“Un beso, solo es un beso que me está dando vueltas todo el día. La otra noche la vi a Carmen, nos reencontramos en De la otra vereda, un boliche lindo, de chicas, piso de goma, azulejos rosados en las paredes y una gran barra de mármol”, susurra la actriz Sol Fernández López interpretando a Fernanda Rosetti, una profesora de literatura de un colegio secundario, en la obra de teatro Me encantaría que gustes de mí. Dirigida por Luciana Mastromauro y basada en la novela de Fernanda Laguna, la obra puede verse los sábados a las 21 en Beckett Teatro (Guardia Vieja 3556). Este es el segundo trabajo de la Compañía Trueno, una colectiva de artistas mujeres que nació en 2019 a partir de su primer montaje Con los ojos de mi soledad absoluta. Me encantaría que gustes de mí fue ensayada en pandemia.

“Adaptamos la novela y ensayamos vía zoom. Luciana desde su casa y yo desde la mía. La verdad es que ante la imposibilidad de encuentro, la pantalla fue el medio salvador, el que nos dio la posibilidad no solo de encontrarnos y laburar el material, sino además de descubrir a través de este formato una forma de actuar y de ver y verse. Al comienzo fue raro, claro, dar acción yo desde mi pieza con mi gata dando vueltas y el sonido de la calle o una alarma o el himno y aplauso de les vecines, pero después era parte de la forma: usar los ruidos e interrupciones, permitieron encontrar otros tonos y otras formas que aportaban al personaje, que justamente se encontraba sola y en su casa”, dice Sol a Las12.

“El actuar a la pantalla, tener tan cerca la compu, poder verte en primer plano, y grabarte, además, permitía un trabajo minucioso de lo gestual y las formas corporales, algo que a mí siempre me es muy fundamental, y eso me gustaba mucho hacer, como trabajo de estudio”, aclara quien le pone el cuerpo y la voz a la profesora de literatura que se desvive porque alguien se enamore de ella.

¿Qué sentiste cuando por fin pudiste hacer la obra en el teatro?

Sol: --Empezar a ensayar en un teatro después de año y medio de trabajar por zoom, fue rarísimo. Pasar de la pantalla al espacio teatral tuvo su momento crítico, para las dos, creo, tanto para Luciana como directora como para mí como actriz. Para mí en principio fundamentalmente porque el registro vocal y corporal es otro en un espacio tan diferente… me faltaba la puerta de mi pieza, el espacio contenedor, el sonido de les vecines y la gata. Claro que luego une se adapta y el material de la obra empieza a tener una forma más teatral, aunque sin perder lo minucioso del trabajo vía zoom, y ni hablar que proyectar en estrenarla y ver que eso ya era una posibilidad, no solo de salir de la pandemia sino de poder hacer realidad la obra, fue muy aliviador, estimulante y súper placentero.

¿Cómo fue la adaptación de la novela?

Luciana Mastromauro: --En principio, trabajamos con aquellas partes de la novela en las que había más secuencias de acciones, es decir, en las que había menos evocación y más presente. Eso le permitía a la actriz “vivir” esos momentos y no solo narrarlos. Aunque, claro, también hay fragmentos de la obra en los que la actriz narra sus experiencias. Un segundo trabajo que nos dimos al adaptar fue el de alterar el orden de ciertas secuencias narrativas: poner adelante algo que sucede después. Desordenar y anticipar nos permitió “ahorrar” tiempo, por un lado y, por otro, sembrar ciertas aventuras que se retoman más adelante, pero ya quedan planteadas. Como tercer y última cuestión en torno a la adaptación, diría que nos ayudó buscar símbolos, por decirlo de alguna manera. Un pequeño gesto, una canción, una simple mención en la obra podían sintetizarse toda una serie de episodios, funcionar como símbolo quizás de una secuencia narrativa que en la novela implicaba un desarrollo mucho más extenso.

¿De qué manera pensaste en la utilización del espacio para contar la historia?

LM: --Hay una hipótesis interna, que nos funciona a nosotras, que no está explicitada para el público, y que es la siguiente: todo sucede en la cabeza de la protagonista. Esta hipótesis nos permite pensar que ella, Fernanda Rosetti, está siempre encerrada en su departamento pensando, fantaseando, deambulando en su imaginación (ensayamos parte de la obra en pandemia, encerradas, cada una en su casa conectadas a través de una computadora. Quizás esta idea también sea consecuencia de esa situación). Entonces los múltiples espacios por los que transita la protagonista en la novela pueden sintetizarse en un solo y único espacio en la puesta en escena: el pequeño departamento de esta profesora; el resto es un recorrido que ella hace en su cabeza. Así transfiguramos ese único espacio con pequeños cambios de luz y sonido: el espacio cambia, es siempre otro y, a la vez, es siempre el mismo. También cuando, sobre el final, su cabeza explota, paralelamente el espacio se rompe y desorganiza. Esta idea en relación con el espacio también hace sentido con el modo de vivir de este personaje quien construye su realidad a pura fantasía.

En la obra se ve cómo la profesora vive su soledad con angustia y ansiedad y encuentra en el amor la salvación, ¿piensan que estas ideas están puestas en cuestión gracias al movimiento transfeminista?

LM: --No lo sé, creo que hay nuevas formas de amar que han tomado visibilidad, otras maneras que se alejan del amor romántico, ciertas búsquedas menos jerárquicas y más colectivas de vincularse que seguramente han aportado a agrupar y a generar colectivos y probablemente hayan ayudado a generar menos soledades. Pero…no sé…el tema del amor y la búsqueda de alguien o “alguienes” a quien/es amar es muy viejo y persistente.

¿Por qué eligieron llevar al escenario esta novela?

LM: --Nos cautivó algo de la voz de la narradora de esta novela; vital, atrevida, fresca, dramática, graciosa, de todo un poco…, altamente potente. Visualizamos en esa primera persona algo muy teatral; tenía la potencia de un ritmo y una velocidad muy escénica. También en esta novela de Fernanda Laguna –al igual que en otras- la protagonista se zambulle en unas peripecias que la lleva a perderse, a tocar fondo. Son como novelas de aventuras sacadas de contexto; novelas de aventuras feministas y tercermundistas.

¿Podemos decir que la profesora está obsesionada con el amor romántico?

Sol: --Creo que el amor, en general, el de sus alumnes, sus amantes, o a sí misma, son para ella una bella y dolorosa excusa para moverse, salir de su casa, básicamente, y vivir. Y en ese vivir de Fernanda, tan intenso y pasional, se encuentra con situaciones desopilantes y locas, que hacen de su vida una novela, un culebrón, realista y fantástico, más interesante para ser vivido.

El uso corporal y de la voz es genial, son casi como personajes aparte...

Sol: --El trabajo con el cuerpo y la voz me parece siempre fundamental y además delicioso. En principio, me gusta imaginarme cómo se mueve o qué gestos hace apenas la leo. Pero, claro, después la cosa cambia cuando ponés el cuerpo en escena, y ahí es una combinación de lo que imaginaste con lo que yo como actriz, puedo hacer, con este cuerpo real y esta voz. Trabajar sobre los tonos y las formas, qué va pidiendo la estructura de la obra. Lograr estar muy intuitiva y sensible en eso, para bailar el personaje en diferentes melodías, a veces más gruesas, más sutiles, más duras, más blandas, más realista, más grotesca, más dramática y más delicada y dulce. Disfruté mucho en esta obra jugar con todas esas posibilidades que el personaje me permitía para interpretarla. El trabajo del cuerpo, como por ejemplo el momento de dormirse parada o los juegos de tirarse detrás de la puerta para buscar una caja, fueron descubrimientos desopilantes vía zoom, que pudimos sostener cuando pasamos al espacio teatral. Fue fundamental también en lo que es el sonido, tanto musical como de la voz, y el cuerpo tonal en el espacio, el aporte clave de la música y compositora Carmen Baliero, quien además de componer una canción bellísima para la obra, encontró el cómo del uso de la voz susurrado en el micrófono o una voz estallada y cantada al final.

¿Qué respuestas están teniendo del público en esta nueva puesta?

LM: --Muy buenas, felizmente. El público viene, se ríe y conmueve. Varixs nos resaltan la potencia que encuentran en la actriz y todo su despliegue, y también muchxs nos comentan la eficacia que encuentran en este monólogo a pesar de ser justamente un monólogo. Como si de alguna manera esperaran que esta forma teatral no entrañara ningún riesgo: qué puede pasar habiendo un solo cuerpo en escena. De algún modo, esa fue una preocupación que también nosotras tuvimos desde el principio: cómo convocar el peligro en una pieza para una sola intérprete, cómo hacer para transitar sobre la escena como si fuera una cornisa llena de aventuras.