“A sus cincuenta y un años, DiMaggio era un hombre de aspecto distinguido, que había envejecido con la misma elegancia con que jugaba en el campo de béisbol, vestido de manera impecable, las uñas arregladas, su cuerpo de 1,85”. Así describe el periodista norteamericano Gay Talese a Joe DiMaggio, gloria del deporte en los Estados Unidos. La crónica fue publicada con el título "El silencio del héroe" en la revista Esquire en 1966, cuatro años después de la muerte de la ex esposa de DiMaggio, Marilyn Monroe. Posiblemente sea uno de los mejores perfiles que vayan a leer sobre un deportista. Talese (hoy de 90 años) y DiMaggio (Giuseppe Paolo Di Maggio; California, 25 de noviembre de 1914-Florida, 8 de marzo de 1999) son/fueron los mejores en lo suyo. El texto se incluye en un libro que también se titula El silencio del héroe (Alfaguara) y que abarca perfiles brillantes de otros deportistas.

Lo de DiMaggio viene a cuento en estas horas en las que se habla de Monroe porque se acaba de estrenar –entre diversas opciones audiovisuales– Blonde (Rubia), película basada en el libro del mismo título de la escritora Joyce Carol Oates. Quien a su vez es autora de otro gran libro de deportes: De boxeo (Alfaguara). Marilyn, deseo inalcanzable de generaciones, fue el gran amor de DiMaggio, que nunca superó su muerte, ocurrida el 4 de agosto de 1962.

DiMaggio –símbolo de los New York Yankees– se había separado en 1944 de la actriz Dorothy Arnold. Conoció a Marilyn en 1952 y se casaron dos años después. Él tenía 39 y ella 27. Cuando se separaron tras 274 días de matrimonio ella ya era una figura internacional que se fue con el escritor Arthur Miller, de quien se separaría en 1961, cuando atravesaba problemas personales y laborales. Era adicta a los fármacos, tenía depresiones y conflictos con las grandes productoras.

DiMaggio no pudo con sus celos. Dicen que había gritos y golpes. En Blonde lo muestran golpeador. Alguna vez ella apareció con un ojo morado. La luna de miel la celebraron en Tokio, donde él aprovechó para cerrar negocios. En el marco del programa USO (United Service Organizations), para llevar ánimos a los soldados norteamericanos, un general aprovechó el viaje de la pareja y le pidió a Marilyn que cantara para ellos en Corea. Así que durante cuatro días y en diez presentaciones cantó y sedujo a 60.000 marines. “No sabés lo qué es que 60.000 personas te vitoreen”, le dijo Marilyn a Joe. “Sí, sí que lo sé”, le respondió el gran ídolo del deporte norteamericano. “Él estaba harto de la publicidad; a ella le iba muy bien. Él no toleraba que le hicieran esperar; ella siempre llegaba tarde”, compara Talese.

La relación se terminó de romper en septiembre, con el icónico momento en que a Marilyn la filman sobre la rejilla del subte. El vestido blanco se mueve al viento y sus piernas quedan al descubierto. Cientos de testigos participaron de esa filmación. Entre ellos, DiMaggio. Una foto gigante de ese momento sirvió de publicidad. Fotos y videos de época muestran a hombres extasiados mirando esa imagen.

De su entrevista, Talese cuenta que habló con algunos vecinos del restaurante del Muelle de pescadores en San Francisco, del que DiMaggio era propietario y donde pasaba sus días. “Los pescadores también recuerdan cuando, tras retirarse en 1951, DiMaggio llevó a su segunda mujer, Marilyn, a vivir cerca del muelle, y a veces se les vio a primera hora de la mañana pescando en el bote de DiMaggio, el Yankee Clipper, ahora amarrado discretamente en el puerto deportivo, y por las noches se sentaban a charlar en el embarcadero. Los pescadores sabían que también discutían, y una noche vieron a Marilyn correr histérica, llorando, por la carretera que salía del muelle, mientras Joe le iba detrás. Pero los pescadores fingían no verlo; no era asunto suyo. Sabían que Joe quería que Marilyn se quedara en San Francisco y evitara a los tiburones de Hollywood, pero en aquella época ella estaba confusa y angustiada –‘Era una niña’, decían– y hoy en día DiMaggio sigue detestando Los Ángeles y a muchas de las personas que viven en esta ciudad”.

Cuando lo fue a entrevistar, “dos o tres años después de la muerte de Marilyn”, DiMaggio echó a Talese de ese restaurante. “Fui rechazado de una manera que me dejó estupefacto, aunque también me mostró la escena inicial del artículo, donde el propio DiMaggio me expulsó del local”, cuenta. El deportista se negaba a hablar de su ex esposa. Había quedado resentido con Frank Sinatra, de quien había sido amigo. Sinatra forma parte de la lista de romances de Marilyn junto a Tony Curtis, Yves Montand, los hermanos John y Robert Kennedy, Clark Gable y Marlon Brando. A ellos también DiMaggio los puso en su lista negra. Antes de su muerte, DiMaggio se había encargado de sacarla de un centro psiquiátrico privado. Se mostraron juntos como amigos e incluso se especulaba con que volverían a ser pareja.

En eso estaban el 19 de mayo de 1962, aquella jornada memorable en la que Marilyn le cantó el “Happy birthday Mr. President” a John Fitzgerald Kennedy. Por entonces, se lee a Talese, “Marilyn y él planeaban volver a casarse; pero murió antes de que pudiera hacerlo, y DiMaggio vetó la presencia (...) de Sinatra y de mucha gente de Hollywood en su funeral”. “Si esos amigos no la hubieran convencido de que se quedara en Hollywood, todavía seguiría con la vida”, solía lamentar DiMaggio.

Unos días después de negarle la entrevista, DiMaggio finalmente aceptó hablar con Talese. Primero se vieron en un partido de golf, después compartieron encuentros sociales y por último viajaron en avión “al campamento de la pretemporada de primavera de los Yankees en Fort Lauderdale, Florida, donde era instructor de bateo”.

Talese no le preguntó por Marilyn sino que armó un rompecabezas entre artículos y testigos: “Siguiendo la advertencia de uno de los amigos de DiMaggio, nunca le preguntaron directamente acerca de su vida privada con la difunta Marilyn Monroe, cuya ruptura matrimonial, según contaban, le había provocado una gran pena y frustración”. Prueben con ver su cara de dolor en las fotos del día del entierro.

Tampoco hablaron de las flores que tres veces a la semana, desde su fallecimiento y por veinte años, envió a su tumba del cementerio Westwood Village Memorial Park, en Los Ángeles, California. El 1 de septiembre de 1982 se comunicó con la florería Parisien Florist, de Hollywood, y suspendió el envío de rosas de cada lunes, miércoles y viernes.

Se sabe que estuvieron ahí nomás de recomenzar, si es que no recomenzaron. Cuando se habla de Marilyn y DiMaggio hay quienes recuerdan al legendario Bob Hope porque en la entrega de los Premios Oscar de 1960 les dedicó una canción, La segunda vez. “La segunda vez es mucho mejor, bebé / La segunda vez / Y lo haré mejor que la primera vez / sabes que te amo de verdad / Y pagué por mis errores, sí lo hice”, dice una estrofa.