Los discursos oficiales enuncian como exitosa su gestión socioeconómica, pero la realidad perceptible en la vida cotidiana de cientos de miles de personas exhibe la persistente desigualdad, cada vez mayor entre los poseedores de riqueza y el aumento de la exclusión social.

En efecto, es explícito el aumento de personas que salen a recorrer las calles buscando entre los residuos cartones, plásticos y metales para vender. Es evidente que cada vez hay más seres humanos carentes de vivienda durmiendo en los portales u ochavas de edificios. Los comedores comunitarios reciben cada día mayor demanda de alimentos y procuran satisfacerla con sus escasos recursos.

Otros indicadores como el exponencial aumento de homicidios y femicidios son un síntoma de una sociedad casi en vías de descomposición y claramente anómica.

La semana pasada un diálogo ocurrido en un aula universitaria nos aportó más datos sobre la patética situación de precarización de las vidas. Una joven madre solicita cotidianamente colaboración para poder alimentar a su pequeño hijo. Mili, nos contó a las y los estudiantes y a mí que percibe la Asignación Universal por Hijo, escasa por cierto, que no le alcanza para comprar los pañales para su niño y a duras penas para procurarle leche todos los días. A Mili la escuchan con atención algunas y algunos de los jóvenes universitarios, otros la miran con sorna y no pocas y pocos ignoran su presencia y la del pequeño Thiago.

Minutos después asoma por la puerta un niño de no más de siete años, ingresa al aula sin decir palabra. Asustado permanece apoyado en un banco y luego se va.

Entre otras cosas pensé en la perversidad del sistema capitalista, su lógica predadora de vidas, su lógica de dominación, explotación y expoliación. CuÁntas Mili caminan por el mundo buscando decir su palabra y que sea escuchada con respeto, cuántos Thiagos son parte de los “invisibilizados”.

Recuerdo a Eduardo Galeano cuando hablaba de “los nadies que lo son todo” en estas sociedades deshumanizadas. Sólo la lucha nos hará libres de miserias materiales y morales de injusticias.

Carlos A. Solero