Un 23 de agosto de 1812, hace 210 años, sucedía un hecho que marcaría para siempre el devenir de la patria: el Éxodo Jujeño, la mítica gesta popular liderada por Manuel Belgrano que significó una bisagra en el proceso independentista.

Así, la retirada de las tropas revolucionarias al mando de quien fuera mucho más que el creador de la bandera, tuvo por protagonistas a hombres y mujeres que, con la libertad en el horizonte, abandonaron sus pertenencias, incendiaron sus propiedades y dejaron tierra arrasada e inutilizada para las tropas españolas. En ese marco, tucumanos, salteños y jujeños, sumados a la oficialidad, intimaron a Belgrano a detener la fuga y presentar batalla a los realistas. Allí, Belgrano eligió entre la legalidad –las órdenes del Triunvirato– y la legitimidad: un pueblo le exigía desobediencia para constituirse en sujeto político de una nueva y gloriosa nación.

La síntesis de los acontecimientos es más o menos conocida. La novedad llega con la reedición de “Éxodo Jujeño. Manuel Belgrano y la gesta de un pueblo para crear una nación”, de Hernán Brienza, que diez años después del bicentenario y bajo el grupo Planeta, vuelve a las librerías, con algunas correcciones y un epílogo que no figura en la versión de 2012.

En relación con eso, el politólogo y periodista reflexiona sobre el liderazgo de Belgrano, el gesto heroico de los jujeños y la relevancia del NOA como aquella región donde ocurrieron acontecimientos cardinales de nuestra historia.

¿Por qué el Exodo Jujeño fue una bisagra en el proceso independentista?

Primero, me parece que es interesante plantear el Exodo Jujeño hoy para ver qué tan lejos estamos del sacrificio colectivo. En segundo lugar, creo que a los argentinos nos está prohibida la épica. Compramos la épica norteamericana o europea, pero no somos capaces de fabricar la nuestra, quizás porque sentimos vergüenza de este presente es que se hace complicado. Para nuestra autoestima nacional, es necesario saber que somos capaces de generar una épica propia, popular, colectiva. Hoy, cuando parece que las épicas colectivas son cuestiones del pasado es interesante volver a plantearlas. Están ahí para decirnos de lo que podemos ser capaces.

En ese sentido, Ricardo Rojas, mencionado en el libro, asegura que la riqueza del pueblo jujeño radica en su sacrificio, cuando hombres, mujeres, niños y ancianos cargaron con lo puesto, y escaparon de Goyeneche, al mando del ejército realista

Lo interesante es que todos esos hombres, mujeres, niños y ancianos van caminando, en carreta, en burro, a caballo. Hacen cincuenta kilómetros por día, con un ejército que les pisa los talones. Es una verdadera gesta popular. Muchos dicen que parte de los que participaron fueron en contra de su propia voluntad, pero eso habla de que el esfuerzo del pueblo fue completo, incluso de los pueblos originarios que participaron del éxodo. Calculo que entre cinco mil y diez mil personas fueron parte y no eran solamente jujeños sino altoperuanos también. Y hubo jujeños que se quedaron y crearon un cabildo abierto realista que, cuando llegaron, les dieron la bienvenida. Por eso, el éxodo no fue completo, pero Jujuy quedó arrasada.

El caso de estos últimos, hoy resulta difícil entenderlos…

Eso no me parece tan difícil. Lo que creo que es complejo es que haya un pueblo dispuesto abandonar sus celulares, sus plasmas su comodidad por el sueño de una patria. Creo que hay más argentinos dispuestos a aplaudir la llegada de cualquier imperio, sobre todo en Buenos Aires, que a abrazar la decisión de abandonar todo y perder todo en busca de una patria. Lo digo con tristeza, creo que es triste pero es así. De hecho, el libro es una gran pregunta sobre eso, sobre si el pueblo argentino hoy haría el mismo sacrificio que el pueblo jujeño. No sé si un pueblo que se queja porque no lo dejan comprar dólares sería capaz de hacer un Éxodo jujeño. Repito, lo digo con tristeza.

En tus fuentes tomás a Ohesterheld, quien recalca que el verdadero héroe es colectivo ¿considerás que asistimos al fin de esa figura?

Creo que se apagan frente al individualismo atroz que estamos viviendo con el neoliberalismo desde hace varias décadas. Hay momentos en los que el héroe colectivo parece renacer, pero que se chamusca frente al neoliberalismo. Eso hace imposible el surgimiento de esas gestas populares. Tiene que ver con la presión de los grandes imperios, globales y poderosos y con la falta de alternativa y de futuro es mucho más derrotista que la fuerza de cualquier enemigo. La imposibilidad de ver otra cosa que no sea el capitalismo o el neoliberalismo, quiebra muchas más voluntades que la fortaleza del adversario.

Insistiendo con lo plural, en el proceso independentista intervinieron varias personas ¿Cuál fue el rol Güemes en ese contexto?

Güemes es tan importante como Manuel Padilla, como Juana Azurduy y tantos otros caudillos. A veces, la historia Argentina del estado de nación los separa, pero creo que son parte de lo mismo, parte de esos caudillos muchos de los cuales dieron la vida. La cantidad de caudillos asesinados por el Imperio español entre 1809 y 1824 demuestra la importancia de estos líderes populares. Son muchos los que murieron asesinados, algunos de ellos directamente fusilados. Güemes tenía la importancia de ser un caudillo salteño popular, que se enfrentaba a los poderosos de Salta. Eso fue lo que no le perdonaron, por eso fue reivindicado recién en 1930.

Entre las páginas de la reedición se lee: "La historiografía oficial ha menospreciado a los verdaderos protagonistas de esta gesta". ¿Esto se redefine, de alguna manera, a 210 años del éxodo?

La historia la ganan los que escriben y en aquella época los que no escribían eran los pobres, las mujeres y eso hizo que la historia fuera escrita por Buenos Aires y por sus hombres. Entonces decidieron qué historia contar y a quienes silenciar, o quiénes estaban silenciados ya porque no tenían escritura. Reconstruir esas voces es muy difícil hoy, pero ese es el trabajo. 

Además, cuando uno analiza los centros de operaciones tanto políticos como militares, uno se da cuenta de que tanto Buenos Aires como el Alto Perú tienen su importancia. Ya sea por el levantamiento del 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca y la revolución de 1810, pero que en realidad las grandes batallas se libraron en el Norte, en Tucumán, en Salta, Vilcapugio, Ayohuma, Huaqui. Y esos quince años de guerra permanente que sufre el Alto Perú, desde el Norte argentino hasta el Desaguadero, hasta Huaqui. Y Buenos Aires tiene muy poco esfuerzo militar. Uno puede recordar el combate de San Lorenzo, pero la escaramuza duró 15 minutos, con 200 personas. En cambio, la batalla de Tucumán duró todo un día y pelearon cinco mil personas. Y en Salta ocurrió lo propio. Si uno tuviera que pensar dónde estuvo el esfuerzo, dónde se puso realmente el cuerpo, la sangre, el sufrimiento fue en el Alto Perú.

A pesar de que se dictaba en Buenos Aires y con un tamiz patriarcal ¿Se conoce qué papel tuvieron las mujeres en esa época?

Se ocupaban de algunas tareas que tenían que ver con lo doméstico, la logística y la alimentación, pero vivieron a la par del hombre el éxodo jujeño. En algunos casos, combatieron en las batallas al igual que los hombres y tuvieron en todo el Alto Perú una importancia fundamental en lo que era la red de espionaje. Como tenían relación con los jefes realistas, todo el tiempo sacaban información de esos lugares. Además como eran invisibilizadas, como estaban para servir, no eran vistas. Ella escuchaban. Esa red de espionaje fue fundamental para que los patriotas supieran qué hacían los jefes realistas, qué pensaban y a dónde iban.

Entre las voces que retomás, Marechal se refiere a “la costumbre poética del coraje” ¿existe una poética de la historia nacional?

Existe una poética, en el silgo XX la Guerra Gaucha, el propio Marechal, Borges. Le cantan mucho a la patria y a sus sucesos revolucionarios. También, en el XIX, con muchos poetas que han sido olvidados. El folklore, en las décadas del 50 y el 60, tiene una poética de la revolución con Cafrune, Benarós, las cantatas, el romance a la muerte de Juan Lavalle. Hay una poética sobre la historia. Cada generación hace de esa historia su propia poética con las herramientas que tiene.

Desde otro punto de vista, Belgrano era calificado como “yunque de la revolución”, se utilizaba esa metáfora en un sentido positivo ¿podrías profundizar sobre el mote?

Claro, Moreno era el martillo y Belgrano era el yunque. Moreno era el que golpeaba y Belgrano era la base de la revolución. Es una muy linda imagen de las personalidades de los dos. Mientras Moreno quizás era más apasionado y punzante, Belgrano estaba siempre en la base sobre la cual se forjaba esa revolución. Esa es la metáfora completa a riesgo de no ser pesado, Belgrano daba la solidez de la revolución. hoy se usa la palabra yunque como pesado pero, lejos de eso, Belgrano se visualizaba como una herramienta fundamental para que la revolución se produjera.

Su figura resulta contradictoria: no tiene formación militar, desobedece al Triunvirato...

Su figura es extraña. El mejor Belgrano es el que desobedece. Tanto con la bandera como con el Éxodo jujeño. Cuando desobedece al gobierno central es cuando aparece el mejor Belgrano, el que finalmente todos recordamos. El triunvirato le había pedido que no creara la bandera pero la crea, la lleva y nos da el emblema. El Triunvirato le pide que retrotraiga al ejército y en lugar de una retirada militar, hace un éxodo popular. Al mismo tiempo era abogado, un intelectual. Lo mandaron lejos de la revolución para que no pudiera liderarla, lo mandan al Alto Perú. Se la pasaba en el cuartel leyendo libros de estrategia militar. Sus propios oficiales lo cargaban por eso, lo llamaban el Bomberito de la Patria. Por un lado, lo respetaban por su pasión y por otro, se burlaban de sus decisiones, como si no pudiera nunca convertirse en un líder total.

El libro aporta documentos, pero también los hechos de manera novelada, con los próceres más allá del bronce, humanizados ¿tu oficio de periodista te aportó herramientas para lograrlo?

Sí, mi trabajo no es tanto de historiador sino de analista político de la historia. Desde ahí trato de narrarla en función de las necesidades del presente. La historia también hace eso pero es más pudorosa a la hora de reconocerlo, también hace política pero no lo dice. A mí me parece que no solamente hay que humanizar, sino también acercar.