Un hombre sentado a la mesa de su cocina que también es mesa de trabajo con una mano escribe a máquina y con la otra hace ir y venir el cochecito de un bebé.

Es un resistente al régimen de Ceacescu que no le permite ejercer la docencia en la universidad de Bucarest, Rumania, en la que estudió la carrera de letras.

El poeta, traductor y periodista resistente es un marginal en una sociedad sórdida y opresiva que rinde culto a los burócratas.

Esa sociedad expresó con contundencia su asco y su hartazgo rebelándose contra el despotismo del capitalismo de Estado y colgó de un patíbulo a la cara visible de la dictadura rumana.

En 1989 Mircea Cartarescu pudo comenzar a difundir su poesía y sus relatos que interpelan la condición humana de modo lacerante.

El ruletista, prólogo de su novela nostalgia tiene un aire kafkiano de absurdo existencial.

El ojo castaño de nuestro amor reúne una serie de crónicas con agudas reflexiones sobre la vida cotidiana.

Cartarescu reconoce fuerte la influencia en su literatura de autores como Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Julio Cortázar.

También los libros de Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez han sido importantes e inspiradoras referencias.

Mircea Cartarescu se niega a creer en las literaturas nacionales aunque reconoce particularismos.

Reniega de las fronteras a las que califica de artificios militaristas que siembran la intolerancia entre los pueblos y potencian las guerras. Sostiene que la poesía es un elemento vital para engañar a los censores.

Acercarse a la literatura de Cartarescu es abordar un universo de sentimientos que incitan a la reflexión, algo tan necesario en tiempos de banal consumismo, violencias múltiples y bombardeo de ruidos vacuos, música alienante y distancias afectivas.

Carlos A. Solero