“La sociedad humana sin ayuda mutua no podría ser mantenida más allá de lavida de una generación.” Piotr Kropotkin

El apoyo y la amplia difusión de la Royal Society de Londres a “El origen de las especies por medio de la selección natural o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida” de Charles Darwin distaba de ser inocente. Fue uno de los mayores esfuerzos del siglo XIX por instaurar en la conciencia planetaria la apología del dominio imperial de un sistema económico y político sobre otros.
La teoría de la evolución restringió el poder de la Iglesia refutando el creacionismo pero priorizó, en nombre de la neutralidad de las ciencias, conceptos tales como “la competencia por la supervivencia”, “la economía de la naturaleza”, “la división del trabajo”, “la especialización de funciones”.
Si bien, Darwin envía carta a Kropotkin aceptando que “aquellas comunidades que reúnen la mayor cantidad de miembros que simpatizan entre sí, florecerán mejor y dejarán mayor cantidad de descendientes”; en sus libros soslaya este y otros aportes similares.
Casi un siglo después que el nazismo practicara su propia versión de la supervivencia de los más aptos, la cultura global insiste en aplaudir genes egoístas y meritocráticos humanos alfa.
Por intencionalidad e ignorancia, la orientación política e ideológica de la sesgada teoría darwinista mantiene su vigencia, mientras investigaciones como las de Kropotkin continúan ignoradas por el gran público.

La manada. La etología, ciencia del comportamiento animal y humano, ha comprobado que en términos de supervivencia, las especies más exitosas son aquellas cuyos miembros colaboran entre sí y practican lo que, en nuestro lenguaje, llamaríamos, solidaridad.
En particular, los mamíferos son interdependientes y entre ellos los humanos, con un largo ciclo de maduración y sin garras potentes ni fieras mandíbulas, solo sobreviven al cuidado de la manada.
La supervivencia de la especie reside en sus lazos.
Los conflictos y tensiones entre el individuo y el colectivo se relacionan con el sistema de pertenencias y los modos de articulación comunitaria que intervienen en la auto-percepción.
La subjetividad es inherente a la condición humana.
Algunos humanos consideran dignos de respeto a animales, insectos, árboles, río y desierto y establecen relaciones armónicas.
Otros, niegan condición de prójimo a personas de sus propias familias y hay quienes viven en permanente hostilidad, estableciendo relaciones de lucha y competencia con cualquiera que pertenezca a distinta religión, clase social, género o nacionalidad. 
No solo la percepción es cultural.
También lo es el propio concepto de naturaleza.
La contradicción entre naturaleza y cultura se crea en el intercambio de información entre los miembros de la manada humana y a lo largo de generaciones.

“Pasos hacia una ecología de la mente” (Gregory Bateson). Los grandes centros de conocimiento y los medios de comunicación predican objetividad y al mismo tiempo, privilegian la distribución de referentes y contenidos, intereses y valores que juzgan convenientes o prefieren dominantes.
La novedad es una convergencia global (de los recursos e intereses de las corporaciones tecnológicas y mediáticas) que multiplica el alcance de los estímulos pero conserva el direccionamiento hacia aquellos modelos económicos, éticos y estéticos a los cuales aspira se ajusten millones de subjetividades.
El efecto acumulativo de certezas creadas sobre la base de la lucha por la supervivencia y normas de egolatría, etnocentrismo y xenofobia conduce al debilitamiento de los lazos afectivos e incrementa las enfermedades personales y colectivas.
El miedo y el odio oscurecen las procedencias del tallado de sensibilidades e instalan paradigmas de sentido común.
La estrategia es letal pero perdura gracias a su repetición y sutileza.
El éxito obtenido con productos de consumo (incluso políticos) demanda a sus voceros que se declaren prescindentes y pontifiquen lo contrario.
Por ejemplo, pregonando el fracaso de medios y encuestas en las últimas elecciones norteamericanas y negando que Trump es publicitado, desde hace décadas, en gráfica, por redes y en los programas más populares del cine y la TV.
Por cierto, la vida no solo recorre caminos solidarios.
Sin embargo, el futuro de los seres humanos aún descansa sobre quienes no piensan a sus derechos como meras mercancías, se organizan y ejercen cotidiana solidaridad.
Héroes y heroínas que exorcizan con ayuda mutua los miedos de la manada, construyen conciencia de una ecología común y cuyos “éxitos” jamás son exclusivamente individuales.
Cuando el “Todos juntos” es una mentira, la humanidad no cuenta con equipo sustituto.

* Antropóloga.