Luis Luchi ha sido un poeta prolífico: autor de casi una veintena de libros, su vida transcurrió entre la sociabilidad del barrio y la del centro porteño, el tango, la bohemia, y el compromiso político, y luego el exilio, forzado por la dictadura, en 1977: partió a Barcelona, se instaló allí, y murió, en octubre de 2000, sin dejar de escribir y de militar contra las dictaduras latinoamericanas de entonces. Cabe mencionar que Luis Luchi es el seudónimo de Luis Yanischevsky  Lerer, hijo de inmigrantes judíos ucranianos, nacido en Villa Crespo. Su voz y sus libros, si bien no gozaron de amplia popularidad, nunca se perdieron, y estuvieron presentes, ayer y hoy. Se los encuentra, por ejemplo, en el documental Luis Luchi: el oficio de poeta (2003), de Julio Rivero, producido por la Universidad de Lomas de Zamora; en 2014, el canal de YouTube Solidaridad por Ayotzinapa publicó una lectura del poema de Luchi “El muerto que habla”, extraído de una antología temática de Jorge Boccanera publicada en México en 1981; y desde 2019 se encuentra, también en YouTube, el disco Antología por mí, un disco original de 1969, con audio remasterizado, con unas treinta piezas leídas por el mismo poeta. Además, se lo encuentra en otros dos libros: 200 años de poesía argentina, con selección y prólogo de Jorge Monteleone, y en el segundo tomo de la clásica trilogía Antología de la poesía argentina, de Raúl Gustavo Aguirre. Una rápida pesquisa en el fundamental sitio web Archivo Histórico de Revistas Argentinas (AHiRA) permite ver que sus primeros poemarios tuvieron fortuna crítica: fueron reseñados en Ficción. Revista-Libro Bimestral, y décadas luego fue un autor rescatado por Diario de Poesía, en 1994 (con una entrevista realizada por Jorge Fondebrider, Daniel García Helder y Daniel Freidemberg, junto a la publicación de 12 poemas de Luchi), y por la revista La Danza del Ratón, en el 2000 (con una ficha del poeta, un texto de Alberto Szpunberg sobre Luchi, y siete piezas de este). Ahora, junto al Festival Internacional de Poesía “Luis Luchi”, impulsado desde Parque Chas, en 2021, al conmemorarse el centenario del nacimiento del poeta, desde Ediciones Biblioteca Nacional se recupera toda la producción de este admirador de Maiakovski, Vallejo y Tuñón, publicando Ya veremos qué hacer con los crepúsculos, la poesía reunida de Luis Luchi, en dos tomos que abarcan toda su producción –junto a piezas inéditas– a lo largo de casi 800 páginas.

TODOS AL OBELISCO

Su primer libro publicado, El obelisco y otros poemas (1959), ya plantea gran parte de sus temas y enfoques: la urbe y su movimiento, su gente, y desde ahí reflexiones del poeta, su mirada, razonamientos y humores, con la ironía y la paradoja, abierta a múltiples sentidos. Como en “El obelisco gran reloj de sol”, donde se lee: “Un relámpago de luz / recuerda cada sesenta segundos / que llevás pegado en tus paredes / el gris que aguantaste todo el día, / volcando fantasmas de una calle a la otra / para confundirte”. Más adelante continúa el diálogo, canto, o la reflexión del poeta: “Si hay algo que no se te puede perdonar / es tu falta de gracia ciudadana, / pero podés estar tranquilo, ya nadie te va a sacar, / sos un inmigrante más / a quien se le hizo un lugarcito / y después de ese tiempo / se lo deja sentir / como a un órgano que funciona bien”. 

La misma pieza concluye: “hoy tu estar de reloj vigilante / tiene algo nuevo. / Tus paredes sirven, / en ellas se puede escribir / muera lo que queremos que muera / viva lo que tiene que vivir”. Ese mismo libro contiene una sección, “Los paisajes”, con poemas cuyos títulos ya son significativos: “Amanecer en el Río de la Plata”, “Arlt” y “Evaristo Carriego”, a quien le canta: “Para ser poeta se requiere ser flaco, / Evaristo era flaco. / Se puede no ser bueno, / sin embargo era bueno. / Cómo no iba a gustarle un vaso de vino, / quedarse los días en el café; / Carriego no fue a la universidad, / ¡qué bohemio era! / Solo sabía que hay que comer para no debilitarse, / No tuvo necesidad de suicidarse / la enfermedad no le dio tiempo a razonar”. Y en “Olvido”, del mismo libro, se lee: “Los rayos X disparaban sus indulgencias / o sus condenas a muerte. / Las maestras sin alumnos y con dignidad / buscaban otras profesiones. / Los presidentes se fotografiaban; / diez idealistas perdían su confianza, / diez nuevos nacían. / Unos acumulaban su excedente de alimento, / otros su excedente de hambre”.

Luchi militó en la Federación Juvenil Comunista –aunque su nombre no aparezca en el conocido libro de Isidoro Gilbert–, y en el Partido Comunista, luego yendo, cargando seguramente más de una desilusión, hacia el anarquismo y el marxismo. Muchos de estos temas pueden encontrarse en “El taller del pintor”, “El cansancio”, “Obrero de demolición”, y en “Por qué se trabaja”. También, hay tonos íntimos y líricos, como en las piezas “Momento poético 1” y “Momento poético 2”, momentos que, numerados, irán apareciendo a lo largo de las décadas en varios poemarios. Preguntado al respecto en Diario de Poesía, Luchi explicó que no eran parte de ninguna serie o plan, sino que surgían. Allí también consignó el sentido de dónde se lo suele ubicar, como parte de la llamada “generación del 60”, diferente y hasta opuesta a la “del 40”, junto a Juana Bignozzi y otros, en torno a lo que se conoció como poesía coloquial, conversacional, y de lo cotidiano, y cuáles podían ser los objetivos de crear en ese momento presente: “Era recuperar la vida. La vida de las cosas, de los hechos simples. Vos podés ver cómo Banchs describe una mesa y cómo la describían en los 60: estaban hablando de otra mesa, de la mesa de su casa o la del vecino, hablaban del mundo”. Y agrega: “En general, siempre busqué expresar en muy pocas palabras y con muy pocos elementos el máximo de cosas que uno puede decir, entonces trato de limitarme, de borrar todos los aditivos y dejar el mínimo posible. No siempre lo consigo”.

En su segundo poemario, El ocio creador (1962), Luchi sigue despuntando condición de porteño: “Che turco”, “El bandoneón” y “Noche de tango”, así como en “Apología del tango”, de Poemas de las calles transversales (1964), y en “Cantor envejecido”, “Tango triste y nostálgico” y “Tristezas del café de borrachos”, de Vida de poeta (1966), y sigue en numerosos libros, hasta las piezas “Bandoneón arrabalero”, “Mi Buenos Aires querido” y “Mano a mano”, de Espérenme que volveré, antología publicada en 2010. Y así como en su novela El libro de Daniel E. L Doctorow recordó aquel sonado caso de macartismo en Estados Unidos, Luchi le dedica una pieza, “Los esposos Rosenberg”, mientras que en “Plaza Federico Engels” menciona a Marat, Nicolás I y a Sacco y a Vanzetti. “No deje de saludar a su patrón” es otra pieza donde campea el humor irónico. Otra serie, al modo del flâneur, son las de los paseos por capitales: “Paseo por la capital de la esperanza”, y por la del hambre, la del dolor, la de la huelga final, la del pan, la del presidio, la del mal de chagas, y muchas más, concentran su visión en torno a los males de la condición humana. En La pasión sin Mateo (1976), Luchi alude al asesinato del Che en “Remitente”, y “Respeto por los símbolos” tiene como epígrafe una dedicatoria: A los muchachos de Trelew. Y en ¡Gracias Gutenberg! (1980), ya publicado en el exilio, el poema “1976” consta simple y dolorosamente de un sólo verso compuesto por los tres puntos suspensivos.

SURREALISMO DE CASUALIDAD

Luis Luchi nació Villa Crespo, pero desde los 5 años se mudó con su familia a Parque Chas, que sería una imaginaria “República Independiente”, un bastión de lucha. Cuando en 1938 triunfa el Frente Popular en Chile, Luchi viaja y se instala. Vivió un año, trabajando, militando en apoyo al Frente, y leyendo a Pablo de Rokha, a Neruda y a Huidobro. Otra vez en su país, fue obrero gráfico y tras una huelga declarada ilegal en la editorial Atlántida, se radica en Montevideo junto a su familia, para seguir trabajando en su oficio. Al retornar, será viajante vendedor de libros, recorriendo gran parte de la Argentina.

A comienzos de la década del sesenta integró el grupo de cuentistas “El Matadero”, de filiación boedista –en donde publicó su único texto en prosa–, y, a fines de la misma década, junto al poeta Roberto Santoro y otros artistas de disciplinas diversas, funda el grupo “Gente de Buenos Aires”, con un gran despliegue de amplia actividad en escuelas, barrios, clubes y sociedades de fomento –intentando ampliar la llegada el arte a distintos sectores sociales–, y editando, de modo artesanal, libros, carpetas y discos musicales.

Dijo a Diario de Poesía respecto a las particularidades de su obra y sobre algunas observaciones de la crítica: “Si lo que hago está cerca del surrealismo es por casualidad. En cambio la ironía, sí, es una constante. La ironía y el sarcasmo tienen que ver con una proposición. Provocar una sonrisa me parece maravilloso”.

Profundamente vital, la poesía de Luis Luchi condensa y conecta un “adentro” y un “afuera” desde la poesía, en un trabajo de búsqueda atenta, de sondeo interior, de observación y reflexión, y de despliegues significativos. Decía en la mencionada entevista: “A mi criterio, ahí hay un trabajo de rastreo. Yo en los poemas estoy rastreando dentro de mí y en la gente, en las emociones que se me fueron acumulando, y en las que he visto acumularse en la gente. No me voy a poner a escribir un poema sobre la muerte o sobre alguna abstracción filosófica porque no es algo que yo sienta ni me he puesto a estudiar esos temas. Lo que conozco es la vida, y no la conozco bien. A veces mi poesía también toca en algún momento los otros problemas, las grandes dudas universales, pero no es ese el centro de mi interés. El centro de mi interés sigue siendo la vida”.

>Poemas de Luis Luchi

Momento poético 2

Aletean tus manos capturadas,

las he tomado trémulas y les doy mi calor,

Se aquietan y se abren

reconociendo las grietas

en la serenidad que las encadena.

Y allí estoy mojándolas con mi emoción.

Les ruego que reposen

ningún mal les puede acontecer,

mas no puede haber mal,

mi poca bondad

se ha refugiado en la captura.

Después que sigan el vuelo interrumpido

el momento es mío.

Serenata

Vuela canto que estoy tan lejos,

aprende a ser horizontal como horizonte.

Transporta sobre trigos y ciudades

la estela que corta el aire mi impaciencia.

Penetra por el ojo de la cerradura

golpea los vidrios de su ventana,

explícale cómo puede ser

que yo esté tirado

sobre maderas extrañas

con los ojos abiertos.

Recuérdale que mis pensamientos

son iguales a tus armonías.

Que si a veces hablo

de mesas que tienen una pata rota

con el mismo canto

aunque tenga el esmalte saltado

he protegido todo lo bueno

que aún conservo.

Vuela canto, no descanses en las nubes;

si nada hay que te apure

deseo que llegues cuanto antes.

Vuela canto, eso es todo.

Puedes entrar sin anunciarte;

es la primera puerta,

un escalón y un picaporte.

Vuela, lo demás ya lo entenderán.

 

No deje de saludar a su patrón

Sí,

aunque no le conteste,

salúdelo.

No piense en el alquiler,

en el precio del jabón.

Salúdelo, no tiene la culpa.

Quiere a la patria y a sus hijos

y algo le gusta la libertad.

Salúdelo,

él no ignora

que usted tiene

cuarenta años

y ya está destrozado,

que cuando se enferma

el farmacéutico no le fía.

Salúdelo porque lo siente.

Pero están los Bancos, las deudas,

los capitales invertidos.

Salúdelo.

No son cosas fáciles de comprender,

si estuviera en sus manos

cambiaría ese infierno

por su serena miseria sin problemas.

Salúdelo,

si al fin todos somos iguales,

en su juventud tuvo ideales

y muchas veces soñó

con la fraternidad universal.

Salúdelo,

todo fue por las circunstancias

y hay días que dice

que esto no marcha bien.

Salúdelo,

también tiene sentimientos

y su silencio lo hiere.

Sáquese el sombrero

y salúdelo.

 

Los ríos dulces y los ríos salados

En tierras de lágrimas

brotan los ríos salados,

en valles verdes con ilusión

los dulces reposan bello amanecer.

El mar los atrae,

hijos del hambre.

El cielo los riega,

flor de las riberas.

Los salados adustos

lamentan presentimientos de llanura,

llevan la sed.

Los dulces sombríos

arrullan el fango,

devoran raíces.

Los salados nunca se detienen.

 

Los ríos dulces nunca se detienen.