La internación en un psiquiátrico del “fiscal héroe” Fernando Cartasegna coincide con la aparición de una montaña de pruebas en su contra y, sobre todo, con la firma de un dictamen categórico sobre irregularidades en su fiscalía. La auditoría, ordenada por el fiscal general de La Plata, Héctor Vogliolo, será entregada a la Procuración esta semana e incluye elementos lapidarios para Cartasegna. Según se supo, en su fiscalía aparecieron carátulas en blanco, con foliado y número de orden impresos por sistema, pero en blanco, lo que significa que podían ser usadas para armar causas inexistentes y utilizarlas en cualquier momento. Todo esto se suma a la desaparición de dinero y drogas secuestradas en procedimientos e incluso la desaparición del expediente por el asesinato del estudiante Miguel Bru. En la misma sintonía, están cada vez más claros los elementos de simulación –adelantados en exclusiva por PáginaI12– en los teatrales ataques que supuestamente recibió y con los que se victimizó. En la humareda que se armó se usaron panfletos en los que desconocidos decían que Cartasegna sería el próximo Nisman y luego se probó que esos panfletos fueron impresos en la propia fiscalía de Cartasegna. A los cuatro vientos el fiscal alegaba que era un perseguido de una mafia policial pero terminó contratando a un abogado que ha defendido a policías involucrados en resonantes casos, incluyendo a la mano derecha del siniestro comisario Miguel Etchecolatz. La investigación está golpeando a los secretarios y empleados de su fiscalía que manifiestan su indignación por los pasillos del edificio judicial. Y también aparecieron gestos de otros fiscales de La Plata que se excusan de investigarlo pero dejan asentadas las graves irregularidades. El cúmulo de malas noticias llevó a Cartasegna al psiquiátrico y el rumor extendido es que el fiscal –acorralado por las pruebas e inminentes declaraciones en su contra de los empleados– presentará su renuncia a corto plazo. En La Plata los medios acuñaron el término Cartasegnagate.

El procurador Julio Conte Grand le viene insistiendo a Vogliolo de la necesidad de darle un corte a la situación por lo cual Vogliolo firmará el informe sobre la fiscalía de Cartasegna en esta misma semana.

Otros fiscales le explicaron a PáginaI12 que las carátulas se imprimen por sistema, es decir con nombres de imputados o hechos concretos de autor desconocido. El sistema emite el número de Instrucción Penal Preliminar (IPP) con un objeto o un hecho preciso.

Que un fiscal tenga carátulas en blanco, con número de IPP asignado, demuestra que las tenía listas para armar causas falsas, inexistentes. Cartasegna era un fiscal que se ocupaba del delito de trata de personas, es decir boliches, prostíbulos y actividades de esa naturaleza. Las carátulas en blanco podrían servirle para armar una causa previa a tal cual o local y atraer hacia su fiscalía una causa nueva contra el boliche o prostíbulo: el que tiene la causa más antigua suele arrastrar causas posteriores. 

Si a esto se agregan los faltantes de dinero y estupefacientes, supuestamente secuestrados en distintos operativos, el pronóstico es que el dictamen de Vogliolo será lapidario para un fiscal que armó operaciones de todo tipo para autoposicionarse como héroe, perseguido por las mafias y otras yerbas.

El mediático fiscal Marcelo Romero tuvo que investigar la desaparición del expediente Bru y curiosamente, después de imputar a los empleados de Cartasegna, se excusó de acusar al propio Cartasegna. Sin embargo, dejó asentado que afrontaba “la posibilidad cierta de imputar al titular de la fiscalía”, con quien mantiene –según dijo– una amistad de más de 30 años. El juez Juan Pablo Masi rechazó una de las excusaciones de Romero pero aceptó otras dos. 

También se excusó Marcelo Martini, cuya fiscalía es vecina de la de Cartasegna. Martini tuvo el gesto de no acusar a nadie, seguramente entendiendo que no corresponde imputar a los subalternos sin imputar al propio fiscal. O sea que lo lógico es excusarse de la totalidad, no acusar sólo a empleados.

En síntesis, gran parte de los demás fiscales de La Plata empezaron a distanciarse de los armados de Cartasegna.

Se partía de dos elementos:

La Gendarmería concluyó que los panfletos fueron impresos en una impresora de la propia fiscalía de Cartasegna y, además, se comprobó que la orden de impresión salió de una computadora también ubicada dentro de la fiscalía.

La conclusión es que, o bien alguien de la fiscalía estaba haciendo la guerra contra Cartasegna, o bien los panfletos fueron una simulación para convertir al fiscal en héroe y seguir instalando la idea de que era un perseguido. 

Todo apunta a la simulación. Es que un empleado de la fiscalía fue sorprendido saliendo de un baño donde quedaron colocados los panfletos y en la propia fiscalia dijeron que ellos arreglarían el asunto. O sea pretendieron ocultar el incidente, descubierto por un efectivo penitenciario que trabaja en la custodia del edificio de las fiscalías.

En el primer ataque, el 29 de abril, Cartasegna dijo que venía de un operativo, que fue golpeado en plena calle y que le dijeron que no se metiera más con las causas de los policías. La investigación está derivando a que Cartasegna venía del boliche Almendra y que hubo una agresión por motivos personales.

El show mayor fue el miércoles 3 de mayo, cuando Cartasegna denunció que fue atacado en su propia oficina. Un individuo lo sorprendió, llamativamente le ató las manos por delante –para inmovilizar mejor se atan por atrás– y todavía más llamativamente Cartasegna sostiene que no pudo ver al atacante. Después vino la parte más teatral: lo obligaron a escribir la palabra Nisman con una azucarera, en el piso, e incluso a mejorar algunas letras con la lengua. Para redondear, el agresor salió de la oficina, sin ser reconocido, y cerró con llave desde adentro, para lo cual tuvo que meter la mano por una ventanilla, colocar la llave en la cerradura, cerrar y huir, todo sin ser visto. Se trata de una maniobra inexplicable. Y todavía más inexplicable es que Cartasegnase había sacado de encima a su custodia un rato antes de todo esto: la mandó a revisar su casa. Parece que quería recibir a alguien sin testigos y algo salió mal en ese encuentro.

El tercer ataque no existió como tal. Fue un supuesto tiroteo contra la casa del fiscal, pero se comprobó que no hubo disparos de ningún atacante. El que disparó fue el custodio del fiscal, tal vez asustado. 

En la semana que pasó, Cartasegna –que posaba de estar perseguido por una mafia policial– designó como abogado a Julio Beley, tradicional defensor de policías, incluido Julio César Carachico, mano derecha del genocida comisario Miguel Etchecolatz durante la dictadura. 

Hoy por hoy, en los tribunales de La Plata está extendido el rumor de que Cartasegna no regresará a la fiscalía: que presentará la renuncia. Es que la cantidad de pruebas en su contra, el informe de Vogliolo y el casi seguro jury al que lo enviaría la Procuración no le dejan muchas alternativas. 

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