Novelista mundialmente reconocida, nacida en Rosario en 1953, Alicia Kozameh es ex presa política y exiliada. Vive y trabaja en Los Ángeles, California, donde enseña escritura creativa en Chapman University y escribe sin parar en su lengua natal. Ya completó su pentalogía de prosa poética, Sal de sangres, publicada en Córdoba por Alción, editorial que sacó su siguiente proyecto: Ofrenda de propia piel, cuyo segundo volumen la autora viene a presentar a Mal de Archivo (Urquiza 1613, Rosario)  hoy viernes a las 19. El libro reúne ensayos autobiográficos publicados en diversos medios.

Sí, está bien escrito: "es ex presa política". Así, en presente. No sería correcto decir "fue presa política". No existe, en la escritura de Kozameh, la posibilidad de que la memoria quede archivada en el pasado mientras se esté viva para recordar. Se lleva en el cuerpo, de cuerpo presente; se narra en tiempo presente. Otra de las acepciones de "presente" es don, ofrenda. Las crónicas de época y los testimonios de los juicios registran diversas versiones de los hechos sucedidos, pero la poeta y novelista sabe que morirán con sus protagonistas los grumos de la experiencia, el grano fino; la espuma de los días, la arena del vivir que hizo cuerpo. Eso que se escurre por los intersticios del texto legal como la magra sustancia del caldo carcelario en los jarros que de noche pueden oficiar de tabla Ouija clandestina (la vida cotidiana en la cárcel es funcionalista por naturaleza: se hace con lo poco que hay y se lo hace ser lo mucho que no acompaña en el encierro), eso trata Alicia de capturar con ojo preciso de cazadora, en su escritura-colador fino, con la misma insistencia con la que se empecina desde niña en pescar el instante de transición entre la vigilia y el sueño: "En la casa de Rosario. En la casa de Laboulaye. En el casa de Pergamino. En la casa de Rojas. En la casa de Totoras. En la casa de Santa Teresa. En el colegio de monjas en Rosario. En la casa nueva de Rosario. En las diferentes pensiones en Rosario. En la casa de los padres de Hugo. En mi casa con Hugo. En el sótano de la Alcaidía de Mujeres de Rosario. En esta refinadísima cucheta de la cárcel de Villa Devoto en Buenos Aires. Intentos. Esfuerzos. Toda la energía puesta en la gestión. Nada es suficiente. Qué va a pasar el día que lo logre. Cómo me voy a sentir. Cómo me voy a sentir cuando logre atraparte". Y pregunta: "¿Qué, quiénes seríamos sin los detalles?"

"A aquel presente tan nuestro. Que nos sobrevivirá", dedica y ofrenda el libro con un nosotros que abraza a sus compañeras, "las 250 de los ocho pabellones del piso yendo y viniendo, circulando de una punta a la otra, del brazo, de a dos, de a tres, sentadas en grupos sobre las indeseadas texturas del piso siempre erosionado y vuelto a erosionar, sin dejar de entregarnos las diferentes versiones del mismo hecho, del mismo secuestro de un hermano, del mismo asesinato de una madre, de una amiga, sin interrumpir nunca el intento de ser eficaz en la tarea de calmar el dolor de otra...". Hay dos escenas superpuestas en estos relatos, como una película en doble exposición. Uno es el primer plano de la fenomenología del puro existir aquí y ahora, que puede ser el aquí y ahora del pasado, o el de un presente que mezcla los achaques de los años con la alegría de los reencuentros generosos en comida, en llanto y en risa; otro es el segundo plano de lo que no cesa de retornar y reclama ser narrado, el testimonio que cada testigo siente como deber y necesidad cada vez más urgente de pronunciar antes del silencio final. 

La escritura coral de Alicia Kozameh se hace cargo de todos los puntos de vista. A modo de presentación de un texto inédito, "Quince y quince" -donde el terror ante la frustrada venganza arbitraria del fallido atentado contra el jefe de policía Agustín Feced en 1976 se matiza con un detalle gótico calcado de la vida real (aquel improvisado oráculo del jarro)- escribe: "Dedico esta ficcionalización de uno de los peores episodios sucedidos durante nuestra detención en la Alcaidía de Mujeres, sótano de la Jefatura de Policía de Rosario, a todas las compañeras que convivimos en los dos pabellones. Por nuestra resistencia. Por nuestro compañerismo. Por nuestra generosidad para cuidarnos unas a otras. Por la complicidad de tantas miradas cuando eran imposibles las palabras. Con todo el afecto de que soy capaz, y con toda esta aguda memoria de todas para todos".

Además publicó las novelas Bruno regresa descalzo (2016), Eni Furtado no ha parado de correr (2013), Natatio aeterna (2011), Basse danse (2007), Pasos bajo el agua (1987), Patas de avestruz (2003), 259 saltos, uno inmortal (2001) y el poemario Mano en vuelo.