Entrevistas: Alejandra Dandan.


LORENA BATISTTIOL BUSCA UN HERMANO APROPIADO

Memoria en peligro

 

Leandro Teysseire

Lorena Batisttiol es hija de Edigio y Juana Matilde Colayago, secuestrados el 31 de agosto de 1977 en Boulogne. Edigio había llegado de Italia con sus padres a los 2 años escapando de la posguerra para refugiarse en el país de Juan Domingo Perón. Para 1976 trabajaba en los galpones del Ferrocarril Mitre de José León Suarez, donde comenzó su militancia sindical. Juana era ama de casa. Habían tenido dos hijas: Flavia y Lorena. Juana llevaba adelante un embarazado de seis meses cuando la secuestraron. Ambos fueron vistos en el centro clandestino de Campo de Mayo. Y aún permanecen desaparecidos. El hijo o hija de ambos debió haber nacido alrededor del mes de noviembre de 1977. Hoy Lorena y su hermana Flavia están detrás de esa búsqueda. Lorena además es parte de la comisión directiva de Abuelas de Plaza de Mayo y forma parte de la mesa de trece organismos de derechos humanos que comenzó a reunirse cada quince días para diseñar de acciones urgentes ante el retroceso de las políticas de memoria, verdad y justicia impulsadas desde Cambiemos. Por todas estas razones el martes fue una de las personas cuya historia presentó Cristina Fernández de Kirchner en la cancha de Arsenal. A las doce del mediodía llegó a la puerta de la municipalidad de Avellaneda, punto de encuentro de quienes iban a estar en el estadio. A la una subieron a un micro en dirección a la cancha pero a poco de andar descendieron porque la multitud no los dejaba avanzar.

“Llegamos a lo que parecía ser la recepción de la cancha porque había un cuadro de Julio Grondona y un escudo de Arsenal –dice–. Entró Parrilli y nos dijo que Cristina iba a estar llegando prontamente e iba a tener unos minutos con cada uno. Así fue. Llegó. Recordaba cada una de las historias. Mayra Mendoza decía algo, pero Cristina se sabía qué problema era de cada quién. Cuando llegó a mí, me dijo: 

–¿No vino tu hermana? 

–Así entendí que recordaba todo de la reseña que mandamos. Durante el acto habló del 2x1, y yo la sentí muy conmovida. Fue como si dijera: ¡Pucha! ¡Mirá cómo están haciendo bolsa todo! Y entendí que ese abrazo que nos daba era un abrazo entre compañeros de mucho tiempo aunque no nos conocíamos, esa es la sensación que tuve yo. 

Hoy Lorena está casada con Leonardo, es madre de Chiara y de Juan, de 10 y 8 años cada uno. Se presenta como trabajadora de Abuelas de Plaza de Mayo, un espacio al que concurre todos los días “porque todos los días me levanto a cumplir con mis funciones en la Casa de las Abuelas y la Casa por la Identidad”. Retomó los estudios. Comenzó una carrera universitaria. Y aún cuida a su abuela María Ángela Lescano, la mujer que comenzó a criarlas el amanecer del secuestro de sus padres cuando una patota dejó a las niñas en casa de una vecina a la que amenazaron con un arma para que las  aceptaras. 

“Mi abuelo Artemio Batisttiol, el Nono, llegó de Italia en 1949. Mi abuela Elvira Landone llegó en 1951. Llegaron con la posguerra. Ella trajo a los dos hijos, mi tía Ema, de cinco años, y mi papá, de dos. Acá tuvieron a Luisa. Vivieron en el Hotel de los Inmigrantes, después pasaron a la casa de unos parientes en Remedios de Escalada y más tarde se instalaron en Boulogne, partido de San Isidro. Mi mamá tenía dos hermanos menores. Todos eran tucumanos, también mis abuelos. Habían venido a Buenos Aires en los años ‘60 y después andar por varios lugares se establecieron en Boulogne. 

Mis viejos se conocieron laburando en una fábrica de champú en Villa Bosch. Trabajaban muchos jóvenes del barrio. Entraban bastante chiquitos, a los 14 ó 16 años, y para muchos fue su primer trabajo. Mis padres se casaron en 1970. Mi hermana Flavia nació en 1972. Yo en 1974. A partir de entonces, mi mamá se hizo ama de casa. Mi papá empezó a trabajar en los galpones del Ferrocarril en José León Súarez donde creemos que comenzó su militancia, aunque toda la familia dice que era un apasionado por Perón porque siempre decía que los había salvado de la miseria. Mi papá militaba en una Unidad Básica que había en el barrio, ahora sede de la Unión Ferroviaria. También se reunían compañeros de del Belgrano Norte. El 30 de agosto de 1977 vienen a buscar a mi papá. Era de noche. Las mujeres estábamos solas. Mi vieja, con un embarazo de seis meses; mi hermana de tres años; yo de once meses; mi tía Ema y mi prima de 13 años. Nos encerraron en un cuarto. Y se quedaron toda la noche porque mi papá volvía del trabajo a las 6 de la mañana. A esa hora nos sacaron a la calle, una cosa que empecé a pensar durante mi embarazo porque era agosto, hacía frío y a las seis nos sacaron a la calle así como estábamos. A nosotras nos dejan en casa de una vecina. Al resto se los llevaron a Campo de Mayo. A mi tía Ema y mi prima las liberaron cinco días más tarde. Igual que otras hijos de otros compañeros de papá. En 2006 recién supimos muchos de estos datos y pudimos reconstruir la caída de los ferroviarios con Estela Segado, de la vieja Conadep. Allí supimos que el 31 de agosto se habían llevado a los trabajadores del Mitre y el 1 de septiembre a los del Belgrano. La metodología siempre era la misma: pasaron por las casas, se llevaron a muchos con esposas e hijos. Y sólo a dos secuestraron del taller de Suárez. Y a sus esposas fueron a buscarlas a las casas”.

Aunque durante estos años no encontró rastros físicos de sus padres ni a su hermana o hermano, parte de las políticas de investigación sobre archivos le permitieron recuperar esa parte de su historia. La mesa de organismos de derechos humanos es uno de los espacios recuperados desde el comienzo del nuevo gobierno que monitorea de modo permanente el retroceso de esas políticas. Que también dio cuenta del vaciamiento de los programas de investigación. Denunció el fallo del 2x1. Y que la semana pasada pidió, cuenta Lorena, una interpelación en el Congreso para el Secretario de Derechos Humanos Claudio Avruj. 

“Hasta diciembre de 2015, el laburo de Abuelas se desarrollaba y planificaba a largo plazo, teníamos cierta tranquilidad. Ahora las cosas cambiaron. Trabajamos más tiempo porque necesitamos participar de otros espacios como la reunión de organismos desde donde venimos sacando comunicados casi semana a semana. Hablando con los medios o adhiriendo a un acto o una marcha o manifestación desde la protesta por el 2x1 a la escuela itinerante, dedicándonos todo el tiempo a todo tipo de urgencias”. 


VÍCTOR ESTRADA, DE UN CLUB DE SOLANO

Los clubes en crisis

Leandro Teysseire

Víctor Estrada fue uno de los primeros habitantes de San Francisco Solano. Desde hace 64 años vive a tres cuadras de una barriada humilde del conurbano bonaerense. Chileno, emigrado a la Argentina a los cinco años, parte de una familia de perseguidos políticos, preso político dos veces en Argentina, es uno de los creadores del Polideportivo Vecinal San Francisco Solano, un club de barrio fundado hace 35 años con 220 chicos asociados y con adultos que los fines de semana se reúnen a jugar al truco y al billar. La luz del club pasó de 1.200 pesos bimestrales a 4.500 o 5.000 al mes en un contexto donde pocos pueden seguir pagando el canon social y de un barrio de nuevos desocupados o mayor informalidad. 

“Al club lo fundamos hace más de 35 años, a pura lucha y apoyo de los vecinos. Hicimos algo para que los chicos del barrio tuvieran dónde jugar al fútbol. Ahora hay en total 220. Hay menos actividades para las chicas porque no tenemos tanta ayuda. Estos son clubes hechos con mucho sudor, con los vecinos, porque siempre fue muy poco el subsidio para estas cosas”. 

Uno de los ejes de problemas fue la boleta de luz. “Nos venían 1.200 pesos cada dos meses y se nos fue a 4.500 o 5.000 por mes. Una locura. Tenemos dos canchitas iluminadas. Y se cobra un canon muy barato para recaudar. Pero así y todo, con buena administración, logramos hacer de todo hasta 2015. Después de ahí, la cosa se nos empezó a complicar y ahora con los gastos que tenemos todo se hace imposible. Cuando viene la cuenta de luz, lo primero que hacemos es ir juntando peso por peso para poder pagarla: cobran como si tuviéramos consumo industrial. Para colmo tenemos trifásica. Así que hacemos un esfuerzo muy grande. Y cuidamos bien el peso para pagar”.

–¿De cuánto es el canon que cobran? 

–De 20 pesos. ¡No podés cobrar más! La mayoría no paga un centavo porque el 70 por ciento de las personas son indigentes. Y los demás, son obreros. Y algunos no pagan de maña y otros porque no pueden. El trabajo diario en el bufet aflojó 50 por ciento. Lunes, martes y jueves, muy poca gente. Viernes, sábado y domingo repunta un poco porque la gente se junta a jugar al truco, al billar, una de esas cosas populares como en los clubes de barrio. Se nota el bajón, se consume un poco. ¿Adónde vamos a ir a parar con todo esto? Siempre nos preguntamos lo mismo. No pensábamos que la cosa iba a ser tan brutal. Y esto no es sólo un problema del fútbol sino que te afecta la vida cotidiana. Yo nací en Chile, a los cinco años me trajo mi viejo a la Argentina. Tengo 69 años. Fui dos veces preso político. En la dictadura tuve que andar de un lado para otro. Somos gente de la lucha vecinal popular y gracias a Dios sin ninguna mancha. Yo vivo hace 64 años en el mismo lugar. Compré el terreno pegado al de mi madre a los 17 años. Y siempre digo: pregunten en el barrio, si hay alguno que yo lo jodí, no me den ni bolilla, ni saludo. O sea que gracias a Dios esto me gusta, se ve que nací para hacer cosas por la gente y me encanta hacer cosas por la gente.


JULIA HERMIDA, BECARIA DEL CONICET

Retroceso en ciencia

Leandro Teysseire

Julia Hermida se crió en el barrio Juan XXIII, pegadita a la 1-11-14, en el Bajo Flores donde en los años 90 creció viendo a los padres de sus amigas de escuela amuchados a la espera de que saliera cualquier viaje para llevarse unos pesos a sus casas. En el 2001 cuando empezó a estudiar psicología ni siquiera era un sueño ser científica. Hoy psicóloga y doctora en psicología es becaria del Conicet e investigó estrategias destinadas a los niños en situaciones de pobreza para buscar datos que permitan fortalecer sus desarrollos. En diciembre del año, luego de haber concursado y ganado el ingreso a la carrera de investigadora científica, supo que quedaba afuera del organismo de Ciencia y Tecnología reducido por las políticas de vaciamiento del gobierno de Cambiemos.  

“Hace 10 años estudio cómo se desarrollan lo chicos, especialmente cómo lo hacen aquellos que les toca vivir en un ambiente pobre. Y de qué manera contribuir para que la pobreza no impacte en el desarrollo. Probamos estrategias para favorecer y estimular el aprendizaje. De manera más simple, lo que hago es ir a jardines pobres y pongo a prueba métodos de enseñanza tradicionales versus otros basados en neurociencia para ver cuál es el que más favorece la cognición. Qué métodos permiten que presten atención durante más tiempo, recuerden más consignas, inhiban más sus impulsos. La idea es prepararlos mejor para que al llegar a primer grado disminuyan las posibilidades de fracaso. Continué esa línea en mis trabajos de posdoctorado y abrí temas parecidos. Encontramos indicadores de resultados positivos como programas de entrenamiento con computadoras. Logramos que a chicos con el programa les vaya mejor. En fin, obtuvimos algunos resultados y otros para seguir probando. Por eso, cuando hay un ajuste en ciencia, se pierde recurso humano altamente capacitado cuya capacitación, además, fue pagada por el Estado”. 

Luego de hacer el doctorado en el Conicet, Hermida se anotó en un concurso para ingresar a la carrera de investigación. El concurso ofrecía 900 lugares. “Nos presentamos con mucha expectativa porque es un cargo permanente. En el medio ganó el macrismo, cambió el gobierno y nos cambiaron las reglas de juego. Si bien ganamos el concurso 900 personas, nos denegaron el acceso. Nos dijeron que sólo podían pagar a 385 personas, así que 500 iban a quedar afuera. En diciembre hicimos una protesta. Al cabo de una semana con casi una toma del ministerio conseguimos una beca por un año. Fue una solución de corto plazo. Hoy tengo una beca pero no es el trabajo al cual me presenté, ni el que me correspondía, ni el prometido en el Plan Argentina 2020. Es trabajo pero fue un salvavidas. Lo tomamos porque nos quedábamos sin trabajo. Ese salvavidas termina en diciembre. En diciembre yo estoy desempleada, no tengo ni salario, ni perspectivas de trabajo en ningún otro lugar. Obviamente no sacaron todo de golpe. Por eso lo que existe es un vaciamiento”.

En 2001 no soñaba con la posibilidad de ser investigadora. “No era un sueño porque ni siquiera se abría la carrera del investigador. Ahora hay 380, en 2001 había cero. Para ser investigador precisabas promedio 10. Accedían muy pocos. No había áreas. En la última década, con las políticas de Estado y la inversión en tecnología, empezamos a soñar que era una posibilidad y pudimos concretarlo. Y de golpe todo vuelve la incertidumbre. No sabés para dónde va tu vida. Eso influye en decisiones importantes: ¿Planifico un estudio para el año que viene? ¿Cómo hago si me voy a quedar si beca? ¿Si me pagan y no tengo beca, quién lo hace? Y también en cuestiones personales: ¿Planifico una familia si después me tengo que ir del país? ¿Me pongo de novia acá? ¿Busco laburo en otro país o no?

Ahora Julia está cerrando asuntos pendientes y explica que prefiere quedarse en Argentina. “El sueño de cualquier investigador es construir conocimiento que le sirva a su país y quedarse en su país. A todos nos gusta viajar para ir de vacaciones, pero a todo el mundo le gusta volver a ayudar a la gente de su barrio. A resolver problemas que uno mismo vivió. Más allá de hacer una experiencia afuera para aprender algo, el sueño no es hacer una carrera acá pagada por el Estado y después ir a Estados Unidos como un rey. Toda la gente que conozco que vive a afuera desearía poder volver. Todo va muy bien con la experiencia pero cuando tu hijo tiene 3 años querés que aprenda las historias de San Martín y de Belgrano, y no de otros héroes”.

Cuando la llamaron para el acto de Avellaneda, le dijeron que estaban sumando historias para mostrar los efectos del año y medio del nuevo gobierno. Julia mandó una síntesis de su historia y una foto. Vio a CFK antes del acto. “Creo que lo más fuerte de ese día fue salir y ver la cancha llena de gente con las banderas argentinas. Creo que eso es algo que te queda para siempre. Gente que estaba ahí. Que tiene un proyecto para organizar un país. Y a mí me pareció importante dar cuenta en ese contexto de lo que ocurre con la comunidad científica”.


KARINA PARDO, GERENTA DE UNA EMPRESA

Pymes en problemas

 

Karina Pardo es responsable de la gerencia de Microenvases SRL, una Pyme de Avellaneda dedicada al packaging publicitario en punto de venta. La empresa es un emprendimiento familiar de 35 años de antigüedad en Avellaneda donde trabajaban a 60 empleados de forma directa. Hace 18 meses está en medio de una caída estrepitosa por la baja del consumo. Esa es parte de la radiografía del país de Cambiemos que Karina mostró en la cancha de Arsenal. “Lo que viene pasando nos cambió la vida a todos los argentinos –dice–. “El martes sentí una emoción extrema. Vi la expresión de un pueblo en ese estadio y fue volver a tener esperanzas”.  

“Nos dedicamos a todo material promocional en puntos de ventas a través del packaging publicitario. En esta unidad de negocios soy la responsable a nivel gerencial. Tenemos otra unidad que se dedica al insumo productivo en cajas de cartón corrugado. Como sucede en todos lados, por la caída del consumo masivo en cada uno de los rubros con los que trabajamos la venta se vio absolutamente deteriorada. Llevamos 18 meses de caída estrepitosa. La caída de consumo de nuestros fabricantes nos afecta de manera directa porque dejan de consumir cajas de cartón corrugado o de invertir en exhibiciones en el punto de venta o hacer acciones promocionales. Hasta ahora hacíamos el manejo de promociones de una marca en comercios minoristas y supermercados. Pero hoy por hoy, las primeras marcas no pueden colocar un exhibidor para vender más porque necesitan subsistir y recortan todo lo promocional y empresas como nosotros quedan con una baja de trabajo importante. Si antes hacían una oferta y regalaban algo, ahora ya no pueden porque para apalancar las ofertas necesitás volumen de venta. Y hoy el consumo cayó. Esto un fenómeno de épocas de crisis”. 

La empresa es fuente de trabajo de 60 personas en forma directa y otras tantas indirectos. “La empresa tiene una línea de proveedores cautivos, gente que desde hace muchos años trabaja con nosotros y cuando tenemos una baja se ven perjudicados porque para algunos esta es su única fuente de trabajo. En ese escenario, la cosa es bastante critica”.

Uno de los datos de las Pymes es que no pueden trasladar el aumento de los costos a los precios y en el último año hubo aumentos en materias primas y “servicios por sobre todas las cosas”. Así bajó la rentabilidad “a una condición mínima que los obliga a no poder reinvertir y en una pyme, sino reinvertís quedas afuera”. Tuvieron aumento de luz, gas y agua: “Fue dramático y como no se puede trasladar a precios quedás fuera de una condición de negocio rentable. Se achicaron absolutamente todos los márgenes”.

A pesar de los vientos en contra, el propietario de la empresa llamado Jorge Lauriti trata a toda costa de redoblar los esfuerzos para evitar cesantías o reducción de jornadas de trabajo. “En un momento nos hemos quedado, realmente, sin trabajo. Eso fue bastante terrible porque esas familias dependen de nosotros día a día. Acá hay muchas historias. Historias de muchos jubilados que aún tenemos trabajando. Pero la idea es que la empresa debe subsistir como sea para mantener esas fuentes de trabajo. Por eso ahora redoblamos esfuerzo, ideas y tiempo para generar potenciales oportunidades de venta y hacer que nuestra gente tenga posibilidades. El martes en Avellaneda lo que sentí es que volvía a tener esperanzas. Al compartir con gente de otros sectores situaciones de tanta vulnerabilidad, uno se da cuenta de la situación dramática que unos atraviesa todos los días. Los jubilados. Centros de merenderos. Comedores. Los discapacitados. Y frente a eso, uno tiene que asumir la idea de tomar conciencia y politizarse. Pensar que la política es algo importante. Si no estamos bien, si no tenemos la posibilidad de dar educación y alimento a nuestros hijos o un futuro para nuestros hijos, es como que vivimos condenados. Acá hubo una reestructuración de la vida para generar nuevos hábitos y uno dice me la tengo que bancar. La verdad es que a todos nos toca. Pero tenemos la responsabilidad que le cabe a cada uno de redoblar esfuerzos. Y entender que la necesidad del otro pasa a ser mi necesidad”.