Los sectores progresistas acumularon decepciones en la presidencia de Barack Obama, por ejemplo, por los escasos avances observados en favor del colectivo afroamericano. En su último discurso, el mandatario saliente reconoció que “después de mi elección se hablaba de un Estados Unidos post-racial. Y tal visión, aunque bien intencionada, nunca fue realista. La raza sigue siendo una fuerza potente y a menudo divisiva en nuestra sociedad”. 

Es cierto que el panorama no es el mismo que en tiempos de Martín Luther King. En ese momento, la segregación racial era una realidad omnipresente en todos los terrenos. Por caso, los jugadores negros tenían vedado el ingreso a la NBA. 

 La Ley de Derechos Civiles en 1964 prohibió la separación racial en escuelas, trabajos y lugares públicos. Por otro lado, la norma que impedía los matrimonios interraciales en el Estado de Virginia fue declarada inconstitucional en 1967. Sin perjuicio de los avances legales y sociales, la discriminación continúa siendo muy fuerte en Estados Unidos. Las prácticas racistas en escuelas y cárceles son un tópico de denuncia permanente del Comité de Derechos Humanos de la ONU. Las diferencias también son inmensas en el terreno económico. Los ingresos promedios de las familias blancas son 70 por ciento superiores al de las afroamericanas. 

 América latina tampoco permanece ajena a esas cuestiones. El país donde reside mayor cantidad de personas afrodescendientes es Brasil, donde se concentra poco más de la mitad de la población negra de la región. La Cepal plantea en el Panorama Social de América latina que “en los cuatro países de los cuales se dispone de información (Brasil, Ecuador, Perú y Uruguay), se observa una concentración significativamente más elevada de la población afrodescendiente en el quintil de menores ingresos, en comparación con la concentración que se registra en la población no afrodescendiente”.

 La desigualdad racial también se refleja en las tasas de mortalidad infantil. “La probabilidad de que un niño o niña afrodescendiente muera antes de cumplir un año de vida es sistemáticamente superior a la de los no afrodescendientes, con la excepción de la Argentina. Las mayores brechas relativas se registran en Colombia, Uruguay, Panamá y Brasil, países en que la probabilidad de que un niño o niña afrodescendiente muera antes de cumplir su primer año varía entre 1,6 veces y 1,3 veces el valor correspondiente a la niñez no afrodescendiente”, precisa la Cepal.

 De igual forma, los datos educativos y laborales muestran brechas importantes. “Una de las evidencias más elocuentes de la interacción que se produce entre las desigualdades socioeconómicas, de género y étnico–raciales es la que se manifiesta en la situación de las trabajadoras domésticas asalariadas … que constituye una de las actividades menos valoradas social y económicamente. Al considerar la dimensión étnico–racial se observa que, en el total de la ocupación femenina, el porcentaje de trabajadoras domésticas asalariadas varía desde un 3 por ciento (en el caso de las mujeres no afrodescendientes en Colombia) hasta un 20 por ciento (en el caso de las mujeres afrodescendientes en Brasil). En Brasil y Ecuador, el porcentaje de mujeres afrodescendientes ocupadas como trabajadoras domésticas equivale al doble del porcentaje de mujeres no afrodescendientes en la misma ocupación”, concluye la Cepal.

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@diegorubinzal