Con su sinceridad brutal habitual solía decir Hebe que entendía poco de rock. Pero que le causaba curiosidad saber porqué generaba tanto furor en los jóvenes, sujetos sociales caros a sus sentimientos, claro. De ahí que quisiera involucrarse, meterse en ese mundo a priori extraño. Ver qué onda. El primer disco que tuvo en sus manos fue uno de Hermética. Le costó, pero entendió finalmente qué era lo que se buscaba con “Masa anestesiada”, “Víctimas del vaciamiento”, “Sepulcro civil”… temas duros, refractarios a las modas. Heridos por la cultura.

No era el primer encuentro entre Hebe y el rock, pero sí el que le sirvió para elaborar mejor experiencias pasadas, recientes. Entre ellas, la pata rockera de aquellos primigenios encuentros que, bajo el nombre de “Los artistas cantan para las Madres”, convocaba fuerte en Plaza de Mayo, con León Gieco y Juan Carlos Baglietto entre los artistas partícipes.

Otro gran hito fue el “Encuentro de rock para contar”. El 24 de marzo de 1996, al cumplirse 20 años del golpe cívico-militar, las madres ocuparon Plaza de Mayo desde el jueves 21, y concluyeron el día del aniversario con un concierto que iba en contra de todo lo que oliera a menemismo. No alcanzaron los esfuerzos del gobierno por suspenderlo. Esa vez tocaron Todos tus muertos, Fito Páez, Los Cadillacs, Actitud María Marta, y fueron casi cien mil los y las jóvenes que disfrutaron de las bandas, además de escuchar a Hebe impulsándolos a rebelarse. “Yo hablaba después de los recitales, el que quería se quedaba, el que no, se iba”, recordaría ella años después, sobre aquellas jornadas que replicaron en el tiempo, y sirvieron para juntar fondos destinados a la Universidad de las Madres.

En ese marco ensambla la tercera parada fuerte de la liga entre Bonafini y el rock: el concierto –y posterior disco-- ¡Ni un paso atrás! Como olvidar aquellos Ferros repletos del 11 y el 12 de octubre del 97` que aglomeró a todos y todas bajo una misma causa. A Divididos, en representación de uno de los primeros músicos que le pasó buena bola a las Madres: Luca Prodan. A La Renga, que había sido la primera banda en tocar en vivo para ellas, en la calle de Casa de las Madres, en Yrigoyen al 1500. A Los Piojos. A Malón. A Las Pelotas, que la rompió toda con “Sin hilo”. A León, que ofrendó, entre otras, una sentida versión de “El fantasma de Canterville”. 

La edición del disco sobre el inolvidable concierto fue año después, e incluyó tres bonus a cargo de Bono, cantante de U2. Dos –una inglés y otra en castellano— del poema “The mother of god”, y otro de “Mothers of the Disappeared”, tema grabado en The Joshua Tree, disco que había sido publicado once años antes.

Irlandeses tenían que ser quienes ofrendaran a las Madres esa excelente canción (“Medianoche, nuestros hijo e hijas fueron cortados, y arrebatados de nosotros… escuchar sus latidos”) que tardaría poco en convertirse en caballito de batalla del “A Conspiracy of Hope Tour”, gira organizada por “Amnistía Internacional”. U2 la hizo en River con las Madres al lado, durante el concierto de 1998, que terminó con Bono voceando “el pueblo vencerá” como un mantra. 

Pero el primer gringo en abrazarlas in situ había sido Sting. Quienes pintan canas conservarán aún, en algún lugar sagrado de sus memorias, el baile en ronda entre ellas y el rubio cantante, aquel 11 de noviembre de 1987. El calor era heavy, la cancha de River estaba repleta, y las Madres compartieron con Sting el momento más bello del concierto. Y uno de los más, entre las historia de los conciertos de rock en la Argentina… ellas y él en escena, compartiendo en ronda y a corazón abierto, un tema cuyo leit motiv había sido las madres chilenas, pero que tranquilamente les cabía a las de aquí: “Ellas danzan solas”. “Danzan con los muertos / con los que ya no están / amores invisibles / no dejan de danzar”.

El exPolice repetiría la secuencia año después, con las madres en ronda --Peter Gabriel incluido-- y una alocución en castellano, previa a la interpretación del tema en el mismo idioma, para alquilar balcones. 

Más canciones del vínculo. Un rápido raid recala en varias, muy hermosas por cierto. De alusión directa o no, pero siempre con las madres como blanco de amor. “Dormite patria”, de Adrián Abonizio, grabada por Baglietto en el disco Mami; “Maribel se durmió”, tema de abrumadora belleza inserto en Bajo Belgrano, de Spinetta Jade. “Canción inútil”, de Attaque. O “Ídolo de los quemados”, de Gieco-Gurevich --el de las madres santas-- como para empezar a nombrar.