Hoy a las 20, en La Tangente (Honduras 5317), Gastón Gonçalves, más conocido en el rock argentino como el bajista de Los Pericos, presentará Morámonos todos, el primer disco de su álter ego, Beatrice Inferno, en el ciclo Música Viva. “Estoy muy contento porque esta es una situación media nueva para mí. Es la primera vez que ocupo este rol con canciones mías. Y pasó esa cosa muy linda de que les gustaron a varias personas. Me emociona porque a muchas de ellas no las conozco”, explica el músico devenido en cantautor y frontman. “Lo mismo me sucede con el sello (S-Music). Tal como viene la industria, que decidan apostar por un artista nuevo y que inviertan, quiere decir que algo le vieron a esto que entusiasma”. Quizás esta identificación colectiva tenga que ver con el origen catártico del proyecto. “Me fui de vacaciones a Brasil en un momento de crisis personal. Me peleaba con cualquier cosa: con un semáforo, con el destapador de cerveza. Desconecté y salieron un montón de temas que provocaran esto. No lo imaginé nunca porque fue medio accidental”.

–Beatrice Inferno aparece cuando usted se encuentra muy cerca de cumplir 50 años. ¿Por qué no  probó antes su lado más cancionero?

–El cuerpo me duele, pero el espíritu sigue vivo. Este disco me sorprendió muchísimo. Siempre fui muy duro con mi arte. Comencé a cantar de caradura. Los demás me ubican en el mapa cuando voy por buen camino. Fue un trayecto que llegó a esta edad y por suerte sucedió.

–En 2015, presentó Oliucanit,  junto a dos exintegrantes de Árbol, Sebastián Bianchini y Martín Millán. ¿Le parece que su flamante proyecto es una consecuencia de ese paso?

–En la decantación, es lógico. Tras ser un bajista sin cantar, pasé a ser un bajista que cantaba un poco más. Cada proyecto no tiene nada que ver con el otro, al menos musicalmente, por eso considero a Beatrice Inferno como un artista nuevo. Hicimos Oliucanit trabajando de forma independiente. Si bien mantengo esa actitud, ahora tengo una estructura que ayuda un montón. Y eso me encanta. Este es un espacio en el que amigos y músicos afines podemos convivir. Cuando tocamos, lo hacemos en formato varieté e invitamos artistas que me gustan. Quiero volver a la idea del circo ambulante. La idea es alquilar una motorhome el año que viene para ir pueblo por pueblo.

–¿Cómo surgió el álter ego?

–El álter ego tiene que ver con el concepto de la tía. La tía es esa persona generosa que trae a la fiesta más comida de la que van a comer o que hace las cosas que tu papá no quiere. Es la compinche. Por ahí se emborracha en una fiesta y termina siendo una pesadilla. Es alguien a la que se le quiere mucho, pero que puede tener un día muy oscuro. Mientras actúa con vestidos, Beatrice Inferno toca canciones infantiles con letras oscuras o un punk salvaje.

–¿Y por qué eligió a una tía?

–Siempre me dijeron que tengo el alma de una tía. De ahí viene la joda. Y me gustó ese mundo, que es muy yo. Soy niño, pero tengo arrugas.

–Además, es una tía a la que gusta tocar el ukelele. ¿Eso se dio a partir del auge del instrumento?

–Al ukelele lo conocí accidentalmente hace seis años. Lo empecé a tocar y me pareció agradable porque devuelve mucho en muy poco tiempo. Se lo recomiendo a todo el mundo, especialmente al que se quiere meter en la música. Es muy simple y lindo. Así que no lo hice por una cuestión de moda.

–¿Por qué hizo un disco tan corto?

–Iba a ser aún más corto, de 22 minutos. Si ya es difícil captar la atención de alguien durante dos minutos, imaginate lo que son 30. Me gustan las miniseries europeas. Si bien algunas duran doce capítulos y otras seis, tienen una historia para contar que sorprende. El siguiente disco será otro viaje en el que seguramente se abrirán camino nuevos estilos.

–De Morámonos todos, destaca su cover de “Día de los muertos”, de El Mató a un Policía Motorizado. ¿Qué motivó la elección de ese himno del indie argentino?

–A mí me encantaba meterme en Bandcamp y poner “La Plata”. No paraba de escuchar a todos sus artistas. También me gustan Morbo & Mambo, Prietto Viaja al Cosmos Con Mariano, Los Espíritus. Pero El Mató un Policía Motorizado es uno de los grupos más bellos que escuché en mi vida. Y con Santiago Motorizado, su frontman, pegué muy buena onda. Aunque cometí un error en mi versión porque la grabé de una manera y luego nos dimos cuenta de que es más corta que la original. Grabamos la letra sin que se repita nada. Y ese accidente le pareció genial a Santiago. A mis 48 años, tengo la suerte de convivir con mis hijos, que escuchan un montón de cosas que están buenísimas y eso me permite ver de qué va todo.

–A raíz de la atención que le prestó a otras escenas, ¿en cuál de ellas se ubica este trabajo?

–Me gustan muchas otras músicas y no tengo un patrón para componer. No me sale un disco con un solo estilo. Eran canciones muy raras entre sí porque no se relacionan. Lo pensamos en dos partes, por si alguna vez sale en vinilo. Tiene un lado más limpio y acústico, y otro más sucio y eléctrico. Sin embargo, el que aúna esa ensalada soy yo.

–¿Cuál ha sido la devolución de sus shows en vivo?

–En un show en Mendoza, todos coincidieron con que era muy punk. Estás viendo a un tipo con un ukelele y vestido de mina. Tiene que ver con una ideología, una postura y una ruptura. Hay que atreverse a ser incómodo.