La calidad de vida de las mayorías populares empeoró en el último año y medio. La fuerte caída del consumo de alimentos es un indicador contundente al respecto. La desmejora en las condiciones de vida incluye además cuestiones tan sensibles cómo el cuidado de la salud. El recorte de las prestaciones del PAMI es el caso más notorio. La obra social de los jubilados interrumpió la provisión gratuita de anteojos, eliminó programas de prevención de enfermedades, redujo las prestaciones por trasplantes, disminuyó la cantidad de alimentos entregada a centros de jubilados, achicó el listado de laboratorios bioquímicos y limitó la cobertura de medicamentos gratuitos. Sin embargo, Carlos Regazzoni fue desplazado del organismo por “no ajustar lo suficiente”. El nuevo interventor, Sergio Cassinotti, modificó el modelo de financiamiento de las prácticas médicas.  Las retribuciones por prestaciones fueron reemplazadas por un sistema de pago per cápita por servicios básicos. 

“Las consecuencias de estos cambios para los afiliados son la disminución del acceso y de la calidad de los servicios que se ve reflejada en la dificultad para obtener turnos, el desgaste de los pacientes y el aumento del gasto de bolsillo”, advierte un informe de la Fundación Soberanía Sanitaria. La cobertura sanitaria no sólo está comprometida en el caso de los adultos mayores. La población que concurre a hospitales y centros de salud vieron reducido la cantidad de medicamentos gratuitos entregados por el Plan Remediar de 74 a 27. 

En ese contexto, la fuerte alza en los precios de los remedios es un factor adicional muy perturbador. El Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad de Avellaneda viene realizando un seguimiento de 120 drogas de consumo masivo. El resultado del relevamiento es que, en el último año y medio, se produjo un incremento de precios superior al 75 por ciento. Esto es, casi 20 puntos porcentuales por encima del alza en el nivel general de precios. 

Los medicamentos que más aumentaron fueron los de terapéutica tiroidea (152 por ciento), ansiolíticos (135), broncodilatadores (124), antiespasmódicos (116) y antiinflamatorios bronquiales (113). El trabajo de la Universidad de Avellaneda puntualiza que “tomando un conjunto de doce productos de uso difundido, se observa que nuestro país tiene la canasta más cara de la región. Valorizada en dólares, esta llega a ser más de un 50 por ciento mayor al promedio de la región...se posiciona un 170 por ciento arriba que la misma canasta en Chile, un 37 por ciento más que en Uruguay, un 33 por ciento más que en Brasil y un 111 por ciento mayor que Paraguay”. Comparando el salario mínimo con esa canasta, el país que menor cobertura tiene es Brasil (1,52), seguido por Argentina (2,02). Los países que mayor cobertura tienen son Chile (4,28), Paraguay (3,01) y Uruguay (2,38).

“Argentina tiene el salario mínimo más alto en dólares pero, aun así, se encuentra entre los de menor cobertura de la canasta. Esto se debe, principalmente, a un avance en los precios de los medicamentos sustancialmente por encima de la actualización que tiene los salarios”, sostiene la Universidad de Avellaneda. Entre 2003 y 2014, las políticas públicas redujeron  la incidencia del gasto de bolsillo en medicamentos del 65 al 52 por ciento. La tendencia marcha en sentido inverso desde el triunfo de la “revolución de la alegría”.

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@diegorubinzal