Lo de “discos que nadie te recomendó” habría que tomarlo con pinzas. Algunos de los que Sergio Coscia y Ernesto Castrillón, dos aguerridos y expertos melómanos, eligieron para ubicar bajo tal categoría se pueden recomendar. El segundo de Almendra, por caso. O Trilogy, de Emerson, Lake and Palmer, o El león, de Manal; o esa maravillosa oda a las profundidades de la música sudamericana que es El indio, de Los Jaivas. Pero no son muchos. Hay otros que, directamente, le hacen honor al nombre del libro (Los 138 discos que nadie te recomendó), que ambos publicaron a través de Grijalbo y con prólogo del periodista Juan Carlos Diez. Uno de los Monkees, por caso, otro de Family, y hasta uno de Robert Mitchum. “Voy a permitirme una analogía. Así como en la política el ejercicio de un interés profundo y una clara carga ideológica te enfrenta con el relato de los medios, en lo musical llega un punto en que el canon establecido por una historia oficial de ciertos géneros, las encuestas periódicas, las listas de los periodistas o la mirada de una crítica en un momento preciso, queda fija y homologada como definitiva”, aclara Coscia, uno de los dos mohicanos que se embarcó en la titánica tarea de (re)criticar parte de los trabajos discográficos.

“Esto no sólo deja afuera montones de músicas –continúa Coscia–, sino que yerra el tiro cuando el paso del tiempo, juez ineludible, hace envejecer mal discos ‘clásicos’ o ubica como imprescindibles otros que, como diría el Flaco Spinetta, no fueron bien oídos en tiempo. En tal sentido, la mirada del libro es absolutamente personal, tanto de Ernesto como mía.” Coscia es disquero (dueño de la renombrada disquería de culto Mondo Rabioso), pero no se ampara en tal rol para hablar sobre el libro. Más bien lo hace desde su lugar de precoz escritor o pertinaz crítico de discos. “Desde que salió a la calle, los diversos juegos planteados por el libro, a través de categorizaciones como ‘placer culposo’, ‘clásicos ignorados’ o ‘el tiempo les dio la razón’, encontraron, para mí sorpresa, muchísimo eco y disfrute en todos. Hay una identificación, entretenida, sí, pero también discutidora y apasionada con la propuesta. ¿Tres discos de Donovan y ninguno de Dylan? ¿Dos de Procol Harum y ninguno de los Stones? Esto hace que quienes se acercan al libro no dejen de mandarme sus listas, proponerme artistas o álbumes para una supuesta segunda parte, o contarme con emoción que pusimos en palabras lo que muchos de ellos sintieron con tal o cual disco, o les hicimos descubrir con fascinación cosas absolutamente ignoradas. Ahí creo se encuentra cumplido con creces el objetivo de escribir algo así”, detalla este impulsor, junto a Mauro Torres y Gustavo Campana, de una de las radios online más singulares de la época: la spinetteana Lalala Radio.

–¿Por qué cerraron en 138?

–Porque, dentro de la absoluta e intencionada arbitrariedad de la idea, ya el título tenía que instalar la discusión. Oponernos a un número redondo y al tiempo, jugar con la ironía hacia las listas de los 100 que tenés que escuchar antes de que llegue el invierno, o los 50 mejores de la primera quincena de mayo del 73.

–En algún sentido, el libro es como una crítica de la crítica.

–El libro es una crítica a la crítica oficializada, marcada por amiguismos y enconos, intereses comerciales, y modas y criterios de época. El caso emblemático es Ram, de Paul McCartney. Hubo una larga época en que se criticaba todo lo que él hacía. A su primer disco, por amateur y doméstico. Después venía Ram, y se lo masacraba por sobreproducido y ambicioso, señalando como virtud la frescura y el aspecto íntimo del anterior; después venía Wild Life, y se lo mataba por haber sido grabado a las apuradas y tocado de manera rústica, cuando en Ram McCartney había dado muestras de brillo y creatividad, y así hasta el infinito. O el caso de Led Zeppelin, a quien la revista Rolling Stone nunca le elogió un solo disco, y hoy le dedica especiales enteros y toda su discografía ostenta 5 estrellas. En fin, los “fanáticos” somos nosotros, los disqueros, pero sabemos mejor, creo.

–¿“Fanáticos” = “locos”?

–(Risas) Bueno, todos compartimos una locura con matices y peculiaridades, pero dentro de una misma “sana” enfermedad. Nick Hornby es un gran escritor y yo soy sólo un tipo al que le gusta escribir, pero creo que su Alta Fidelidad se queda corto, porque seguramente él nunca fue disquero. Si pasara una temporada en mi disquería, podría escribir un libro infinitamente superior. Dentro de esa locura compartida y colectiva, la vasta galería de personajes, obsesiones, comportamientos de los melómanos, resulta inabarcable. Comparamos continuamente historias, situaciones, taras y certezas, y somos todos únicos, pero a la vez parte de una misma enorme colectividad de locos lindos que se comunican con facilidad y alegría gracias a los discos... Es un amor que nunca se desgasta ni se traiciona.