Gilda Di Crosta reventó la música para reinventar la lengua: su poesía configura así un proyecto fuerte de exploración del idioma. La musica rota de sus logradas brevedades, si bien a expensas de la expresión lírica, derrama otros sentidos abiertos y crea nuevas palabras: "ex-aspera", "haikucito", "reversados", "pallaksch, pallaksch"...

"Gilda se fue muy pronto, y no podemos saber qué curso hubiera tomado su poesía", dice un prólogo sin firma a Poesía reunida, de Gilda Di Crosta (1966-2019), publicado este año por Iván Rosado con dibujos a color de la autora y cuidado de edición por su pareja, el pintor Daniel García. El libro incluye un imprescindible estudio crítico por Marcela Zanin y las presentaciones de Amarino por Gabby De Cicco y Javier Gasparri.

El cáncer había irrumpido en 2013 y retrocedido para dejar espacio a un tiempo de dicha, y a la publicación de Amarino en 2017. Regresó para arrasar con esa vida tan vital y tan centrada en la escritura: poeta, profesora en Letras (UNR) y correctora editorial, Di Crosta dibujaba en el taller Un triángulo y una calavera. Además de sus cinco libros publicados (cuatro en poesía y dos con García, siendo el póstumo Algunas flores, 2020, también por Iván Rosado), editó dos con Osvaldo Aguirre. "Corrigió decenas de libros y tesis, escribía para sus clases en el Instituto Politécnico y en su taller de lectura, escribió textos y catálogos", se lee en el prefacio donde al final su hija, Delfina, aporta como recuerdo de su madre y a modo de presentación un último poema: "Estar en casa".  

Las dos páginas más fascinantes son la 245 y la 246 (el libro tiene 277). Es una hoja de dos reproducciones facsimilares que revelan el trabajo de reescritura, pulido, poda o (como ella decía) "vandalización" del poema: la transformación de una extensa versión mecanografiada del texto, impresa desde la computadora -formalmente muy sólida y segura-, en tres o cuatro breves poemas, a lápiz, que aíslan una imagen o un tema.

"Insiste la noche en ser mi señuelo, insiste / y me devuelve el eco, el miedo // pasos de ninguna parte en la oscuridad / tiritan por la piel // noche abetunada de fantasmas / brota la herida / y hace herida // en la mirada ausente / llevo la noche reclinada / hombro con hombro / círculo oscuro donde me aferro // la intemperie resucita / sin ramaje hace borde / avanzo en el pensamiento nube // la madrugada me desfonda el nombre / de tanto calcular frío". Fin cita. Esto decía -dice aún- la ¿primera? versión del inédito deconstruido. Es un hermoso poema: fluye, tiene música, suena en él una voz genuina. Resaltan tres versos, imágenes memorables: "noche abetunada de fantasmas", "avanzo en el pensamiento nube" y "la madrugada me desfonda el nombre". 

¿Fue por el pudor ante la propia capacidad de expresar un pathos, o por la imposición aceptada de un ideal de estilo que excluía la lírica, que desguazó el texto? ¿Y cuántos más así habrá dejado en los cajones? Tan distintos al neo vanguardismo de este: "la intemperie resucita / sin ramaje, mis fantasmas // brota la herida / y hace herida / la noche abetunada / por el borde" y de este otro: "insiste la noche / ser mi señuelo / insiste y devuelve / el eco, el miedo / el pensamiento sube / pasos de la oscuridad". 

En estas mismas páginas, a partir de sus poemas publicados, inventamos el mito de una escritora minimalista al acecho del silencio, que jamás existió: no hubo una lucha tal por expresarse, al contrario, hubo un trabajo de violencia contra el propio texto, con el fin de aggiornarlo y de disimular las huellas de una emoción que aparecía en el ritmo del poema y que tal vez avergonzara a la autora, coetánea del objetivismo y comprovinciana de Inchauspe, creyente como aquellos en los cuentos de Carver recortados por el editor Lish; o portadora -¿inconsciente?- de un terror cuyo sentido profundo era político. 

Gilda Di Crosta en 2015.

Es tarde para invitarla a un taller literario donde nadie "corrija" nada y en cambio el único "trabajo" sea interno, y consista en reunir el coraje necesario para atreverse a dar a publicar las primeras versiones, las primeras tomas. Pero Daniel García es un albacea ejemplar, ético, lo mismo que los editores de este libro, y tanto él como ellos respetan las decisiones tomadas en vida por Gilda. Y se permiten una única hojita arqueológica.

También acompañan cada libro, o proyecto de libro (como el que mencionaba Di Crosta durante su lectura en una edición anterior del Festival de Poesía, y que sólo le duró tres poemas) con una nota que data rigurosamente sus procesos creativos. Nos enteramos así de que los poemas que junto a los dibujos de García conforman Casi boyitas (2012) no nacieron en la escena fundante que fabricamos acá al reseñar el libro (el pintor en una barcaza río arriba, alucinando cabecitas de muertos en las aguas del río, y el poema que le aparece en el teléfono) sino que el proyecto venía de antes: la escena existió -o al menos la cuentan ellos mismos en el libro- pero no lo comenzó. Otra obra conjunta que se reedita aquí (al menos en lo que al poema de Gilda respecta) es Flores alimentadas de cenizas, una muestra que formó parte del ciclo Presente Continuo, con curaduría de Hernán Camoletto, en el Museo de la Memoria de Rosario, en el año 2017. 

El convite, unido al valor -en todo sentido- de exponer en el bello pero atroz edificio de Córdoba y Moreno, logró animarla a mostrar un poema largo, "Bailaba un fuego", que no le hace asco a lo confesional. La escena es la de unos niños (Gilda, entre ellos) que son testigos de cómo su padre quema, en el patio de la casa, libros prohibidos por la dictadura. La recuerdo en una conversación en ese sótano penumbroso ya recuperado para la Memoria, contando -con los ojos radiantes de algo indefinido entre el horror y el asombro- algo que ella había leído: los genocidas, en los campos de concentración nazis, rellenaban el suelo con cenizas humanas salidas de los hornos crematorios. 

Aquella historia es aludida en un verso. La identidad de testigo de las biblioclastias de un aún reciente genocidio nacional se expresa en este conciso poema de Umbra y otros poemas de marzo (2012): "hijos de la persistencia / en la catástrofe / nacimos de noches / sin reversos / orígenes invisibles / de un mismo espasmo". Y con humor, en Amarino (aquel extraño adjetivo "inventado" que en verdad existía, pero como sustantivo), Di Crosta declara: "Nacimos parias / de Mussogsky / o proletarios / de 'La Internacional'".

Para el final quedan los dibujos, cuyos originales pueden verse cada martes de 14 a 18 hasta el 10 de este mes en una muestra en Iván Rosado (Córdoba 2670, Rosario). El 17 de noviembre, se cumplirán tres años de su muerte, a los 53. Su libro se presentó el viernes 21/10 en la 30° edición del Festival Internacional de Poesía de Rosario. García, Zanin, De Cicco, Gasparri, les editores, amigas, amigos y familiares, dijeron presente,