Directora y productora teatral, Mónica Benavídez comenzó su formación teatral en la actuación, para años después decidirse por la dirección, una tarea que ella define como el arte de “encontrar el código para comunicarse con los actores”. Su faceta de productora fue perfilándose mientras se desempeñaba como programadora del espacio teatral Querida Elena, donde comenzó a estrenar sus espectáculos. Luego de dirigir el notable Algo de Ricardo, unipersonal de Osmar Núñez, la directora pensó encontrar su siguiente proyecto en una comedia, pero en medio de la búsqueda encontró Vitalicios, obra de José Sanchís Sinisterra, sátira cruel sobre los recortes a la cultura. Benavídez pensó que, por su temática actual parecía increíble que nadie la hubiese estrenado todavía.

“La obra remite directamente a la pelea que todavía se está dando en el Congreso de la Nación por las asignaciones específicas”, subraya Benavídez en la entrevista con Página/12. La directora se refiere al proyecto de ley que prorroga por 50 años las partidas destinadas al sostenimiento de actividades culturales, como la industria audiovisual, teatral y musical, además de las bibliotecas populares. La ley ya logró la media sanción de diputados y espera ser tratada en el senado. “El 21 de septiembre se hizo una vigilia para que se tratara al día siguiente, pero esto no ocurrió: a fin de año caduca el plazo para los fondos destinados a la cultura” se lamenta la directora.

Sainete negro, según definición del propio autor, la obra presenta a tres personajes que, encerrados en una oficina ubicada en el quinto subsuelo de una dependencia oficial, dirimen a gusto si otorgar o no premios vitalicios a artistas de diferentes áreas, como danza, teatro, literatura, artes visuales, video, cine y arquitectura. Los dictámenes tienen en cuenta amores y rencores, preferencias o antipatías. A veces, los “jurados” quedan sin expedirse por completa indiferencia. Los tres funcionarios (la segunda profesión más vieja del mundo, como dice el autor) se sienten irreemplazables y seguros en sus puestos aunque, merced a una cita expresa de Sanchís Sinisterra a una conocida obra de Harold Pinter, aparece una cierta intriga y un margen de perversidad que acecha. Y acentúa, según la directora, la despersonalización de los vínculos entre los personajes.

-¿Crecieron las dificultades del teatro independiente?

-En el teatro independiente somos tantos los que producimos hechos artísticos que tenemos muchas dificultades para generar espectadores genuinos. Con las salas tenemos contratos muy breves y haciendo 8 funciones no podemos instalar un espectáculo ni que la gente se entere de que estamos. Es un momento muy difícil.

-Elegir esta obra, ¿implica una especie de pronunciación?

-Cuando elijo una obra es para compartir lo que me convoca, lo que me conmueve, para hacernos preguntas entre todos. En este caso, es el tema de lo que pasa con la cultura. El tono de Sinisterra es de comedia negrísima. Así que, como los actores no juzgan a los personajes ni se hacen cargo moralmente de lo que ellos hacen, esa liviandad es lo que hace emerger lo siniestro. Es así como se deciden los grandes temas que nos preocupan, ya sea en cultura como en salud.

-¿Cómo son estos funcionarios?

-Ellos creen que son inamovibles: podrán cambiar los presidentes, pero ellos permanecerán para continuar con la tarea de decidir lo que a otros afecta. Entre ellos, hay una estricta marcación de jerarquías. Está el funcionario raso, la jefa y la nueva, la que tiene alguna ambición de ascender en el escalafón. Las diferencias se marcan hasta que el encierro y el cansancio hacen aparecer lo impredecible.

-Sin ánimo de adelantar más de la cuenta, ¿se puede saber algo más de lo que sucede?

-Al trabajar la situación de encierro, recordé A puerta cerrada, de Sartre, quien sostenía que el infierno es la mirada del otro. Aquí también, la mirada de los otros comienza a condicionar los actos del tercero. Y en base a este comportamiento se producen cambios en la relación que venían manteniendo los tres.

-¿Qué pasaría si un día no quedaran ni los artistas?

-Esa frase, que recuerda a Enrique Pinti la elegimos para responder a quienes se quejan de los subsidios a la cultura. ¿Se pusieron a pensar que sería la vida sin una canción, sin un libro o un poema, sin una película? Y aunque contribuyen a que todos tengan una vida más llevadera, hay muchos artistas que no pueden vivir solamente de sus creaciones.

*Vitalicios, Teatro El crisol (Malabia 611), los domingos a las 20.30.