Este 28 de noviembre, el saxofonista Leandro “Gato” Barbieri cumpliría 90 años, motivo para celebrar a uno de los más ilustres artistas nacido en la ciudad. La música y vida del saxofonista serán recordadas en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa (San Martín 1080) el próximo jueves a las 19.30, con la presentación del libro Gato Barbieri. Un sonido para el tercer mundo (Planeta, 2022) de Sergio Pujol, con las presencias de su autor, el productor –y jefe de redacción de Rosario/12– Horacio Vargas y el saxofonista Rubén “Chivo” González, quien luego dará un concierto con su Sexteto. La entrada es libre y gratuita.

Historiador, docente y ensayista, la obra de Sergio Pujol es una referencia al momento de pensar la música popular, entre cuyas investigaciones el jazz ocupa su lugar, como lo refrendan Jazz al Sur. La música negra en la Argentina (2004) y Oscar Alemán. La guitarra embrujada (2015). Con Gato Barbieri. Un sonido para el tercer mundo, Pujol escribe –y esto no dejará de llamar la atención– el primer libro dedicado a la vida del músico. “Me escribió la viuda de Gato, Laura (Ryndak) –con quien tuvieron un hijo, Christian–, diciendo que estaban muy contentos porque a través del libro el nombre de Gato iba a estar de alguna manera presente, por lo menos en los medios argentinos. El jazz es un fenómeno bastante particular en cuanto a público, porque no mueve multitudes; pero hay gente en todas partes, es un género completamente planetario, que atraviesa edades. Y la comunidad jazzística de alguna manera acusó recibo; he recibido mensajes de Estados Unidos, Italia, Francia, y me pone muy contento. Ojalá se abra alguna instancia de traducir, más adelante, a otra lengua”, comenta Sergio Pujol a Rosario/12.

-Siendo el músico que ha sido, complejo y de vida itinerante, ¿cómo estructuraste la investigación?

-Fue un desafío, porque a diferencia de otros personajes a quienes les he dedicado libros y que han vivido en Argentina –Yupanqui estuvo muchos años en Francia pero venía siempre a Buenos Aires (En nombre del folclore. Biografía de Atahualpa Yupanqui, 2008); María Elena Walsh hizo varios viajes por el exterior pero no se movió demasiado de Buenos Aires (Como la cigarra. Biografía de María Elena Walsh, 2011); y con Discépolo, otro tanto (Discépolo, una biografía argentina, 1997)–, aquí me encontré con un personaje que vivió más de la mitad de su vida fuera de la Argentina y grabó casi todos sus discos con músicos extranjeros; con esto quiero decir que escribir una biografía de Gato es tan difícil como escribir una de Stan Getz o Sonny Rollins. Es un músico del mundo, pero al mismo tiempo muy argentino, porque nació en Rosario, porque se formó entre Rosario y Buenos Aires, porque cuando se fue a Europa en 1962 era el mejor saxofonista argentino y posiblemente uno de los mejores músicos de jazz, tal como se lo practicaba en nuestro país. Ahora, lo interesante para el caso de mi investigación –que fue de casi 4 años, a partir de un proyecto para el Conicet–, era en qué medida la música de Barbieri nos permite pensar el jazz un poco o bastante más allá de su tradición afroamericana; es decir, poner en diálogo dos universos, dos mundos culturales que desde lo político estaban vistos si no como antitéticos, claramente diferenciados; así como distanciados desde lo artístico. Me refiero a la música latinoamericana y al jazz moderno y el free jazz, las dos escuelas en las que se forma Gato como músico de jazz. Hoy a la distancia, eso tal vez no nos parezca tan extraño, pero en 1969, cuando él graba Tercer Mundo, no era algo usual en absoluto. Ahí hay un punto de inflexión en su carrera, que le va a permitir entrar en el panteón del jazz desde una puerta absolutamente inesperada, y en un contexto sociopolítico que le era favorable a este tipo de experiencia. Es el momento del boom de la literatura latinoamericana, del Cinema Novo brasileño, y si bien se empiezan a apagar un poco las llamas revolucionarias de los ’60, todavía hay esperanzas de que haya en el continente una transformación social profunda. América Latina y Tercer Mundo son términos que están presentes en el discurso político de la época. Y ahí aparece Gato con algo que es inesperado: se puede ser un músico de jazz y al mismo tiempo un músico latinoamericano, y todo eso fundido en un sello artístico personal, que es por otro lado uno de los mandatos del jazz. Y logra eso alrededor de los 40 años. Después va a atravesar por otras etapas, pero me parece que ése es el punto nodal de su música y por eso el título del libro.

La tapa del libro.

-Entre otras cuestiones, seguramente lo más difícil al momento de recabar información habrá estado en lo referido a sus primeros años.

-Lo más difícil siempre son los primeros años, antes que el artista cobre notoriedad; los años de la infancia y los de su formación en una institución rosarina –por lo que pude averiguar– entrañable como es la “Infancia Desvalida”, especie de escuela de artes y oficios donde él aprende a tocar el clarinete. A esos años los reconstruyo con algunos aportes periodísticos como el de Horacio Vargas y otra gente de Rosario, mediante la conversación con algunos músicos rosarinos, y especialmente en el acceso a los recuerdos de su hermana, Raquel Barbieri, que vive en Buenos Aires y fue una gran colaboradora. Respecto de la época porteña fue más sencillo, porque cuando escribí Jazz al Sur tuve la oportunidad de investigar cómo era el ambiente jazzístico a lo largo del siglo XX y especialmente en los ‘50 y ’60. Ese trabajo me sirvió como plataforma para abordar esas primeras incursiones de Gato, primero como saxo alto, luego saxo tenor, como músico estable de la orquesta de Canal 13, con la que se ganaba la vida, y todo el circuito de boliches de Buenos Aires, donde lo van a bautizar con el seudónimo “Gato” por su ubicuidad para desplazarse de un lugar a otro y para tocar en varios sitios una misma noche. Pero la otra punta del mismo lazo, como diría Fito Páez, son los últimos 25 o 30 años, cuando se vuelve una figura inasible, viviendo ya en Nueva York pero tocando y girando en todas partes del mundo. Y apareció una dificultad diferente, que es la sobreabundancia de registros periodísticos, entrevistas, notas en radio y televisión, etc. Así como en lo referido a la discografía propia y sus colaboraciones en otros discos. Ahora bien, me gusta siempre laburar con un corpus de entrevistas lo más amplio posible, porque me parece que si está hecha en profundidad, es la que te ofrece ese dato que pasó inadvertido, que no está registrado en la prensa. Y acá se dio una situación paradójica, gracias a la pandemia y el encierro obligado. Levanté el teléfono, marqué el número de Lalo Schifrin que vive en Beverly Hills, ¡me atendió el propio Lalo y estuvimos una hora hablando, porque estaba en su casa embolado! Eso me pasó con muchos músicos internacionales, algunos vía mail, WhatsApp o por conversación directa, más lo que había ya entrevistado en Argentina. Lo interesante es que en un 99% los entrevistados no sólo hablaron bien de Gato sino además con entusiasmo, por el hecho de que se estuviera escribiendo la primera biografía suya, de quien a priori uno diría debe haber dos o tres libros. Éste fue un gran incentivo, y al mismo tiempo, si bien el libro pertenece al género de la biografía jazzística, fue ese movimiento exógeno que él hace, de salir del centro del jazz para ir a América Latina y politizar de alguna manera su planteo artístico, lo que me permitió poner en relación ciertas cuestiones que van bastante más allá del mundo del jazz; como por ejemplo el tema de la identidad de un músico argentino en el mundo. ¿Cómo un músico argentino, que se formó escuchando a Charlie Parker, Coltrane, etc., descubre su destino americano a miles de kilómetros de la Argentina? Un giro que tiene alguna similitud con el que hace Cortázar, que descubre la problemática latinoamericana después de la revolución cubana y viviendo en París. Como ves, había una posibilidad en el tema de escribir una biografía desde una perspectiva histórico cultural, que iba más allá de las cuestiones que nos interesaban a los aficionados del jazz.

Gato Barbieri. Un sonido para el tercer mundo reúne además “un dossier de fotos bastante completo, que va desde fotos familiares de su infancia, inéditas, hasta fotos de sus últimos años; hay también un discografía y una bibliografía bastante exhaustiva; quien busque una especie de historia paralela del jazz o una historia del jazz a partir de la vida de un gran músico, me parece que lo va a encontrar en el libro. Por lo menos, es uno de los propósitos del trabajo”.