“Con Lebacs al 25 por ciento empezamos con déficit cuasi fiscal. Para no economistas: Central empieza a emitir de manera autónoma. Malo bien malo”. La frase no la dijo un opositor. Tampoco es de este año. Es una cita textual de un mensaje publicado en la cuenta de Twitter de Federico Sturzenegger en enero de 2014. No era presidente del Banco Central y se empecinaba en criticar cada una de las medidas anunciadas por la autoridad monetaria. Los tiempos cambian y ahora el que decide mantener la Lebacs con tasas del 25 por ciento es él y su directorio, quienes empiezan a jugar con fuego en cada una de las licitaciones mensuales de esos papeles de deuda de cortísimo plazo.

La semana pasada vencieron unos 547 mil millones de pesos en Lebac. La autoridad monetaria sólo pudo renovar el 80 por ciento de los vencimientos y liberó al mercado unos 122 mil millones de pesos. La cifra es equivalente a casi 2 puntos del Producto Interno Bruto. En el organismo a cargo de Sturzenegger no se hacen eco de las dificultades y repiten una y otra vez que ven un panorama financiero muy tranquilo. No creen que haya posibilidad de corridas cambiarias y mucho menos consideran que si sube el dólar pueda tener impacto sobre los precios internos. La volatilidad que mostraron los activos argentinos y el tipo de cambio el miércoles pasado tras la decisión del Morgan Stanley de no incluir al país entre los mercados emergentes tampoco fue motivo de preocupación para las autoridades del Central.

La lectura que tienen en el Central es que los precios ya empezaron a bajar y para julio se anotará la tasa de inflación interanual más baja desde 2009. Aseguran que este proceso ya no puede interrumpirse y es mérito de las decisiones de política monetaria tomadas en los últimos meses. Plantean que el uso de un tipo de cambio flexible garantiza que incluso ante un desarme de las posiciones en Lebac y un shock en el precio del dólar no hay motivo para esperar una nueva aceleración de los precios internos. Es paradójico si se tiene en cuenta que hace algunos años sus funcionarios pensaban algo totalmente distinto. “En la medida que el Banco Central no intervenga en el mercado cambiario cuando los pesos emitidos vayan a buscar dólares habrá depreciación y por esa vía habrá inflación”, repetía en 2010 en La Nación Lucas Llach, quién hoy forma parte del directorio de la entidad y se jacta de haber convencido a Federico Sturzenegger que la emisión no es exógena sino que tiene un carácter endógeno (la decide el mercado).

Un informe del Observatorio de Coyuntura y Políticas Públicas al que accedió este suplemento considera que “lo único que puede permitirle al Gobierno mostrar cierta moderación en los precios para los próximos meses es la estabilidad del tipo de cambio, mientras se siguen ajustando a la baja salarios y no se anuncian cambios importantes en las tarifas”. El documento, no obstante, asegura que tras las elecciones de octubre el equipo económico deberá tomar decisiones sobre la trayectoria del gasto público, el endeudamiento y el nivel del dólar, lo que puede volver a darle un impulso al proceso inflacionario, en un escenario en el que también impactarían las negociaciones paritarias. “La Argentina parece haber entrado en un círculo vicioso de estanflación estructural. Esto es precios altos y estancamiento de la actividad”, indicó.

Sturzenegger no muestra signos de alarma e incluso ahora plantea que la inflación tiene una relación filosófica con la sociedad. En un seminario en el interior del país mencionó que “ya no sólo quiero hablarles del vínculo entre la inflación y el crecimiento sino contarles que la baja de la inflación aumenta la libertad de los individuos”. No mencionó nada sobre el efecto del desempleo y la caída de los ingresos su estrategia de domar la inflación con la política monetaria.