Desde el año pasado, el Día de la futbolista homenajea la gran hazaña de Las Pioneras, el equipo argentino de fútbol femenino que goleó 4 a 1 Inglaterra en el Estadio Azteca (México) en el Mundial de 1971. 

La efeméride futbolera del 21 de agosto sirve de excusa. El artículo se centra en quienes se calzan los guantes. Las atraviesa la misma pregunta que a sus colegas varones. Pararse bajo los tres palos ¿se experimenta como la última posibilidad de pertenecer? Argumento común: no ser hábiles con los pies. Desde ese punto de vista, el área chica se convierte en una zona border dentro de la cancha, porque al propio arco se lo vive como el lugar del no juego. A eso refiere el día del arquero en el refranero popular.

Hace pocos años se dejó de concebir a las jugadoras arqueras como atadas en solitario al palo del metegol. En esta nueva interpretación, las futbolistas del arco juegan desde un posibilismo permanente. “Desde ese lugarcito, leen el partido por la trayectoria de la pelota. Piensan qué puede llegar a pasar y deciden qué técnica les conviene ejecutar. Y todo eso, en milésimas de segundo”. Quien le pasa el trapo al puesto es Verónica Fuster, a cargo del primer departamento de arqueras de Argentina y Sudamérica en un club de fútbol femenino de primera división. Se creó en setiembre de 2020.

“Las chicas no quieren el puesto. Quizás sea por lo que venimos ofreciendo”, opinó en un momento de la entrevista con Salta/12. “Todo cambió cuando dejamos de pedirles que cumplan la función defensiva en el arco. Desde el rol ofensivo tienen otro protagonismo. Es un proceso que lleva poco tiempo de desarrollo”, explicó Fuster, que entrena futbolistas de distintas divisiones en Gimnasia y Esgrima de La Plata. Ella es una defensora del oficio. “El lugar bajo los palos es cruel. No tiene margen de error. Pienso que todavía hace falta un poco más de equidad al momento de las críticas. Como el fútbol masculino es el paradigma dominante, se cae en constantes comparaciones”.

María José Tejerina, es actualmente la única futbolista salteña bajo los tres palos en un club de primera división nacional: Lanús. Nació en la capital de Salta. Pasó por Central Norte y el Club San Francisco. Sin embargo, el salto cualitativo lo dió a finales de 2020, cuando se incorporó al plantel de “El Lobo” de La Plata, último hogar de Diego Maradona. “Llegué al mes que se inauguró ese departamento. Sabía lo básico: cómo tapar una pelota. Nada más. En Gimnasia, aparte de enseñarme a ser una arquera, me formaron como futbolista”.

Tejerina explicó por qué ellas estudian para jugar con otra cabeza en la cancha. “Antes era solo atajar. Ahora somos una central más. Debemos saber entregar pases pasando mitad de cancha y hablar con las otras jugadoras de la defensa para dirigirlas. Somos casi capitanas”. En Lanús, sigue aprendiendo. Su entrenamiento en la posición específica se complementa con el plantel. “Hago toda la rutina física y practico todas las rutas de pase. Las arqueras debemos estudiarlos, especialmente los que se hacen entre líneas. En Lanús son muy exigentes, porque debemos jugar como cualquier futbolista”. Ahora es semiprofesional.

Mientras tanto, en Salta

“¿Conocés entrenadoras de arqueras mujeres?”, le consultó la cronista a un profesor especializado del Atlético Los Magníficos, un club que nació en la pandemia y ofrece clases a un grupo reducido de chiques y adolescentes. La pregunta lo tomó por sorpresa y para no descartar posibilidades respondió: “No conozco, pero debería haber. Te averiguo”. La misma pregunta le hizo Salta/12 a la coordinadora del femenino del Club Atlético Pellegrini, Debby Chaza. “Hasta donde sé, no hay. Por ahora, son todos hombres”, respondió la ex jugadora.

En la ciudad, las futbolistas se apropian de ese saber posicional desde distintas perspectivas. A veces la biografía familiar muestra relaciones entre tíos, abuelos, padres varones y, de a poco, madres, incluso sin importar género. Para otras la experiencia como futbolistas del arco se construye desde el aprendizaje autodidacta. Un puñado de relatos biográficos revelan entrecruzamientos con diferentes deportes con arcos como el hockey. Y finalmente, aparecen las experiencias que nacen de la simple necesidad de ubicar a la responsable del equipo, como la última jugadora bajo el rectángulo que toda pelota anhela atravesar.

Romina Toledo con Ubaldo Fillol en River. 

En un album imaginario, Romina Toledo es la figurita dorada entre las arqueras de Salta. En su trayectoria, llegó a jugar bajo el arco de planteles de primera división nacional. En su caso, River Plate y Atlanta. Lo hizo cuando una mujer salteña en un club grande era impensado por la mayoría. Tan lejano parece el año 2014. “En ese momento jugaba en San Antonio y entrenaba con la primera división de hombres del club, con el permiso del entrenador”, contó. “Llegué a River por recomendaciones y videos porque atajo desde los ocho años”. Sobre el oficio, para la ex arquera importa lo psicológico. “Cuando se equivoca una delantera, pasa. Siempre hay explicaciones posibles. Pero cuando nos hacen un gol, no”, sentenció enfática. “Por eso en la cancha, inmediatamente tenemos que olvidarnos del momento y del entorno, para seguir concentradas en el partido”.

La figurita nueva es Marisol Barrientos, arquera de Atlético Chicoana. Su equipo es el reciente ganador de la Copa Salta 2022. “Desde que empezamos a jugar en la Liga del Valle, somos el único conjunto con jugadoras en el arco. Así venimos desde que empezó el campeonato”, confesó. “Dos mediocampistas atajaron. Yo juego de dos y fui capitana. Quedé en los partidos más fuertes porque soy la de mayor experiencia en el puesto. Tal vez hay jugadoras que sepan atajar pero no se animan”, reflexionó. “El arco es mucha responsabilidad”.

Marisol Barrientos, arquera del Club Atlético Chicoana. 

“Soy autodidacta. Entreno como una jugadora más”, le contó a Salta/12 Lutmila López, bajo los tres palos de la primera división de Pellegrini. “La arquera de Juventud Antoniana achica muy bien, no se queda parada. Del fútbol latinoameticano me gusta Christiane Endler, de la selección de Chile”, opinó Camila Ledesma, que atajó en 2021 en la primera división del Club Popeye. Comenzó en un arco de hockey y llegó al mismo puesto del fútbol jugando amistosos con sus amigas. Lutmila, en cambio, termina la secundaria y complementa su rutina de arquera con entrenamientos en el mismo puesto pero en una división del hockey del Club Atlético Mitre.

Fuera de las directamente involucradas, se sabe muy poco de las jugadoras con guantes de Salta, sean pequeñas o mayores. Localmente, a la narrativa del fútbol de mujeres, todavía la domina quienes defienden un conjunto de saberes y creencias sobre la práctica del deporte. Esa doxa les reserva a todas ellas el lugar de herejes. En el día a día, todo tipo de registros de la actividad se cuelan por portales digitales específicos, transmisiones por youtube, fragmentos o episodios que se postean en cuentas particulares de distintas redes sociales. 

La batalla cultural, las futbolistas del arco la ganan de otro modo: el “boca en boca” digital es hoy “de whatsapp en whatsapp”. Al decir de un sociólogo francés (Pierre Bourdieu): así conservan todas esas mujeres lo que ocurre en los arcos de las canchas de fútbol. Y sin álbum de figuritas a mano que ayude a prolongar la memoria entre las más pequeñas, las arqueras salteñas de hoy construyen el propio, entre torneos de liga o campeonatos locales y regionales.