Diez años, diez películas. Así podría presentarse, de forma sucinta, la 10° Semana del Cine Documental Argentino, evento anual que desde hace una década organiza ADN, la asociación de directores y productores de cine documental independiente de la Argentina. Una decena de películas que, como las velitas de una torta de cumpleaños, refulgen en representación del espíritu que impulsa a esta muestra: garantizar un espacio de visibilidad para los exponentes locales del género. Todos los títulos de la programación, que se presentarán en carácter de preestrenos, serán proyectados desde el 28 de septiembre al 2 de octubre en las salas del Centro Cultural San Martín, ubicado en la intersección de las calles Paraná y Sarmiento, en la ciudad de Buenos Aires.

Esta versión 2022 de la Semana del Cine Documental Argentino contará con un sello distintivo: brindará la posibilidad de encontrar en las salas algunas de las primeras películas producidas y filmadas durante la pandemia. El dato no es menor, porque, como señalan los organizadores en su carta de intención, “las películas siempre surgen de sus momentos históricos”. Por lo tanto, él recorrido que proponen los diez títulos programados podrá leerse como un avatar posible de su propio tiempo. Pero además, la muestra se fija como meta utilizar los documentales seleccionados como caminos para exhibir "aquellos temas que la agenda mediática banaliza o invisibiliza”. De este modo cumplen también con uno de los pilares que apuntalan la esencia del cine documental: revelar, quitar los velos que ocultan algunas realidades de la mirada de las mayorías, para “ampliar el campo de lo visible”.

Aunque cada uno de los títulos incluidos este año recorre sus propios caminos narrativos, formales y estéticos, aun así es posible detectar la presencia de sólidos puentes tendidos entre los ocho trabajos de origen nacional de la muestra y los dos restantes, que forman parte del programa en carácter de invitados, uno de ellos de origen extranjero. Algo de eso ocurre entre Casi todo sucede en los sueños, de Andrés Habegger, y Reformadores, de Marina Seizing. El primer cruce es algo trivial, pero no por eso menos llamativo, y tiene que ver con la ascendencia alemana de ambos directores. Pero también con el hecho de que sus películas cuentan historias vinculadas con sus propios relatos familiares. Pero por si esto fuera poco, ambas están atravesadas por la pandemia.

Casi todo sucede en los sueños es de algún modo un diario del encierro, en el que el director se dedica a indagar acerca de su infancia, de su presente como padre y del contexto de encierro en el que dichas reflexiones tienen lugar. Hijo de padre desaparecido, Habegger expresó a este diario que su película propone un viaje de ida y vuelta en el cual regresa hasta su niñez, marcada por aquella ausencia paterna, para volver de ahí a su propia paternidad plasmada en la presencia de sus hijos. Combinando imágenes de su archivo familiar con otras actuales, donde el encierro se manifiesta en una mirada permanente hacia el mundo exterior, Habegger consigue lo que se propone: construir un relato cuyo espíritu se aproxime al de los sueños.

Por su parte, Seizing aborda la historia de la Iglesia Protestante Luterana en la Argentina, a cuya comunidad pertenece su familia. A pesar de narrar una historia tan personal, se trata de un proyecto que originalmente iba a dirigir Fernando Mazas, ex alumno de la directora, quien se desempeñaría como productora. Pero Mazas murió de covid en agosto de 2020, fatalidad que convenció a Seizing de la necesidad de mantener vivo aquel proyecto. Formalmente más esquemático y simple, Reformadores consigue sin embargo conquistar la atención a fuerza de revelar una realidad extraña en un país culturalmente católico. El retrato de una Iglesia comprometida políticamente tanto con los derechos humanos, los de las mujeres y los de la comunidad LGBT+, puede resultar disruptivo y movilizante para quienes han sido educados para pensar más en el Cielo que en la Tierra.

Si la dictadura aparece de modo tangencial en el film de Habegger, lo hace de forma central en Abandono de cargo, de Alejandro Vagnenkos. Ahí, una maestra recién llegada a una escuela de la localidad bonaerense de Lobos decide reconstruir la historia de un colega, Luis Oscar “Pato” Lacoste, desaparecido durante la dictadura militar. Otro relato del horror en una versión distinta, en la que la propia escuela caratula la ausencia del compañero de trabajo con el eufemismo de “abandono de cargo”, revelando un nuevo caso de complicidad entre represores y civiles, e incluso permitiendo entrever la abyecta posibilidad de la delación.

Las películas Los del fondo, Sean eternxs y Después de Catán ofrecen distintas visiones en torno de la vida en los barrios obreros y las de sus habitantes. En la primera, Gabriela Fuentes le da visibilidad a la historia de un grupo de vecinos del Barrio 31, la villa de Retiro. Tres amigos que, a pesar de sus adicciones y precarias situaciones laborales, intentan reunirse en defensa de un comedor del barrio a punto de ser demolido para hacerle lugar a una nueva autopista.

La segunda es obra del prolífico Raúl Perrone, quien registra las actividades de un grupo de chicos durante la temporada estival. A diferencia de la película de Fuentes, Perrone realiza un retrato lúdico y hedonista, pero que aún así no puede evitar mostrar el carácter vulnerable de sus entornos. En la última de ellas, Víctor Cruz intenta trazar la genealogía de González Catán, al oeste del conurbano bonaerense, poniendo en paralelo el fracaso de un barrio construido literalmente sobre toneladas de basura, con sus propios fracasos como cineasta. Desde ahí, la película logra erigirse como reflexión acerca de la “utilidad” del cine y la labor del cineasta.

Achachilas, de Juan Gabriel Estellano.

Tanto Llamarada, de Alejandra Almirón, como Elan, impulso vital, de Dina Spivak, dialogan con modelos cinematográficos externos a lo documental. Partiendo desde lo científico, el trabajo de Almirón se termina pareciendo al cine de ciencia ficción distópica y a las películas apocalípticas, mientras que el de Spivak se acerca a la ficción filosófica. Llamarada se plantea un escenario de catástrofe: ¿qué pasaría en el mundo actual si se repitiera la tormenta solar que golpeó al planeta en 1859, cuando la tecnología estaba en pañales? La respuesta es una película que, aún basándose en datos científicos, dialoga con un presente ávido de teorías conspiranoicas. Por su parte, Elan, impulso vital toma un concepto creado por el filósofo francés Henri Bergson en la frontera entre los siglos XIX y XX, para indagar acerca del origen de la fuerza que nos impulsa a mantenernos vivos.

La 10° Semana del Cine Documental Argentino se completa con la película boliviana Achachilas, en la que el cineasta Juan Gabriel Estellano registra lo que ocurre en el cruce entre el oficio de su protagonista, un montañista criado en la Bolivia profunda, y sus creencias ancestrales. Repleta de imágenes impactantes y de una nitidez asombrosa, Achachilas consigue superponer dos realidades que a priori parecían distantes. Por último, en Mujeres perseverantes Soledad San Julián rescata la historia de un grupo de mujeres que durante la crisis del cierre de minas en el noroeste argentino, en pleno menemismo, lograron montar un emprendimiento autosustentable basado en los principios del matriarcado.

* Para más información se puede consultar el sitio oficial