Ni un gramo de zonza debe tener tiene Gaby Comte, cantora, para saber cómo no es la soledad. Apenas grabó un disco, el flamante Un rosario, y ya orbitan a su alrededor tipos como Claudio Cardone (pianista y arreglador de tal trabajo); Darío Jalfin y Jorge Fandermole, invitados especiales al estreno del debut este miércoles 21 de junio a las 20 en la cúpula del Centro Cultural Kirchner; y amigos tallados a fuego por la música popular argentina como Adrián Abonizio. O rioplatense, tal el caso de Hugo Fattoruso, de quien tomó un temazo (“Alas blancas”) para traspasar a piano y voz. “‘Rosario’ significa corona de rosas, y esa idea de ramillete de canciones, que es a la vez ofrenda, tuvo sentido cuando conversaba con otro amigo, Alberto Muñoz, quien me comentaba justamente eso: al elegir repertorio, yo elegía un ‘ramillete de canciones’”, explica ella, acerca del nexo entre etimología y música. “Por otra parte, las canciones son como oraciones paganas que se van enhebrando como cuentas”, sigue, ahora en tren de revelar otra de las connotaciones de un título que no se agota aquí.

Se extiende, por contrario, a la cuna de varios de los versionados. “Fandermole y Abonizio son amigos muy queridos, que me han acompañado mucho en la vida, por eso tomé canciones suyas como ‘El presagio’”, sostiene Comte, que arrancó cantando a los 14 años (hace casi cuarenta) en la agrupación MIA, y siguió en la senda poniendo su voz al servicio de músicas de Litto Nebbia, Fats Fernández, Ernesto Jodos y Luis Salinas, entre varios otros. Y ahora, en cierta manera, al de Cardone, último tecladista de la banda de Luis Alberto Spinetta. “La verdad es que no me presionó trabajar a dúo con él, sino que me dio una alegría tremenda que aceptara sumarse tan creativamente, porque arregló, mezcló y colaboró en la selección de los temas. No sería el mismo disco con otro músico”, sentencia la cantora nacida en Flores, que respeta “o más, o menos” las canciones de otros, depende de quién sea ese otro. “Es todo un tema la interpretación. No respeto los géneros aunque sí las melodías. Y trato que los arregladores sean libres, pero no es un proceso lineal sino que con cada músico que canto se resignifica, toma su propia temperatura. El delicado equilibrio de que la canción se haga propia siendo de otro es un filo bravo pero seductor”, concluye Comte –también licenciada en letras– que mostrará sus músicas acompañada por dibujos, collages y acuarelas de Eduardo Sobico.