escritor del siglo XX. El Quijote de Pierre Menard, vendría a resignificar al Quijote de Cervantes. Esa resignificación après-coup, hacia atrás, es propia de la estructura misma del lenguaje. Los significantes se desplazan en la cadena, en la frase o la oración, hasta un punto que abrocha un sentido. Es decir, la significación actúa en dirección contraria a la de los significantes, flota debajo de los mismos y arribados a ese punto, vuelve hacia atrás (da una vuelta en el Estrecho, podríamos decir) resignificando todo lo anterior. En síntesis; Magallanes y don Bosco, alrededor del mundo, permite un mejor entendimiento de aquellos viajes emprendidos por Magallanes, don Bosco y sus salesianos, a la vez que constituye un texto imprescindible para quienes deseen viajar por la historia de la Patagonia.

El Santo y el navegante han soñado los lugares antes de viajar. También el autor de este libro ha soñado el viaje y los lugares antes de escribir. Bottiglieri emprende un largo periplo escritural que comienza en la Iglesia de San Juan Bosco, en Cinecitta, en Roma. Prosigue en un primer sueño misionero y posteriormente en un bar (Bar El Curvone) y se va internando en capítulos como “La armada de las Moluscas”, “Las luces del océano”, “El Elogio de la sombra” (que nos evoca el título de un libro de poemas de Borges), “Brasil”, “El mar Dulce”, puntos de una travesía en las que se arriba a “Los vientos pamperos”, “Pingüinos y lobos marinos”, “La Patagonia”, etcétera, un itinerario emprendido en las barcas de los libros y la cultura, a través del oleaje de las páginas que conducen al territorio de los sueños. Como en Proust, los personajes viven en las páginas, transcurren, se desplazan, envejecen, mueren. Se puede ir hacia el Sur en un sueño o en un libro. Se parecen. Lo escrito adquiere vida, las palabras dialogan, la tinta habla, los ojos responden. Y de repente el lector se encuentra en una llanura ilimitada, como lo son las posibilidades del lenguaje, habitadas por indígenas que portan lanzas.

¿Qué mejor que desembarcar en un lugar sino por medio de los libros? Un libro puede contener la Patagonia y sus habitantes, atrapar algo de lo real a través de lo simbólico. Soñar en un libro, internarse en América a través de las páginas. Se cuenta ahí de la visión nocturna que don Bosco contó a Pío IX en 1876. Don Bosco desde el inicio creyó encontrarse en Etiopía, después en Hong-Kong y finalmente en medio de la gente de Australia y las Indias, pero no lograba entender donde se encontraban los habitantes del sueño, así como aquella llanura de los confines en cuyo fondo se perfilaban ásperas montañas. Después don Bosco, cuando fue invitado a enviar a los salesianos a la Argentina, comprendió que aquellos pobladores del sueño eran los nativos de la Patagonia. El 11 de noviembre de 1875 don Bosco bendice la primera expedición misionera.

La mitología está siempre presente en el texto, por ejemplo, en la comparación que se hace de Magallanes con aquel Jasón, que fue con los Argonautas a la Cólquida en busca del Vellocino de oro, al comando de la nave Argos y que relata Ovidio en Las metamorfosis. El viaje al Estrecho en el extremo sur del mundo es comparable con el viaje de los argonautas. Se describe, en el libro de Bottiglieri, la partida de las naves desde Sevilla, el curso de las cinco embarcaciones por el río Guadalquivir en un minucioso inventario (especie de catálogo de las naves) de hombres, nombres, nacionalidades y enseres, un valioso trabajo de investigación de los pormenores del viaje, las dificultades, las creencias de los marinos, los avatares a bordo, los obstáculos que no dejan de evocar en el lector a aquellos pasos de Caribdis y Scila y a tantos otros impedimentos que Ulises y sus hombres debieron sortear en el anchuroso Ponto, es decir, los lugares que la flota de Magallanes iría tocando en el largo periplo.

Los sueños de don Bosco siguen siempre la ruta de Magallanes, como se muestra en las páginas del “Proyecto Patagonia DB”, informes de las tierras sin consagrar. Don Bosco soñaba como si leyera un libro, inclusive por capítulos que a veces repetía, retomaba y volvía a soñar, ensoñaciones algunas de ellas premonitorias y próximas al territorio de las pesadillas, traducidas en escrituras repletas de cartas, diarios, confesiones, confidencias muy frecuentadas en los años de la adolescencia por sus discípulos.

El libro prosigue la narración detallada del viaje de Magallanes, el arribo de la flota a Río de Janeiro después de cuatro meses de navegación, en un relato que describe además las costumbres de los nativos, sus fisonomías, la llegada al Río de la Plata y también la transposición y los saltos en el tiempo en los que aparece, por ejemplo, el barrio de La Boca en la época de la llegada de los inmigrantes europeos.

Magallanes vivió entre los siglos XV y XVI, don Bosco en el XIX, pero por momentos éste pareciera en el libro adelantarse al primero. Excepcional recurso narrativo. La Patagonia profetizada y soñada por el Santo, es luego alcanzada geográficamente en el libro por Magallanes. Parece un contrasentido y un desfasaje temporal, pero la literatura que vence a los tiempos, permite estas cosas. Don Bosco viajaba en su mente y se adelantaba a los otros, como dice Freud de los poetas, esos vaticinadores, esos vates, pero como buen soñador se adelantaba en los sueños también a quienes lo precedieron en la empresa. Después llegaron sus misioneros a confirmar sus predicciones. Don Bosco recorría en los sueños los vastos territorios que los salesianos luego recorrían a pie, a caballo o en carreta, transitaba las rutas que antes recorrieron otras misiones, la de los hombres de Magallanes. Muchos años después, un escritor, Nicola Bottiglieri, habría de recorrer las tierras que surcaron aquellos misioneros. Perdóneseme mi particular interpretación de las páginas, que no tiene otro motivo que el de darle una vuelta más al asunto, una nueva “vuelta al mundo”, podría decir. Espero no haber naufragado en mi intento.

El narrador reconstruye el itinerario de manera novelada, quizá el modo más eficaz y efectivo de intentar asir aquello que el tiempo ha pretendido ocultar y que ya no pueden ver los contemporáneos, la forma de estar por medio de los ojos de la literatura en los mismos sitios y vivir las mismas experiencias, no en la evocación histórica sino en lo real. En definitiva, una reconstrucción de los recorridos de los navegantes y los salesianos en la Patagonia y en los lugares que fueron tocando en el trayecto, la sucesión de avatares y de hombres que edificaron una historia.

*Magallanes y don Bosco alrededor del mundo (Memoria de los lugares), de Nicola Botitiglieri. Ediciones Don Bosco, Argentina, 2020. Traducción al español, de Hernán Rodríguez Vargas.