En varios lugares de la provincia de Buenos Aires se tejen ideas revolucionarias y la ciudad de Las Flores es uno de esos espacios. Con solo 35000 habitantes, la capital del partido está inmersa en un proceso de transformación en lo que respecta a su tradicional industria indumentaria. 

Intencionalmente, el 15 de octubre, el Día Internacional de la Mujer Rural, abrió sus puertas el Centro Cultural y Diseño "Mujeres Rurales", una asociación civil en formación que busca visibilizar los desafíos socioculturales de las mujeres rurales de la pampa gaucha. Pero es, también, una escuela, donde se ofrecen capacitaciones en diferentes áreas de la moda: diseño, moldería, bordado, pasarela, entre otras. Así, busca ofrecerle a estas mujeres en situación de vulnerabilidad la posibilidad de hacer suyo un mundo que parecía lejano. 

Buenos Aires 12 conversó con Andrea Izzo Capella, diseñadora, docente de moda, artífice y mentora de este proyecto que está rondando en varias cabezas hace ya algunos años. 

Aunque Andrea estudió arquitectura, nunca dejó de lado su interés por la moda. En 1992, comenzó a formarse con el diseñador Roberto Piazza, quien rápidamente se convirtió en su socio y colega. Años más tarde, comenzaría su carrera como docente de indumentaria, pasando por varias instituciones, además de trabajar mano a mano con Piazza en varias de sus marcas. 

Fue esa relación la que la impulsó a mudarse de la Capital Federal a Las Flores, para hacerse cargo de la línea deportiva del diseñador. Además, la pequeña ciudad y su campo podían brindarle tranquilidad, después de un duro momento personal y de desconexión con la moda. Su familiaridad la atraía: "me hace acordar al Beccar en el que me crié”. 

En 2018, se encontraba dando clases en Las Flores cuando la invitan a un desfile internacional para la revista Hola, al que decide llevar los trabajos de sus alumnas. Ahí conoce el trabajo que estaba desarrollando la ONU con mujeres rurales de otros lugares del mundo. Poco a poco, se empezó a involucrar con estas mujeres, escuchando sus maneras de entender su producción, sus modos de vida, sus roles en sus comunidades. “Empecé a entender cuál era la filosofía y la problemática de una mujer rural: una persona que trabaja mucho por los otros. Nuestros antecedentes siempre se remontan a alguna mujer rural. Esas mujeres que alimentaron un pueblo, a una familia, del fuego, de los hijos, de la huerta, de los animales rurales. En ese ir y venir, hay algo que dejan de lado, y son sus sueños”, sentencia Andrea. 

Con todas estas ideas, Andrea recuerda volver a la casa donde se estaba quedando con muchos pensamientos reveladores. “Abrí la valija y saqué uno de los vestidos de mis alumnas y tenía olor a humo, a humo de salamandra. Algo tan básico como eso a mi me estaba diciendo algo. Estaba marcando la potencia que había en esa prenda. Me dí cuenta que claro, mis alumnas eran mujeres rurales". 

Andrea comenzó a preguntarse sobre la mujer rural de la pampa gaucha, históricamente desprestigiada. “Están las mujeres rurales colombianas, cafeteras; también las del norte argentino, con un fuerte legado cultural desde lo textil. Y después está la mujer de la pampa gaucha. El gaucho es una figura hermosa y mítica, pero es un ser que despreció a la mujer durante décadas. La mujer rural de la pampa gaucha no tiene ningún legado cultural que preservar porque acá no había nada. Hoy hay ciertas características socioculturales de esta historia que todavía están presentes”, explica.

“En el campo, sobre todo en esta zona al sur del Salado, hay mucho trabajo para hombres, la ganadería. La mujer queda siempre fuera del circuito económico", afirma la creadora del CCD Mujeres Rurales. "Además, la historia de Las Flores es una historia de fábricas que cuando no hubo rédito económico levantaron todo y se fueron, dejando un tendal de frustraciones y deudas. A través de este proyecto podemos promover la industria textil en forma de emprendimientos de pequeños diseñadores, que podría permitir un desarrollo económico distinto".

A partir de entonces, comenzó el proyecto del Centro Cultural y Diseño, que ya cuenta con más de 18 mujeres que buscan un futuro mejor a través de la moda. "Yo les digo a las chicas que ellas como diseñadoras tienen la capacidad de modificar la realidad", afirma Andrea, convencida. "Como mentora del proyecto, tengo que darles la información suficiente para que sea posible hacerles creer que su realidad puede cambiar". 

Mujeres Rurales en el Congreso Iberolatinoamericano de Diseño. Fuente: Raúl Ferrari

Hace solamente algunos días, el Centro Cultural llevó a cabo "Las Flores Diseña", un evento que buscaba federalizarse: "invitamos a diseñadores de toda la provincia, porque no todo tiene que ser en La Plata, en Buenos Aires. Tenemos que salir. El interior de la provincia es muy rico, hay que valorarlo". También, estuvieron presentes en el Congreso Iberolatinoamericano de Diseño, donde presentaron los trabajos las alumnas de la escuela. Muchas de las alumnas hoy apuestan por el desarrollo sustentable, el trabajo artesanal propio de la provincia y trabajar con materias primas autóctonas.  

La revolución que Andrea y las mujeres rurales de nuestra pampa están convencidas de llevar a cabo tiene que ser productiva, además de federal. La soberanía de las mujeres está de la mano con la soberanía de la producción en los proyectos nuevos del CCD, que ahora está trabajando en enseñar a las comunidades rurales el proceso de filtrar lana. Su intención es desarrollar un producto que pueda venderse, de materia prima y diseño florense.

“El problema que nosotros tenemos acá con la soberanía del vestido es que tenemos la cadena de producción rota: para cualquier prenda que utilicemos las telas son importadas, entonces no podemos hablar de soberanía del vestido. Entonces, buscamos desarrollar un producto netamente florense. La lana animal filtrada puede ser eso. Creo que eso puede tener un impacto productivo importante, pero también social”. 

Andrea está convencida de cuál es su rol con ellas: "Tengo 60 años, profesionalmente ya cumplí muchas metas. Mi sueño hoy es que esta escuela tenga fuerza y podamos construir una generación de emprendedoras sólidas. Una de las chicas me dijo somos bravas. Y la verdad que si”, concluyó sonriendo.